¿Un Futuro incierto pero esperanzador?
Se está perdiendo las razones o posibilidades del futuro ante la situación de incertidumbre o desconcierto que nos hacen llegar los gobernantes y algunos medios de comunicación. No hay que olvidar que la impotencia por no saber qué va a ocurrir, el tiempo lo aclarará todo. Aquí como dice Rojas Marcos es muy importante el optimismo, tener pensamientos positivos y tener esperanza ante el devenir. Ahora abordando los políticos conjuntamente los verdaderos problemas en relación al Covid-19, para solucionar si realmente les importa los problemas de salud que ello conlleva. Es decir, antes los problemas sanitarios la solución es intentar al menos solucionarlos, dotando de más recursos humanos y medidas de seguridad más racionales. Sobretodo respecto a los problemas económicos derivados en primer lugar, porque si no se puede comer tampoco se puede vivir, y la pobreza que se puede estar generando es indicio de que la temperatura o fiebre puede hacer mucho daño en nuestro organismo. Es decir, si priorizamos salvar vidas en todos los sentidos de salud también es necesario en todos los ámbitos que emergen del primero: salud económica, salvar los derechos al “bienser” como diría don Emilio Lledó y salvar la educación; o lo que es lo mismo no llegar tarde, no admitir cuál es la situación inestable e insegura, y salir de la rutina que nos han creado de cifras, contagios, y fallecidos. De ahí la necesidad de tender puentes y acercarnos a través del diálogo de la comunicación para reflexionar qué hacemos por los demás, hasta dónde llega la empatía que debe definir la esencia de nosotros, de ahí la falta de educación: de lo que nadie habla realmente de lo que interesa, para distraernos o para alejarnos de la verdad.
En definitiva, se agradece un interés que mire para la población en general, y principalmente para la más desfavorecida, y una crítica reconocida en entregar lo mejor de cada uno para intentar salir lo mejor de ésta, señores políticos y dejen de mirar sus bolsillos y miren por favor por el cinturón del prójimo, no vaya a ser que se le apriete demasiado y no aguante tanta indignación, tarea que les compete fundamentalmente a ustedes, pues para eso están, y por supuesto después exijamos a la ciudadanía la implicación en la recuperación ya que se echa en falta citas del tipo…» y es que tener cultura y decencia –dirían María Zambrano y Emilio LLedó- es tener detrás de la vida individual de cada uno, un tesoro”. ¿Es el mundo que percibimos una mentira? Esta controvertida cuestión tiene connotaciones filosóficas y culturales que es conveniente analizar siempre desde un modo humanista comprometido, de manera que el lector tenga una visión de conjunto y luego, así, poder sacar cada cual sus propias conclusiones. Ya en los comienzos de la filosofía los presocráticos se plantearon cómo distinguir el conocimiento verdadero del aparente. Poco tiempo después fue Platón quien puso en tela de juicio nuestro conocimiento de la realidad. En el famosísimo “mito de la caverna” expone metafóricamente cómo la realidad no es tal y como se nos aparece. Desde entonces, la naturaleza del conocimiento pertenece a las cuestiones perennes de la filosofía y del sentido común que reside y anida en la vida cotidiana del ser humano. ¿Pudiera ser que aquello que creemos como verdadero no fuera más que la superficie de una realidad más profunda?, ¿cómo podemos saber que nos encontramos en un mundo real y no onírico?
La posibilidad de confundir el sueño con la vigilia fue una cuestión clave en Descartes para saber el grado de certeza que puede alcanzar el hombre ante sus dudas. Por eso no entiendo las dificultades que en nuestro país puede tener la búsqueda de la verdad, con argumentos tan peregrinos como que nadie en su sano juicio diría Kant cree ya en los salvadores y falsos tutores de una u otra ideología, después de abrir tantas heridas o mentiras. Juzguen ustedes
Francisco Velasco Rey