LAS ESTATUAS DE RAPA NUI
En mis diferentes viajes alrededor del mundo, he retenido grabado en mis pupilas todas aquellas historias milenarias cuya huella permanece entre nosotros y de las que los investigadores no han aportado una explicación convincente y segura de su presencia. En el anterior ejemplar me refería a las Pirámides de Egipto y ahora lo hago refiriéndome al pueblo de Rapa Nui, que viene rodeado de misterio desde la remota antigüedad y añaden nuevos misterios todavía desde fechas recientes.
El hecho de que la isla esté situada en medio del Océano Pacífico y aunque en la actualidad pertenece a la Región de Valparaíso (Chile) bien pudo hace miles de años pertenecer a otros descubridores algo más alejados como eran los habitantes de las islas Polinesias. Poco se sabe de su ancestral cultura. La esclavitud y el sometimiento de aquel pueblo manejado a la fuerza, pudo sufrir transformaciones interesadas por la cultura dominante, que borrara de su historia real la fascinante razón por la que la Isla de Pascua estuvo a punto de desaparecer durante los siglos XIX y XX. Los mitos y tradiciones de los visitadores vecinos de uno y otro lado del Pacífico, han rodeado de misterio el origen verdadero, que pudo estar escrito en la desaparecida memoria milenaria de los antiguos nativos, y por tanto se haga imposible descifrar el contenido de las tablillas “rongorongo” que se han encontrado y de las que hay serias dudas de que pertenecieran a sus pueblos originarios.
Dichas tablillas con diferentes grabados, y figuras de animales en numerosas posturas, se encuentran depositadas en museos del mundo y con muy raras inscripciones rongorongo de escrituras que pudieron tener rasgos polinesios, pero siempre señalando su origen Rapa Nui.
En el año 1770 González de Ahedo se presentó con dos barcos españoles y reclamó la isla para el Rey de España, en una ceremonia militar que obligaba a los isleños a firmar un tratado de acuerdos con los principales jefes nativos, bautizándola con el nombre de San Carlos.
El halo de misterio en el que coinciden los científicos e historiadores en general para descifrar lo que pudo ser la cultura Rapa Nui, se basa en las cientos de teorías que obedecen a la pregunta, de cómo se pudieron hacer y sobre todo, cómo pudieron trasladar esos colosos de piedra (los moáis) sin las modernas herramientas, sin grúas ni grandes artefactos mecánicos que a día de hoy serían imprescindibles para manejar tamañas esculturas que en la actualidad son la seña de identidad de la isla de Pascua. Alguna de tantas teorías señalan que pudieron ser transportadas con la ayuda de alienígenas o seres de otros planetas, apuntando a que fuera la razón por la que su escritura se perdiera definitivamente en la memoria de los primitivos, por lo que en la actualidad nadie es capaz, ni tal vez lo sea nunca, de descifrar las tablillas del rongorrongo plagadas de jeroglíficos.
Hasta fechas muy recientes, las célebres estatuas permanecían enterradas sin que nadie se atreviera a desenterrarlas; pero un grupo moderno de arqueólogos decidió comprobar el tamaño real de las mismas y recordaron que desde hacía tiempo algunos exploradores mantenían la tesis de que las esculturas no eran sólo cabezas, sino que desde su origen las estatuas habían sido cubiertas progresivamente por la erosión y sedimentos expulsados por los volcanes cercanos a lo largo de 500 años, dejando sólo las cabezas al descubierto. Y en efecto, las piezas eran completas y sus cuerpos enteros de 8 metros de profundidad desde la base del suelo, marcaban toda su estatura y estaban perfectamente esculpidos. Y no sólo se encontraron los cuerpos completos con sus pies y manos, sino que durante las excavaciones aparecieron también piezas de mecanismos que pudieron ser utilizados para erigir y posicionar tan pesadas moles. Pero la magnitud de las estatuas dejaba la duda a los nuevos descubridores, de cómo una sociedad primitiva pudo crear, desplazar y ubicar tan enormes piezas y con tanta precisión en los lugares donde se encuentran ahora.
Lo que sí han precisado los investigadores, que fueron esculpidas en toba volcánica, pero el enigma permanece sobre el método que pudieron usar para construirlas; porque las estatuas tienen los torsos perfectamente tallados y en alguna de ellas con diversas figuras dibujadas y esculpidas en su espalda enigmáticos relieves escritos que han resultado indescifrables. La teoría más coincidente sobre el significado de las mismas, hace suponer que los nativos que las construyeron pretendieron recordar y representar a sus antepasados.
Un dato curioso publicado recientemente, es que todas las estatuas ahora desenterradas tienen grabadas diversas leyendas, sin embargo aquellas que estuvieron desde siempre desenterradas, no tienen escritura alguna… ¿Por qué?
Diferentes tesis hablan de su antigüedad, y mientras unos autores señalan que fueron colocadas entre los siglos XII al XVII, otros aseguran que fueron los moáis quienes las colocaron en la isla de Pascua hace 15.000 años. Algunos escritos refieren que durante el siglo XV la isla padecía una crisis de sobrepoblación que dio lugar a que se desencadenaran sucesivas guerras de supervivencia por la escasez de alimentos; mientras otros historiadores locales, refieren que la población nativa sufrió un progresivo descenso debido a las enfermedades importadas por los descubridores del nuevo mundo…
Analizando todo cuanto se ha escrito por investigadores e historiadores sobre su historia y cultura proveniente de uno u otro lado del Pacífico, me permito decir a título personal conociendo ambas esquinas, que me inclino por una influencia polinesia más que sudamericana. Hasta el nombre de sus habitantes “moáis” tiene cierto parecido al de los “maorís” de Australia y Nueva Zelanda. Y hasta ciertas costumbres y tradiciones son coincidentes en sus fiestas y en sus ritos religiosos; y entiendo que tienen mayor influencia polinésica de la que pudieron imponer los incas peruanos en sus visitas, y a los que algunos historiadores señalan como introductores o responsables.
Resulta llamativo que la historia conocida de los aborígenes de la isla, así como de la cultura Rapa Nui, no haya podido ser verdaderamente desvelada y se apoye en muchos casos en los mitos y leyendas que fueron
–al parecer- transmitiéndose de forma oral por los propios nativos, y que la escritura encontrada tallada sobre tablillas y llamada por ellos “kohau rongo rongo” tampoco haya sido descifrada, lo que denuncia el desinterés de cuantos se han implicado en las investigaciones, o el deseo de ocultar o reservarse aquello importante que pudieron ir descubriendo.
Lo que si queda muy claro, que la vida de los habitantes de la Isla de Pascua, al igual que en las culturas polinesias, mejicanas, egipcias y asiáticas, estaban organizadas alrededor de sus creencias espirituales o religiosas con sus ceremoniales, y dichas creencias y su evolución marcaron de manera significativa el curso de la historia. La música Rapa Nui, así como las danzas que actualmente se practican en la Isla de Pascua, son de origen polinesio, y las dedican igual que aquellos, a los dioses, a los espíritus, a la lluvia y al amor.
La ceremonia del Hombre-Pájaro (Tangata Manu) pudo iniciarse alrededor del siglo XVIII en honor del dios Make Make así representado en la tierra; y las celebraciones anuales relegando el culto a sus ancestros, y eligiendo cada año al iniciarse la primavera a un Hombre-Pájaro, cosa que correspondía a los sacerdotes y clase dominante; el ceremonial permaneció hasta la llegada de los misioneros católicos a la isla en 1866.
En cuanto a quienes fueron los primeros pobladores, permanecen diferentes teorías: la más consistente es que la Isla de Pascua fue poblada en el siglo V por un grupo de navegantes polinesios procedentes de Asia; y la más probable es que, en el siglo IV d.C. llegó una tribu al mando del Rey Hotu-Matua, con técnicas desarrolladas para esculpir la piedra y ellos pudieron ser los creadores de los moáis, las gigantes figuras de forma humana, de orejas grandes y largas y ojos mirando al sol.
Lo que no se ha llegado a saber, es lo que pudo motivarles para construir tales estatuas, pero se tiene constancia, de que la isla de Pascua era un paraíso lleno de bosques, aves y animales desconocidos. Y que para construir tales colosos, debieron talar todos los bosques y remover montañas enteras para arrancar los enormes bloques de piedra y poder tallarlas para transformarlas en auténticos monumentos.
Desde siempre se pensaba que las numerosas cabezas que estaban dispersas por toda la isla, serían solo cabezas, pero las recientes excavaciones han demostrado, que debajo de una importante capa de tierra, permanecieron también ocultos durante siglos los cuerpos enteros. Poco más se sabe de los moáis de la isla de Pascua hasta la fecha, pero cabe suponer que cuando hayan sido desenterradas todas las estatuas, muchos de los enigmas y misterios serán al fin desvelados.
La población nativa actual es bilingüe y se habla con toda normalidad el español, compartido eso sí, con el pascuense o Rapa Nui que comúnmente emplean en su ámbito familiar.
Julián Díaz Robledo