Poetas que cantan al verano
Estío. El astro rey, el sol, se enseñorea más en el cielo enviando implacable sus rayos sobre la tierra y sus habitantes. Días largos, interminables, a veces tediosos. Monótono cantar de cigarras. Campos abrasados y sedientos bajo una tórrida temperatura. Ciudades casi vacías porque sus habitantes las han abandonado en busca de otros parajes más frescos. Cansera, que diría el insigne poeta murciano Vicente Medina.
Sí, todo eso. Pero el verano es también sinónimo de alegría, de vivir desinhibidamente, de olvidar por un tiempo los problemas cotidianos y disfrutar de todo lo que la Naturaleza nos ofrece: mares azules, playas doradas, montañas, ríos… ¡Vida! Y amores. No importa que los amores veraniegos sean amores pasajeros, ya que, al fin, nos queda el bello recuerdo de esas noches de luna y romance, aunque esos momentos fuesen tan fugaces como perseidas, las luminosas lágrimas que San Lorenzo derrama cada verano.
Por ello, los poetas que en la historia han sido, le han cantado con sus versos al estío. Unos, resaltando su alegría, su joi de vivre. Otros, con tristeza, recordando algún amor pasado que se perdió entre las brumas del otoño. También hay quienes lamentan su soledad mientras la vida ríe a su alrededor. Y los hay a quienes esta estación les trae recuerdos de su infancia y de aquellos veranos vividos tan felices. Variedad de sentimientos y poemas veraniegos reflejados en los versos de cada poeta.
También nosotros tenemos nuestros recuerdos de veranos ya pasados cuando siendo jóvenes (quiero decir, más jóvenes), éramos más felices porque la vida se nos ofrecía placentera y llena de ilusiones. Después, como las hojas de un árbol en otoño, algunas de esas ilusiones fueron cayendo… No importa. Crecieron otras hojas, otras ilusiones y ahora la vida también nos ofrece cosas bellas que, al alcanzar la madurez, sabemos valorar más. Ahora hay que vivir el momento. Carpe diem, como nos dejó dicho el poeta latino Horacio.
Y después de este prolegómeno, paso a justificar el título de mi escrito: “Poetas que cantan al verano”. Para ello he elegido, un poco al pito, pito gorgorito, unos cuantos poetas, quienes, según su estilo y personalidad, han compuesto su poema dedicado a la canícula.
Comienzo, pues, con el gaditano Rafael Alberti (1902-1999), Premio Nacional de Literatura, y su Marinero en tierra. De él he elegido un corto poema en el cual el poeta, tan amante del mar, ansía la llegada del verano y contemplar una vez más a su amada, en bañador o sin él, junto a la playa, sin duda, de su querido Puerto de Santa María.
Cuándo llegará el verano…
¿Cuándo veré desde tierra,
amor, tu tienda de baños?
Vestida, en tu bañador
azul, hundirás el agua,
y saldrás desnuda, amor,
que el mar sabe lo que hace
para que te quiera yo.
¡Oh, tu cuerpo henchido al viento,
desafiando la mar,
desafiando la playa,
la playa, la mar y el cielo!
Sigo con el sevillano, yo diría más bien, soriano, Antonio Machado (1875-1939), a cuestas con su melancolía y su soledad, rimando sus tristezas en la calma de una noche de verano.
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.
Doy un salto en la geografía y me planto por arte de birlibirloque en el continente americano, cuna de grandes poetas. Me encuentro en Chile y, naturalmente, no podía menos que escoger al insigne poeta Pablo Neruda (1904-1973), Premio Nacional de Literatura de aquel país y Premio Nobel de Literatura en 1971. Su poema dedicado al verano, muy bello, es bastante largo, así que escogeré unos versos del mismo.
Verano, / violín rojo, / nube clara, / un zumbido / de sierra / o de cigarra / te precede, / el cielo / abovedado, / liso, luciente como / un ojo, / y bajo su mirada, / verano, / pez del cielo / infinito, / élitro lisonjero, / perezoso /… Sube / una estrella / fresca / por el cielo / sombrío, / crepita / sin quemarse / la noche / del verano. (fragmento).
Siguiendo con los poetas hispanoamericanos, ahora le toca el turno al colombiano Jorge Gaitán (1903-1948), poeta, crítico literario, ensayista, filósofo, que ante una bella tarde de verano, junto a su amada, se siente vivo y goza de los placeres que en esos momentos se le ofrecen, descubriendo un mundo radiante de erotismo.
Sé que estoy vivo
en este bello día
acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
vierten su espeso olor al mediodía.
Antes de aquí tendernos no existía
este mundo radiante. ¡Nunca en vano
al deseo arrancamos el humano
amor que a las estrellas desafía!
Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo.
Nazco en el esplendor de conocerte.
Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte.
Continúo, ya que estoy metida en ello, con los poetas de la América Hispana y no podía dejar a un lado al mayor exponente de los poetas peruanos: César Vallejo (1892-1938). Poeta, escritor, narrador, periodista, ensayista, calificado como “el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas y poeta universal”. Triste, pero muy bello es el poema que le dedica al verano.
Verano, ya me voy. Y me dan pena
Las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
¡Verano! Y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya e voy. Allá, en septiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta el alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
¡Ya no llores, Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho…
Dando por finalizada la selección de poetas hispanoamericanos, cruzo de nuevo el océano y ya de vuelta me doy un garbeo por Madrid. ¡Sorpresa! Me tropiezo mentalmente con Mario Benedetti (1920-2009). Sí, el poeta uruguayo que también reclamaba su puesto junto a sus colegas americanos. Polifacético, comprometido políticamente –lo cual le valió el destierro-, en posesión de innumerables galardones, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Durante una de las etapas que residió en Madrid le dedicó este poema urbano en el que describe el rostro distinto que la ciudad ofrece en el mes de agosto donde, según él, la historia se detiene.
Madrid quedó vacía
Sólo estamos los otros
y por eso
se siente la presencia de las plazas
los jardines y fuentes
los parques y glorietas
como siempre en verano
Madrid se ha convertido
en una calma unánime
pero agradece nuestra presencia
a contrapelo de los demás
en un agosto de eclosión privada
sin mercaderes ni paraguas
sin comitivas ni mítines
en ningún mes del larguísimo año
existe enlace tan sutil
entre la poderosa metrópoli
y nosotros pecadores afortunadamente
los árboles han vuelto a ser
protagonistas del aire gratuito
también los pájaros disfrutan
ala batiente de una urbe
que inesperadamente se transforma
en vivible y volable…
(fragmento).
Dejo la urbe y, envuelta en romanticismo, doy un salto en el tiempo y ahora elijo al sevillano Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), mi poeta preferido. ¡Qué hermoso homenaje le hizo Granada Costa durante las 24 horas de Poesía ininterrumpidas 2015! Bécquer es en sí la poesía, en su esencia, en su sentimiento, en sus rimas, plenas de romanticismo y espiritualidad. Como canta en la rima XXXII su amor por una mujer idealizada.
Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé:
ni aún mirarla me volví, y, no obstante,
algo a mi oído murmuró:
“Ésa es”.
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos y… fue.
Ahora me voy a la bella Granada; sol, nieve, zambra y buenos poetas. No, esta vez no es Lorca sino Luis García Montero (1958), poeta granadino, quien nos narra en sus rimas, con ciertas notas de erotismo, los recuerdos de una tarde de verano junto a la mujer amada, un amor pasado, como tantos amores del estío.
Recuerdo de una tarde de verano
Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.
……………………..
bajo el temblor confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos…
(fragmentos).
Tampoco podía faltar en este grupo de poetas un valenciano, ya que Valencia ha dado un gran número de ellos, entre los que hoy he escogido a Francisco Brines (1932), Miembro de la Real Academia Española, Premio Adonáis de Poesía, Reina Sofía, entre otros muchos. En su poema “Los veranos” añora los veranos pasados de la juventud y se pregunta dónde han quedado, hoy tan sólo grabados en la memoria.
Los veranos
¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.
Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.
Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!
¡Y Sevilla! Parafraseando el verso del poeta, me vengo a referir a mi admirado Manuel Machado (1874-1947), “el olvidado”, como titulé una conferencia que di sobre este buen poeta, injustamente desconocido hoy por las nuevas generaciones –y algunas menos nuevas- y eclipsado totalmente por su hermano. Manuel Machado fue una gran figura representativa del modernismo en España (mucho más importante en su tiempo que Antonio Machado). Miembro de la Real Academia Española y original creador de la copla popular andaluza al cual copiaron posteriores poetas muy famosos. No digo nombres.
En su poema “Verano” no se puede describir mejor y con menos palabras esta estación del año. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Para mí es el mejor de todos los poemas dedicados al estío. Por eso lo he dejado como broche de oro de esta pequeña selección de poetas que hoy nos han recordado una etapa, por lo general feliz en nuestras vidas, cantando al verano en nuestra hermosa lengua: el español.
Verano
Frutales
cargados.
Dorados
trigales.
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales.
Umbría
sequía,
solano…
Paleta
completa:
verano.
Carmen Carrasco Ramos
Buena selección y recreación poética.
Magnifico tu escrito Carmen. Y excelentemente documentado. Maravilloso.