BESOS

Javier Serra
Sin duda, besar es una de las expresiones emocionales más universales y profundas de la humanidad. Desde la antigüedad el beso se ha convertido, además, en un símbolo de amor, pasión, afecto, respeto o un más rutinario (como los idus de septiembre) saludo. Pero también puede significar despedida, hipocresía e incluso traición, si nos fijamos en un personaje como Judas. ¡Ah, el beso! Ha inspirado a artistas y escritores de todas las épocas y culturas, que han plasmado en sus obras la belleza, el drama, la ternura y el misterio que puede encerrar este gesto. Nunca está de más recordar algunos de los más célebres besos de la historia:
«El Beso de Berlín». Este icónico grafiti representa un beso apasionado entre dos líderes políticos: Leónidas Brezhnev, el entonces líder de la Unión Soviética, y Erich Honecker, Presidente de la extinta República Democrática Alemana. La pintura se basa en una fotografía real tomada en 1979 durante las celebraciones del 30º aniversario de la fundación de la RDA. El grafiti se encuentra en el Muro de Berlín, ahora convertido en atracción turística, y se ha convertido en un icono de la Guerra Fría y la división de Alemania. Y por si alguien piensa que simboliza la fraternidad eterna entre dos naciones entonces comunistas, la inscripción realizada por el mismo artista quizá modifique su perspectiva de inmediato: «Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal«.
El beso en Times Square es una de las imágenes más recordadas del final de la Segunda Guerra Mundial. La fotografía muestra a un marinero besando a una enfermera en Times Square, Nueva York, para celebrar el anuncio de la rendición de Japón en 1945. Parece ser que hasta allí no llegó la radiación de las dos bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki.
El beso de John Lennon y Yoko Ono: ambos protagonizaron un beso famoso en una de las portadas de la revista Rolling Stone en 1981. La imagen, tomada al vuelo mientras paseaban por Central Park, simboliza su amor, compromiso por la paz y activismo político.
«El beso» de Gustav Klimt: Esta pintura muestra a una pareja en un abrazo apasionado y se ha convertido en un emblema del amor y la sensualidad en el arte.
En el clásico del cine «Casablanca» (1942), el beso de despedida entre Rick (Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman) en la escena final de la película resulta inolvidable. Tanto a ellos como a nosotros, siempre nos quedará París.
También en la filosofía (cómo no) el beso ha tenido su parte de protagonismo. Por ejemplo, el filósofo (en realidad sería más justo calificarlo de polímata) Gaston Bachelard, en su obra «La poética del espacio», analizó la relación entre el espacio y las emociones, y en ella sugiere que el beso es una forma de habitar el espacio íntimo y de crear un mundo propio entre dos amantes. No me dirán que no es poético. Y no menciono el papel del beso en la poesía y la literatura porque este sería un artículo sin final. Y en la música, se me olvidaba. A veces me viene a la memoria este estribillo: “eso es lo que quiero, besos, que todas las mañanas me despierten besos…”
Y así, como por casualidad, esta relación de besos no podía terminar sino con el más comentado de los últimos tiempos: el beso de Rubiales. Dado que la realidad casi siempre supera la ficción, probablemente ningún artista, escritor o filósofo de cualquier género habría pensado que un beso (quizá habría que dejar de usar ese concepto para referirse a su acción y usar la terminología del propio besador, “pico”) pudiera significar lo que ha significado este.
Pero yo me quedo con la siguiente reflexión:
¿A quiénes estarían dispuestos a besar Feijóo o Sánchez para llegar a ser Presidentes del Gobierno?
De hecho, buena parte de la población desearía que se besaran entre ellos, aunque fuera sin muchas ganas.
Y tal vez, como en la RFEF, muchos aplaudirían sin saber por qué, o peor aún, sabiéndolo.
Javier Serra