PARA ANA DE CASTRO

(La voz que el fuego olvidó)
Hay un jardín en la noche donde las flores
no tienen nombre, solo perfumes que mueren al alba.
Las mujeres escriben con agujas de luna
sobre telas de sombra, historias que el borra día.
El amor es un río que se bebe a sí mismo:
sed que no sacia, espejo que no devuelve el rostro.
Las manos tejen versos en el aire,
y el viento los deshace como lágrimas secas.
Hay un reloj sin horas en la torre del olvido:
las agujas son plumas de pájaros cautivos.
La voz de una mujer es un puente sobre el abismo,
construido con suspiros y astillas de silencio.
Nadie recoge las palabras que caen al vacío,
pero germinan en grietas, raíces de tinta oscura.
La noche es una madre que mece lo no dicho,
y en su regazo crecen versos sin dueño.
En el silencio de los siglos,
donde las voces se pierden en el olvido,
Ana de Castro, poeta del alma,
emerge con versos que desafían el destino.
Su pluma, un susurro en la noche,
un grito de libertad en el silencio,
cada palabra, una lucha contra el tiempo,
un eco que resuena en la eternidad.
En un mundo de sombras y secretos,
Ana de Castro encuentra su voz,
sus versos, un refugio para el espíritu,
un canto a la vida y sus misterios.
Con delicadeza y profundidad,
explora los rincones del corazón,
un viaje interior que revela verdades,
un espejo que refleja el alma humana.
En la danza de las letras,
Ana de Castro teje su magia,
cada verso, una pincelada en el lienzo,
un cuadro que el tiempo no puede borrar.
Su poesía, un faro en la oscuridad,
una luz que guía al pensamiento,
un canto a la esperanza y la verdad,
un himno que perdura en el tiempo.
Ana de Castro, voz que el silencio rompe,
en tus versos se escucha el eco de la esperanza.
Con delicadeza, tejes sueños y anhelos,
y en cada palabra, un mundo nuevo nace.
Tu pluma, como brisa, acaricia el alma,
y en suaves susurros, la belleza nos calma.
Eres faro y guía, en la noche oscura,
con tu luz, la poesía se vuelve aventura.
