SAKURA
– Los principios del haiku para todos- de José Antonio Olmedo. Colección Lunaria nº 214. Una hermosa edición de Editorial Celya. 182 páginas divididas en una nota del autor, cinco partes, más epílogo, glosario, agradecimientos y bibliografía. La ilustración que tiene la portada es hermosa y ayuda a comprender la importancia de los instantes, la quietud en movimiento del contenido que te espera dentro. El título ya te indica el camino de su contenido y la accesibilidad que pretende. Toda una declaración de intenciones que marcan el itinerario lector. Un ensayo con aroma de manual o libro de texto. En las solapas del libro podemos leer el currículo del autor, a la izquierda, y las últimas publicaciones de autores españoles en la Editorial Celya con latido cultural japonés, a la derecha. En la contraportada se nos advierte que “Los sentidos son la puerta de entrada de ese suceso que acontece ante nosotros y nos conmueve (momento fundacional del haiku).
Atrapar un instante como quien atrapa un sueño, como esa araña que atrapa en su tela. Hacer de la contemplación y la reflexión un hábitat para la supervivencia y la toma de consciencia. El mundo está lleno de momentos fundacionales por descubrir y contar, por detener. Si la escritura es una forma de conservante, una bolita de alcanfor para el tiempo y el espacio, el haiku es como un aglutinante que pega la realidad y nuestros sentidos al lenguaje.
Para Félix Arce Araiz “El haiku es la forma de poesía más próxima al silencio. Unas pocas palabras menos, y el haiku se hace silencio. Unas pocas palabras más y el haiku deja de serlo”. Manifiesta Susana Benet en la “revistapurgante.com” que “el haiku no es para mí una doctrina con principios y preceptos. De hecho me he alejado bastante de la ortodoxia y de su aspecto sagrado, defendido por algunos autores. Lo que me importa es desarrollar mi propia voz, madurar como poeta y sentirme satisfecha con lo que hago”, “se trata de observar el mundo que nos rodea con la máxima atención y el máximo respeto”, “se trata de decir lo justo, lo esencial”. José Luis Morante advierte, refiriéndose a los haikus y los aforismos, que “la cuestión de los géneros da pie a un variopinto fluir argumental. Son muchos los que piensan que escribir haikus y aforismos es un escaparate de saldos. Una manera de publicar con el mínimo tejido. Y sin embargo cuánto amo ambas estrategias expresivas”. Otros como José Luis García Martín definen el haiku como “el soneto de los perezosos”. Para Enrique García-Márquez es “la unidad mínima de lirismo máximo”, y añade que “quien no puede ser perezoso de ninguna de las maneras es el lector de haikus porque tiene que extremar su atención, su selección y su sensibilidad”. Con estas mimbres previas afronto el camino lector que propone Sakura de José Antonio Olmedo.
Otros críticos, como Jesús Cárdenas Sánchez en el artículo titulado “La realidad y su proceso transformador” para “caocultura.com”, han dicho de Sakura y de José Antonio Olmedo que “aquí se nos muestra a un ensayista comunicativo, transparente, didáctico”, “A medida que avanza el ensayo Olmedo busca el equilibrio entre las fuentes, como a la hora de referirse de que el haiku es fruto de la religión, o el encuentro con la filosofía y las artes”, “como un auténtico manual para emplear en sus talleres se alza este Sakura…” Y José Luis Morante dice en su blog “puentesdepapel56.blogspot.com” que es “un trabajo en torno a la estrofa japonesa concebida como estado del alma, como mística de la existencia”, “José Antonio Olmedo deja en Sakura una clarificadora aproximación a la cultura japonesa; plasma ideas y pensamientos construidos con materiales de la tradición y con las percepciones de estudiosos que prestan perspectivas y enfoques argumentales”. En la contraportada del libro podemos leer que “Conocer los principios que el haijin japonés (poeta del haiku) tiene en cuenta a la hora de transcribir el aware (conmoción ante un suceso mínimo), es fundamental para dimensionar todo el trabajo y toda la belleza que esta forma poética (y también vía espiritual) puede llegar a condensar.”
Hay textos que llegan a nuestras manos para compartir con nosotros su magisterio, son manuales que fluyen en su lectura como enciclopedias, libros que comparten su sed de conocimiento, que se abren ante nosotros como grandes cristaleras frente a un paisaje precioso. Así es como yo he leído Sakura. José Antonio Olmedo, con gran maestría y pasión, ejerce de pedagogo del haiku, convirtiendo su libro casi en un texto “Kotobagaki”, una guía didáctica, un camino.
La ilustración que tiene la portada es hermosa y ayuda a comprender la importancia de los instantes, la quietud en movimiento del contenido que te espera dentro. Un ensayo con aroma de manual o libro de texto. En las solapas del libro podemos leer el currículo del autor, a la izquierda, y las últimas publicaciones de autores españoles en la Editorial Celya con latido cultural japonés, a la derecha. El título Sakura hace referencia a la flor de cerezo y su espectáculo. Su significado es contradictorio porque simboliza tanto la vida como la muerte, la belleza como la violencia. Hace referencia al espectáculo diurno de los cerezos en flor. Y por consanguinidad lírica nos acerca también al término japonés “Yozakura” que es el espectáculo de los cerezos en flor por la noche, iluminados después de la puesta de sol, con su manto de reflejos. Abre el ensayo, después del índice, una cita de Johann Gottfried Herder: “La cuerda tocada cumple su deber natural, ¡Suena! Llama en busca de un eco que comparta sus sentimientos, aunque no lo haya, aunque no espere que alguien le responda”. Encima de la cita hay una ilustración en negro de un torii: “un arco (una puerta) tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas marcando la frontera entre el espacio sagrado y profano”. O sea, divide, señala una frontera, marca una vía mística que une como un puente lo mundano y lo sagrado, aquí podríamos interpretarla también como el nexo que hay entre el lector aprendiz y autor senséi. “Tori” significa en japonés pájaro, y la “i” última significa lugar, por lo que podría traducirse como lugar pájaro o de los pájaros. Ahora la portada cobra más sentido aún, ahora la lectura se llena de matices, y el haijin lo percibo como un ave, y podría decirse que el manual es un estudio de ornitología lírica japonesa, y que la metáfora, de alguna manera, también habita en la mirada. Pero me surge una pregunta: ¿Lo usa el autor aquí como aviso para navegantes o también como una metáfora para referirse a los haikistas? Dejo de especular, lo que nos indica gráficamente es la intención última del libro. Después nos encontramos una “Nota del autor. ¿Por qué escribir este libro?”
El ensayo tiene 182 páginas y cinco capítulos. “Primera parte/ Conciencia de la finitud. Segunda parte/ Principios elementales. Tercera parte/ Una cultura llena de matices. Cuarta parte/ ¿Por qué el haiku es como es? Y quinta parte/ Personas importantes para el haiku.” Antes nos encontramos la nota del autor, y después de esas cinco partes hay un epílogo, glosario, agradecimientos y bibliografía. Cada parte comienza respectivamente con un ideograma japonés que significan: amor, felicidad, paz, belleza y Dios. En el epílogo leemos otra cita, esta de Jack Kerouac que dice: “Seguimos las vueltas del camino, y él nos lleva hacia adelante. ¿A dónde? A la verdad, a nosotros mismos, a los demás, ¿a Dios?”. Ese es el itinerario principal que nos espera, la ruta trazada por el autor para instruirnos. Como el propio José Antonio Olmedo manifiesta “es un libro hecho con mucho amor y respeto a la poesía y a las palabras”, y también a los lectores.
Este libro manual hace más hincapié en la visión del haiku como una vía hacia lo transcendente, o no. “Si la poesía, si un haiku puede ser un instrumento para transformar nuestra conciencia y llevarnos a una transcendencia espiritual, tal y como afirman los practicantes del haiku dô, parecen probadas las capacidades salvífica y transformadora de la palabra lírica. Verso y camino siguen siendo, pues, unas premisas vitales de las que no nos podemos desprender” –concluye el autor en la página 161. Añadiendo que el haiku “promulga la búsqueda de lo inefable, el cultivo de la conciencia, el estudio del silencio, la generosidad y la humildad”.
Si como decía Eric Fromm: “vivir es nacer a cada instante”, un haiku (o cualquier estrofa japonesa) es una forma de nacer, un nacimiento, y Eric Fromm también afirmaba que “el nacimiento no es un acto, es un proceso”. Yo añadiría que el haiku es casi una revelación, con lo que eso tiene de vía hacia lo transcendente, pero también puede ser una simple visión que pone en jaque procesos sinestésicos y cuánticos de percepción, como si fueran negativos fotográficos. La visión de Olmedo apuesta más por la ortodoxia del haiku como camino místico, pero también abre una vía a la heterodoxia. Porque si algo te queda claro y sobrecoge después de la lectura es la inmensidad que tiene el haiku, y la poesía japonesa, decir tanto con tan poco, lo esencial. Como manifiesta José Luis Morante, siempre tan acertadamente: “La propia cultura japonesa se ha sometido en el tiempo a un proceso de transculturación que ha modificado su identidad”. Sakura de José Antonio Olmedo es un libro interesante por lo que tiene de brújula y guía para adentrarse en la cultura japonesa, especialmente en el mundo apasionante del haiku y su aware.
Opiniones de un lector
Custodio Tejada
I CERTAMEN DE ARTÍCULOS Y POESÍA PERIÓDICO DIGITAL GRANADA COSTA
Cada tres meses se entregarán dos premios: uno concedido en la vertiente de textos y otro para los poemas