EL TACTO DE LA SEDA

Caídas las escamas de la juventud,
la indiferencia de los días
o la rutina del pensamiento,
aparece tu voz
como una corriente en el aire
que alborota mis oídos
y me abraza el cuello.
Y lo hace en ese tiempo en que
se unen las arrugas de las manos
y se acarician las manchas de la piel
con el tacto de la seda.
Cuando la esencia se mira dentro del alma
o en el reflejo de unos ojos antes silenciosos,
en el tiempo en el que el reloj
transcurre con prisa cada día
y nos acorta la altura.
Existes en el espacio frente a mí,
traspasando el límite de mi densidad,
como una turbulencia que llega para quedarse
espantando toda la miseria de alrededor,
y me ofreces un viaje en tu alfombra mágica
desafiando el vértigo a la altura.
A pesar del revuelo que desencuerda mi círculo
no me planteo escapar,
ni dirigir la mirada en sentido contrario
porque alborotas mi alma a la vez que la templas
y alientas mi cuerpo con tus caricias
mientras nos perseguimos la mirada.
