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TRES CLÁSICOS, TRES MÍSTICOS… Y UNA NIÑA, CANTAN A LA NAVIDAD.

           Las hojas del calendario han ido trascurriendo raudas a través del año como si tuvieran prisa por acabar pronto y llegar a un destino ignorado por nosotros. Parece que quisieran demostrarnos lo rápido que pasa el tiempo e, inmisericordes, decirnos que somos un año más viejos. El tiempo -tempus fugit- es así. Tan sólo piensa en recorrer el camino infinito que tiene por delante sin reparar en los demás.

            El caso es que de nuevo se nos ha echado encima la Navidad, otra Navidad en nuestra vida. Y ya van… unas cuantas. No sé por qué pero cada una es distinta a la anterior. Hacemos las mismas cosas. Nos reunimos la familia en las mismas casas. Confeccionamos nuestro menú tradicional. Cantamos los villancicos de siempre. Y recordamos con amor a aquellos seres que partieron hacia otra dimensión, más allá del sol en su ocaso. Pero quizás somos nosotros los que hemos cambiado.

            Con las alas del pensamiento nos trasladamos a esa época feliz de nuestra infancia y, cerrando los ojos, nos vemos en nuestra vieja casa rodeados de nuestros jóvenes padres, los abuelos, en buena madurez, los hermanos, niños como nosotros, envueltos todos en ilusiones, alegrías, y llenos de ingenuidad. Sin sospechar cuál había de ser nuestro futuro, preñado de incógnitas.

          Acompañados de zambombas, panderetas y botellas de anís del Mono, que algún familiar rascaba con virtuosismo, cantábamos villancicos ante nuestros sencillos belenes pues antes no se estilaba el “árbol”. Y luego, con el frío de las doce, nos íbamos a oír fervorosamente la misa del “gallo”. Por supuesto, no faltaba el aguinaldo para los niños. Era uno de los alicientes de la Navidad. Modesto, como correspondía a los tiempos, pero que recibíamos alborozados. Ahora todo el año es aguinaldo.

            Y yo me detengo a pensar, ¿son más felices las Navidades actuales, plenas de consumismo, bienestar, metas alcanzadas, o aquellas llenas de ingenuidad y amor vividas con el alma inocente de un niño? No lo sé. Cada cual puede reflexionar. Aquellas tenían el encanto de la niñez y una vida por delante para soñarla y vivirla. Éstas las vivimos con la madurez que nos han dado los años y la vida. Sabemos que pocas sorpresas nos puede deparar ya el destino. Casi todo lo hemos vivido ya, casi todo está hecho. Pero es Navidad. Sean cuales sean los tiempos, vivámosla llenos de ilusión con nuestros seres queridos, los que nos van quedando… Cantemos villancicos nuevamente y toquemos aquellas viejas zambombas, panderetas y entrañables botellas de anís del horroroso Mono. Y celebremos que ha nacido Jesús como cuando éramos niños. Ahora también hay niños, una nueva generación, en la casa. Y ellos tienen derecho a vivir su Navidad llenos de sueños y de esperanzas en que el futuro les traiga un mundo mejor reinando la paz.

          Demos, pues, la bienvenida a la Navidad 2017 y qué mejor modo de hacerlo que envueltos en poesía. Para ello, voy a llamar en mi auxilio a unos cuantos poetas que con sus inspirados versos han cantado la venida del Niño Dios. Ellos nos ayudarán a impregnarnos del auténtico espíritu navideño.

          Como introito, comencemos por tres clásicos del Siglo de Oro. Y abramos la lista nada menos que por Félix Lope de Vega Carpio, llamado por Cervantes, su eterno rival, Fénix de los ingenios, Poeta del cielo y de la tierra y Monstruo de la Naturaleza.        Nació en Madrid un 25 de noviembre de 1562 y murió un 27 de agosto de 1635. Puede decirse que fue el más importante poeta y dramaturgo del Siglo de Oro español por la extensión de su obra y calidad literaria. Se le atribuyen unos tres mil sonetos, tres novelas, nueve epopeyas y unas mil ochocientas comedias (“en horas veinticuatro pasaba de las musas al teatro”). Las más famosas son: El perro del hortelano, La Dama boba, Fueneovejun y El Caballero de Olmedo, entre otras. Muchas de ellas siguen representándose, tanto en teatro como llevadas a la pantalla.

         Su vida fue muy azarosa: varios matrimonios, múltiples amantes, numerosos hijos, habidos dentro y fuera de los matrimonios, raptos, destierros… y, como se suele decir, harto el demonio de carne se metió a fraile. En su última etapa se hizo sacerdote. Todo un aventurero de su época.

         El tierno poema que he elegido dedicado a la Navidad es todo un clásico, junto al de Las pajas del pesebre.

 

NO LLORÉIS, MIS OJOS

No lloréis, mis ojos,

Niño-Dios, callad;

que, si llora el cielo,

¿quién podrá cantar?

Vuestra Madre hermosa,

que cantando está,

llorará también

si ve que lloráis.

O es fuego o es frío

la causa que os dan:

si es amor, mis ojos,

muy pequeño amáis.

Enjugad las perlas,

nácar celestial,

que, si llora el cielo,

¿quién podrá cantar?

Los ángeles bellos

cantan que le dais

a los cielos, gloria,

a la tierra, paz.

Por estas montañas

descendiendo van

pastores, cantando

por daros solaz.

Niño de mis ojos,

¡ea!, no haya más;

que, si llora el cielo,

¿quién podrá cantar?

 

          Siguiendo con los clásicos, buceando en los poetas del siglo XVI, me encuentro con todo un exponente del culteranismo o gongorismo. Su nombre no podía ser otro que Luis de Góngora y Argote, nacido en Córdoba el 11 de julio de 1516 y fallecido en la ciudad que le vio nacer un 23 de mayo de 1627.

          Góngora, sacerdote -fue nombrado Capellán Real por Felipe III-, poeta, dramaturgo, recibió una esmerada educación estudiando en Granada y Salamanca. Autor de numerosos sonetos, romances y letrillas líricas, plenos de estética barroca en todos sus versos, siendo sus títulos más famosos La fábula de Polifemo y Galatea y Soledades. Su estilo suscitó una gran polémica por lo enrevesado de sus metáforas, ornamentación de lo externo y hermetismo en su contenido, siendo incluso ridiculizado por algunos de sus detractores. Los poetas de la Generación del 27 revalorizaron su poesía. Murió en medio de una extrema pobreza, pese a la vida de lujo y refinamiento que llevó, impropia de un sacerdote.

 

EN EL NACIMIENTO DEL SALVADOR

Caído se le ha un clavel

hoy a la Aurora del seno.

¡Qué glorioso que está el heno

porque ha caído sobre él!

Cuando el silencio tenía

todas las cosas del suelo

y coronas de hielo

reinaba la noche fría,

en medio la monarquía

de tiniebla tan cruel,

caído se le ha un clavel

hoy a la Aurora del seno.

¡Qué glorioso que está el heno

porque ha caído en él!

De un solo clavel ceñida

la Virgen, aurora bella,

al mundo se le dio, y Ella

quedó cual antes, florida:

A la púrpura ácida

sólo fue el heno fiel

porque ha caído sobre él.

El heno, pues que fue lino,

a pesar de tantas nieves,

al ver en sus brazos leves

este Rosicler divino,

para su lecho fue lino,

oro para su dosel.

¡Qué glorioso que está el heno

porque ha caído sobre él!

 

          Y completa este trío de clásicos otro grande del siglo de Oro: Pedro Calderón de la Barca, escritor barroco nacido en Madrid -1600- 1681. Estudió en la universidad de Salamanca, gran viajero, soldado, más tarde se hizo religioso –en esto coincidió con sus colegas Lope de Vega y Góngora- y, asimismo, fue nombrado Capellán por el rey y Caballero de la Orden de Santiago.

          Su fama se debe sobre todo como dramaturgo ya que su producción consta de ciento diez comedias y ochenta autos sacramentales (anecdóticamente, en algunos de ellos actué siendo niña en el colegio), amén de otros tantos entremeses.

          Sus comedias más famosas son: El alcalde de Zalamea, llevada al cine, El mayor monstruo, los celos y El médico de su honra, que aún se representan en la actualidad.

 

QUÉ QUIERO, MI JESÚS

Qué quiero, mi Jesús… Quiero quererte,

quiero cuanto hay en mí del todo darte

sin tener más placer que el de agradarte,

sin tener más temor que el ofenderte.

Quiero olvidarlo todo y conocerte,

quiero dejarlo todo por buscarte,

quiero perderlo todo por hallarte,

quiero ignorarlo todo por saberte.

Quiero, amable Jesús, abismarme

en ese dulce hueco de tu herida,

y en sus divinas llamas abrasarme.

Quiero, por fin, en Ti transfigurarme,

morir a mí, para vivir tu vida,

perderme en Ti, y no encontrarme.

 

 

         Vayamos ahora con los místicos y comencemos por una “fémina inquieta y andariega”: la Doctora de la Iglesia Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Jesús. Nacida en Ávila, Gotarrendura, el 28 de marzo de 1515 y fallecida el 4 de octubre de 1582, en Alba de Tormes. Monja fundadora de conventos, reformadora, de la Orden de Carmelitas Descalzas, mística, poeta y escritora, de hecho, la Patrona de los escritores. Es considerada, junto a San Juan de la Cruz, cumbre de la mística española. Sus obras más importantes son: Castillo interior Las moradas, Camino de perfección y El libro de su vida.

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          En el año 2016, Granada Costa le dedicó las 24 horas de poesía ininterrumpidas y a mí me cupo el honor de representar su figura en un guión de mi autoría, “Soliloquios de Santa Teresa con Dios”, junto a Julián Díaz Robledo. También quiero agradecer desde aquí el retrato que me hizo, caracterizada de Santa Teresa, el gran pintor y mejor persona, Chus Matamala.

          He escogido este delicioso poema dedicado a los Reyes Magos.

 

EN LA FESTIVIDAD DE LOS SANTOS REYES

Pues la estrella

 es ya llegada,

vaya con los Reyes

 la mi manada.

Vamos todas juntas

a ver al Mesías,

pues vemos cumplidas

ya las profecías.

Pues en nuestros días,

es ya llegada,

vaya con los Reyes

la mi manada.

Llevémosle dones

de grande valor,

pues vienen los Reyes,

con tan gran hervor.

Alégrese hoy

nuestra Gran Zagala,

vaya con los Reyes

la mi manada.

 

          Y, siguiendo con los místicos, ahora vamos con su gran amigo y compañero en Dios, San Juan de la Cruz, al cual la santa, con su gracejo, llamaba “medio fraile” por su pequeña estatura, y a la que acompañó en la reforma de la Orden carmelitana y en la fundación de conventos.

          Religioso y poeta místico de altísimo valor poético y riqueza de imágenes y simbolismos plasmados en sus versos, Juan de Yepes y Álvarez nació en Fontiveros en 1542 y murió en Úbeda en 1591. A pesar de lo breve de su obra, fue uno de los mejores poetas de la mística española. Famosas son su Noche oscura del alma y Subida al Monte Carmelo.

 

ROMANCE DEL NACIMIENTO

Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

 de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,

que en sus brazos le traía,

al cual la graciosa Madre

en su pesebre ponía,

entre unos animales

que a la sazón allí había,

los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio

que entre tales dos había,

pero Dios en el pesebre

allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa

al desposorio traía,

y la Madre estaba en pasmo

de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía.

 

          Y para terminar con los poetas místico-religiosos, hemos de cruzar ahora el océano y llegar hasta México, lugar donde nació Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, Sor Juana Inés de la Cruz. Nacida un 12 de noviembre de 1648 y fallecida un 17 de abril de 1695. Religiosa de la Orden de San Jerónimo, escritora y poeta exponente del Siglo de Oro de la literatura en español, cultivó la música, la lírica, el auto sacramental, el teatro y la prosa. Fue gran defensora de la mujer –famoso es su poema “Hombres necios que acusáis a la mujer…”-, y de los esclavos indios, ocupa un lugar destacado dentro de la literatura novohispana.

          Por mentes estrechas de la época fue condenada a destruir sus escritos que, afortunadamente, publicó en España el obispo Ignacio María de Castorena.

Dada la extensión de su poema de Navidad, escojo un fragmento del mismo.

 

NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA

De la más fragante Rosa

nació la Abeja más bella,

a quien el limpio rocío

dio purísima materia.

Nace, pues, y apenas nace,

lo que en perlas recibió,

empieza a pagar en perlas.

Que llore el Alba, no es mucho

que es costumbre en su belleza;

Mas ¿quién hay que no se admire

de que el Sol lágrimas vierta?

 

          Y expuesta esta pequeña muestra de poetas clásicos y místicos del Siglo de Oro glosando a la Navidad, y para terminar, me vais a permitir que abra el baúl de los recuerdos de mi niñez en Melilla. Colegio de San Vicente de Paul, donde me eduqué, orden francesa de las monjas de la Caridad, que tanto bien hacían y siguen haciendo. En una de aquellas entrañables funciones de Navidad (siempre me elegían para actuar por lo teatrera que era) canté, sabe Dios cómo, un villancico que ya no he vuelto a oír jamás, ni sé si era anónimo, pero del que aún recuerdo la letra completa y la música, a ritmo de vals, preciosa, por cierto. Recuerdo que salía con mi uniforme azul y mi cuello almidonado, en un salón de actos enorme, ante todos los alumnos del colegio, era mixto, sus padres, abuelos, tíos, la Madre Superiora, las hermanas… y hasta el obispo de Málaga que había venido de visita al Colegio. Entonces no me daba apuro. La inconsciencia de la niñez. Y yo solita en medio del escenario. Imaginaos: Suenan las primeras notas del piano, la profesora que me da la entrada, y una niña de nueve años “cantando”:

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PISEN TODOS MUY QUEDITO

Pisen todos muy quedito.

 No haya algazara ni estruendo,

algazara ni estruendo.

Si cantáis cantad bajito

que está mi Niño durmiendo.

Ru, ru, mi vida, ru, ru mi cielo.

Ru, ru, ru, ru, ru, ru, ru, ru.

No despierten al Niño

que está durmiendo.

¡Qué sueño tan tranquilo

tiene mi dueño!

La boquita entreabierta,

suelto el cabello.

No habléis tan alto,

que es lástima despierte

Niño tan guapo.

(Al estribillo)

 

          ¡Qué tiempos aquellos, Señor! Fue una época muy feliz en mi niñez y hoy, con vuestra venia, he querido dedicarle un pequeño homenaje a mi antiguo colegio y a aquellas monjas que tantas cosas buenas me inculcaron. Gracias, hermanas.

          Y a vosotros, la gran familia de Granada Costa, os deseo una feliz Navidad plena de paz, salud, amor y concordia.

Vuestra amiga Carmen Carrasco

0 thoughts on “TRES CLÁSICOS, TRES MÍSTICOS… Y UNA NIÑA, CANTAN A LA NAVIDAD.

  1. Querida amiga, cómo me gustaría ser santa teresa para estar a tu lado. A ver si rezas por mí para ver si puedo ir a Almuñécar. ¡Muy bonito! Te mando un besito. ¡Hasta pronto!

  2. Hola.
    He leído este artículo me ha parecido precioso coincidiendo con que estaba buscando la canción de pisen todos muy quedito, que mi madre siempre la quiere cantar y no se acuerda bien de la letra y de la melodía y es un villancico que cantaban en su casa y no quiere que se pierda esta tradición. Lo he estado buscando y no lo encuentro por ningún lado.
    No sé si la persona que ha escrito este artículo podría cantarla y enviármela.
    Me haría un enorme favor.

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