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MIRADA AL PASADO COLLIURE, SU ÚLTIMO CAMINO

Rotativo Coillure

José María Escribano Muñoz

Hendaya-Francia

Antonio Machado Ruiz, (1875-1939) poeta y prosista español, perteneciente al movimiento literario conocido como “generación del 98”, sin duda el autor más leído de su generación.

Nació en Sevilla cursando sus estudios en Madrid, en “El Instituto Libre de Enseñanza”. En 1893 publica sus primeros trabajos en prosa, mientras que sus primeros poemas aparecen en 1901. En 1899 viaja a París, ciudad donde volvería en 1902, año que conoce a Rubén Darío, siendo determinante tanto en su obra como en su vida personal, convirtiéndose en el mejor amigo de Antonio. Por esas fechas conoce en Madrid a don miguel de Unamuno, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y otros destacados escritores, con los cuales mantendría a lo largo de su vida una estrecha amistad.

Su vida fue un constante caminar por toda España, la cátedra de francés en Soria propició que conociera a Leonor, con la que contrajo matrimonio, un amor que la vida quiso que la convivencia fuera breve, si bien su recuerdo le acompañó toda su vida.

En esta casa murió Antonio Machado

En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua, durante los años veinte y treinta, escribió junto a su hermano Manuel teatro, estrenando varias obras de éxito, destacando (1929) “Duquesa de Benamejí”, (1931) “La Lola se va a los puertos”.

La guerra, como para tantos españoles, supuso el mayor trauma para Antonio Machado, viendo cómo se esfumaban aquella oportunidad de colocar a España en el panorama europeo, situación que le llevó en sus últimos días de su vida, a entregarse en los brazos de su anciana madre, como único refugio. Es significativo que Ana Ruiz dejara este mundo tres días después de la pérdida de su hijo.

Antecedentes:

Antonio Machado Ruiz, nace en el seno de una familia muy ligada a la cultura, su abuelo paterno Antonio Machado Núñez, fue profesor en la Universidad Central de Madrid, fundador junto a Federico Castro, de la Revista de Filosofía y Ciencias. Su padre, Antonio Machado Alvares, era doctor en letras, siendo creador del folklore español. Sin duda con estas referencias familiares, fueron los mimbres necesarios para que Antonio caminara por caminos de cultura, influyendo sin duda en su obra poética.

Con tan solo ocho años, ingresa en El Instituto Libre de Enseñanza en Madrid, durante este tiempo de estudiante, tendrá la oportunidad de conocer a compañeros que más tarde destacarían en el panorama cultural, tanto español como internacional.

A los veinte años verá publicados sus primeros artículos, en un periódico madrileño que se llamaba “La Caricatura”. Recién cumplidos los veinticuatro años, lleva a cabo su primer viaje a París, la capital francesa fue el trampolín necesario donde Machado supo entrar en contacto con gran parte de la intelectualidad internacional del momento.

En lo personal sin duda la muerte de Leonor Izquierdo, con la que contrajo matrimonio, un breve enlace, fue lo que lo marcaria de por vida con la muerte de la joven esposa. Durante este tiempo, desde el punto de vista poético, se puede decir que supuso una etapa muy fructífera, sobre todo el poemario dedicado a Castilla.

El refrán español de “que nadie es profeta en su tierra”, en la persona de Antonio sin ser del todo cierta, si que cuando recorres el camino machadiano, percibes cómo fuera de España, es admirado y lo sienten como uno de ellos.

Su obra poética fue su mejor legado de amor a España, marcando las pautas, que nos deberían conducir a una sociedad mejor, hoy como ayer tus versos continúan con tanta vigencia como cuando los creaste, nosotros somos los hacedores de camino, “Golpe a golpe, verso a verso”, no son voces huecas, son paridas desde el más profundo amor, y la solidaridad con España y sus gentes.

Así se fue…

Su amor por España:

Antonio fue un hombre que, desde su más tierna infancia, supo identificarse con su entorno, “aquel patio sevillano, y un huerto donde madura el limonero”. Esta primera etapa en la vida del poeta, sin duda sirvió en el desarrollo posterior de su obra, dotándole de un lirismo y un color como solo se puede observar en Andalucía. Más tarde su acercamiento a Castilla, le aportó en su paleta, las mil y una gama de ocres, de aquellas tierras acogedoras de siembras, pero también las rastrojeras en el hastío. La mayoría de sus biógrafos coinciden en una opinión, que, tanto en su vida como en su obra, los veinte años en Castilla, fueron los que más influencia ejercieron en toda su carrera, es cierto que esta larga estancia, le permitió salidas a otros pueblos y otras culturas de la península, ampliando el conocimiento de los mismos, (como él bien decía en más de una ocasión, “no se puede amar, aquello que no se conoce”). Y Antonio aprendió amar a España, desde el conocimiento, descubriendo en la variedad, su riqueza cultural.

Antonio Machado siempre entendió, que la riqueza de los pueblos, estaba en sus gentes, que son las que le aportan riqueza y singularidad, otra observación machadiana, es la de considerar el lugar de nacimiento, como un simple accidente, el amor por la tierra, por sus gentes, es algo que se puede practicar y se debe llevar a cabo en todo lugar, no obstante, sin olvidar que este tránsito, es lo que forjará el comportamiento, a lo largo de la vida.

Su desacerbado amor por España, le llevó a gozar con ella, pero sin duda a sufrir hasta el punto de considerar su derrota como propia, una vez perdida toda la esperanza, cansado, enfermo y derrotado, se entregó a la parca, esta vez convencido que no era un sueño, “como el de aquel niño, que soñaba atrapar al caballito de cartón, pero el despertar le volvía a la más cruda realidad”. Para entender su comunión con España, nada mejor que acercarnos a sus versos: “por mis venas corre sangre jacobina” sin duda está explicando su posición política, con aquella España de su tiempo. Antonio como otros intelectuales, soñaron una España mejor, por eso trabajaron para alcanzar su sueño, pero al despertar, solo encontraron muerte y desesperación.

La huella de Machado

Haciendo Camino:

Antonio Machado toda su vida, la consideró como un constante caminar, y así lo refleja en su obra. Para describir su camino nada mejor que las palabras del propio autor, en el prólogo de sus “Obras Completas”, cuando nos cuenta:

“Nací en una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de las Dueñas, sito en la calle del mismo nombre. Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, donde mis padres se trasladaron, y me eduqué en el Instituto Libre de Enseñanza. A mis maestros guardo vivo afecto y profunda gratitud.

Mi adolescencia y mi juventud son madrileñas. He viajado algo por Francia y España. En 1907 obtuve Cátedra de lengua francesa, que profese durante cinco años en Soria. Allí me case, allí murió mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me traslade a Baeza, donde hoy resido.

Mis aficiones son pasear y leer”.

En la siguiente edición de su obra incorpora estos nuevos datos:

“De Madrid a París a los veinticuatro años (1899). París era todavía la ciudad del affaire Dreyfus en política, del simbolismo en poesía, del impresionismo en pintura, del escepticismo elegante en la crítica.

Conocí a personalmente a Oscar Wilde y a Jean Moréas. La gran figura literaria, el gran consagrado, era Anatole France”.

“De Madrid a París (1902). En este año conocí en Paris a Rubén Darío.

“De Soria a París (1910). Asistí a un curso de Henri Bergson en el Colegio de Francia.

“De 1912 a 1919, desde Baeza a las fuentes del Guadalquivir y a casi todas las ciudades de Andalucía.

“Desde 1912 paso la mitad de mi tiempo en Segovia y en Madrid la otra mitad, aproximadamente. Mis últimas excursiones han sido a Ávila, León, Palencia y Barcelona (1928)”.

Reconocimiento del Gobierno de España

La esperanza derrotada:

La proclamación de la Segunda República en abril de 1931, fue coincidente con su nombramiento como catedrático en el Instituto Calderón de la Barca en Madrid.

Antonio Machado siempre se mostró como un hombre de paz, como nos dejó escrito en sus versos: “No extrañéis, dulces amigos, / que esté mi frente arrugada, / yo vivo en paz con los hombres/ y en guerra con mis entrañas”. A lo largo de su vida, sufrió graves reveses emocionales, sin duda el más lamentable le vino con el golpe de estado del 1936, en su obra las reflexiones filosóficas fueron una constante, como nos refleja en “Campos de Castilla”, pero sus reflexiones quizá más importantes, son las que aparecen en la “Hora de España”, bajo el seudónimo de Juan de Mairena, un personaje fruto de la fantasía del autor.

Antonio se mostró fiel a la idea de España que tenía, como demostró con su permanencia en Madrid hasta última hora, incluso cuando los bombardeos eran constantes, solo cuando las algaradas se adueñaron de las calles madrileñas, fue cuando se traslado a Valencia, junto a otros intelectuales como Rafael Alberti. Su estancia en Valencia fue una agonía constante, viendo cómo las heridas de España hacían sangrar su espíritu, hasta convertirlo en un reducto de lo que antaño fue. Pero no renunció a como él decía: su lucha poética, que continuó con su traslado a Barcelona.

Uno de los golpes más duros durante este tiempo para Machado, sin duda fue el asesinato de Federico García Lorca, al cual dedico algunos de sus versos más sentidos y emocionados de la carrera del autor, como “El Crimen” y “El poeta y la muerte”, en este último, tomando como base el Romancero Gitano, durante su lectura, escuchamos los martillos sobre los yunques, moldeando el hierro caliente recién salido de la fragua.

La muerte temprana, en los brazos de Ana la madre anciana, como representando la piedad moderna, se nos fue como vaticino, ligero de equipaje, hoy su corta estancia en Colliure, se ha convertido con el apoyo de las autoridades francesas, en un lugar de peregrinaje laico.

Tumba de Ana Ruiz y su Hijo Antonio

Conclusiones:

Antonio Machado fue un vivo ejemplo de honestidad, su vida desde su nacimiento estuvo marcada por la vulnerabilidad del ser humano, nacido en el palacio de las Dueñas en Sevilla y muerto en una humilde pensión, de un pueblecito pesquero, al cual hoy le ha aportado interés gracias a su corta presencia.

Para una persona como yo que, desde niño, soy un incondicional de la obra machadiana, solo ante su tumba, pude apreciar en toda su dimensión, los versos que se muestran a los pies de su lapida:

         “Y cuando llegue el día del último viaje,

      Y esté al partir la nave que nunca a de tornar,

      Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

      Casi desnudo, como los hijos de la mar…”

El reconocimiento del gobierno español, a los españoles que se vieron forzados al exilio, es cierto que llegó muy tarde, como lo recuerda una placa, colocada en aquel acto de un gobierno en democracia.

Sin embargo, visitar Colliure, es comprobar la importancia del poeta a nivel internacional, siendo motivo de estudio sus versos, en las más destacadas universidades. Cuando cualquier turista visita su oficina de turismo, entre la amplia oferta, una de las más relevantes es la ruta machadiana, que comienza en su fundación, situada en la casa donde murió, y continua por la calle que porta su nombre, para desembocar ante la tumba, donde se cobijan los restos de Antonio Machado y su Madre Ana Ruíz.

La proximidad de Colliure a la frontera española, facilita el acceso de buena cantidad de visitantes españoles, pero recorriendo sus calles y sus puntos de interés, nos damos cuenta de cómo tratan su patrimonio, con respeto ante el turismo masificado, ese que solo le importa poner la bandera, de “hemos estado allí”. Pero que se vuelve a casa sin saber nada del lugar. No quisiera cerrar mi artículo de hoy, sin dar una vez más las gracias a las autoridades locales de Colliure, por el buen trato, mantenido con Antonio y su anciana madre…

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