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Esperando cumplir muy pronto los 88 años y por tanto perteneciente a las “clases pasivas”, no por eso he dejado de trabajar y seguir desarrollando todas las actividades habituales que cuando tenía 50 ó 60 años, naturalmente con las limitaciones que el cumplir años conlleva. Quiero decir con esto que no paso la mayoría del tiempo sentado frente al televisor como suelen hacer la mayoría de personas de mi edad. De la televisión sólo me interesan las noticias, informaciones y algunos reportajes y documentales.

         El día 27 de diciembre pasado, sobre las 5 de la tarde, y durante un ratito de descanso me senté frente al televisor y comencé a buscar una programación de mi gusto (“zapear” creo que se llama ahora) y en esto apareció el Sr. don Jaime Peñafiel y esperé  a ver qué traía esta vez. Confieso que siempre que aparece este periodista lo veo y le escucho, no porque me interese lo que dice sino porque es granadino, nada más, y a todo lo granadino le tengo gran afecto. Y el 2º motivo por el que capta mi atención es porque espero el momento  en que puede ponerse esas gafas que estruja en la mano con las patillas dobladas, que utiliza como muletilla en cada gesto.

Los temas del Sr. Peñafiel son siempre más de lo mismo: cotilleos de personas irrelevantes la mayoría de las veces, bien está si eso es lo que a su auditorio le interesa; pero el alto personaje del día 27 era nada menos que el Rey de España, su Majestad el rey Felipe VI y no para elogiarlo sino para airear a los cuatro vientos una ficticia, imaginada o tal vez real, el padecimiento de una enfermedad: NARCOLEPSIA.

         El diccionario médico dice de la narcolepsia:”neurosis rara caracterizada por una invencible necesidad de dormir, que sobreviene por accesos, incluso algunas veces al día, obligando al sujeto a caer al suelo o acostarse para evitar la caída”

         Visto esto uno se pregunta ¿Cómo es posible que el Rey que está continuamente ante el público no sólo en España sino en todo el mundo y en muchos casos permanecer varias horas en los actos, en cualquier momento del día y estaciones con ropajes nada cómodo ni agradable y jamás se le haya manifestado esta imaginada enfermedad? (Claro que el ilustre periodista para salir del paso dice que la tiene controlada)

         Al Sr. Peñafiel habría que aplicarle los versos del Duque de Rivas al conde de Villamediana: “pica muy bien; mas debiera haber picado más bajo”.

De todos los reyes y Jefes de Estado del mundo, nuestro rey  es el mejor valorado por su preparación,  por sus comportamientos, por su responsabilidad y otras muchas virtudes de las que está adornado, y por si esto fuera poco, en cuanto a su aspecto físico luce la mejor imagen de un líder de la época actual, es de los pocos al que se le podía aplicar con justicia lo de “caballero de fina estampa”. Su misión es compleja, difícil y agotadora, ya lo escribió Montaigne: ”el oficio más arduo del mundo, en mi opinión, es el de ejercer dignamente de rey”. Pues nadie mejor que nuestro rey está ejerciendo su cargo con la mayor dignidad, muy en serio y responsable.

Por otra parte, esas declaraciones de desacreditar al Rey se hacen en un momento de crisis política, judicial y algunas más; más inoportuno no pueden haber sido y en este caso  no cuela el maquillar o vestir sus palabras con ese ropaje de camuflaje que se suele emplear cuando lo que se dice es improcedente o insultante que se le suele llamar “libertad de expresión”.

         Llama mucho la atención de este comportamiento del Sr. Peñafiel cuando como periodista ha sido  un privilegiado de la Casa Real que se le ha permitido acompañar a los Príncipes y después a los Reyes en sus viajes y después en los actos oficiales como prueba en su libro “Mis bodas reales”.  ¿Qué pretende el Sr. Peñafiel con esta actitud de desprestigio de la Familia Real?  Quizás busque nuevas glorias o descargar su espíritu. Pues ya va siendo hora de que a su edad (que ya no es un niño porque nació en el año 1932) sea prudente y respetuoso con su Majestad el Rey Felipe VI que nos representa a todos los españoles. Además trata de tú a tú al Rey, saltándose cualquier clase de protocolo. Por lo visto al Sr. Peñafiel eso de Majestad le viene grande.

Mi protesta es por la parte que a mí me corresponde; que la próxima vez “no pique tan alto” y que se acostumbre a ver en el sol no sus manchas sino su luz, su resplandor.

JOSÉ ANTONIO BUSTOS

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