LA VARA FLORIDA DE SAN JOSÉ
En estos días festivos de la Navidad un amigo me invitó a su casa para que viera el belén que había construido. Aunque hace ya años que el interés por estas cosas me abandonó, no obstante, por esa norma social y de amistad que es la cortesía, pues fui a ver el belén. Y una vez más tengo que admitir que los juicios a priori suelen ser erróneos y nada recomendables. El belén me encantó. Me encantó por su originalidad, por su belleza plástica, por su sencillez y por su simbolismo dentro de la tradición más rigurosa. Se componía simplemente de un establo con una vaca, un burrito varias cabras y otras tantas ovejas repartidas por la estancia corralera, y en el hueco de una gran piedra que hacía de pesebre donde comían los animales, se había adaptado para que fuera la cuna donde se acostara el Hijo de María recién nacido. Todo hecho de escayola, unas telas y poco más. El conjunto era una recreación perfecta y exacta de la interpretación de las Sagradas Escrituras. Una simple mirada al belén podía hacernos retroceder en el tiempo dos mil años y sumergirnos por unos instantes aquellas escenas.
De las figuras de este belén sólo tres tenían valor artístico y material dejando al margen el simbólico: el Niño, la Virgen y San José que eran de porcelana de Sèvres del siglo XVIII, que eran herencia de sus padres. No obstante, al valor artístico de las figuras, simbolismo, y armonía y belleza compositiva del belén, había una objeción: la vara de San José carecía de flor. Por eso su hija de ocho años se negaba a contemplarlo y a enseñarlo a sus amigos. Le pregunto a la niña si sabe el significado de la flor de la vara de San José y me contesta que no lo sabe pero que tiene que tener una flor, así de categórico. Entonces me presto a contárselo ya que su padre también estaba interesado. Comienzo así:
Cuando la Virgen María cumplió los tres años sus padres la llevaron al templo de Jerusalén con ofrendas al Señor. Y después de haber celebrado un sacrificio conforme al uso de la ley, dejaron allí a la niña para que fuera educada en el recinto del templo con otras niñas. Esa era la costumbre en aquellos tiempos en el pueblo de Israel. Y ellos regresaron a casa. “Y la Virgen del Señor a la vez que en edad, crecía igualmente en virtud”. (Apócrifos, Evangelio de la Natividad de María, cap. VI-VII).
La educación y estancia en el templo terminaba al cumplir los catorce años, fecha aproximada cuando solía venir la regla a las mujeres. Al llegar a esta edad el gran sacerdote anunciaba que todas las niñas que habían sido educadas en el templo, y que tenían catorce años debían volver a sus hogares y casarse. Esas eran las costumbre. Todas obedecieron inmediatamente menos María. Las razones que expuso fueron que sus padres la habían consagrado a Dios y ella misma después había ofrendado su virginidad al Señor. Oído esto el gran sacerdote quedó confundido y sin saber qué hacer, pues nunca había ocurrido nada semejante. Y por otra parte las Escrituras decían :”Haced votos al Señor y cumplirlos”. No se podía romper un voto; incluso una palabra dada había que cumplirla. Entonces el gran sacerdote convocó una reunión de las personas notables de Jerusalén y sus alrededores para saber qué decidir. De esta reunión salió por unanimidad que había que consultar a Dios pues no era una decisión fácil. Así que todos se entregaron a la oración. Y entonces el gran sacerdote consultó al Señor, y al poco, una fuerte voz que todos oyeron, dijo que había que buscar a quien debía desposar y guardar a aquella virgen. Y así se daría cumplimiento a la plegaria de Isaías que dice:” Y saldrá una vara del tronco de ISAÍ y un vástago retoñará de sus raíces”.
Así que conforme a esta profecía, el gran sacerdote ordenó que todos los hombres de la casa de David aptos para el matrimonio solteros o viudos, llevaran su vara al templo y de aquélla en la que se produjera el milagro de florecer en su extremo, y se posase el espíritu del Señor en forma de paloma, ese sería el elegido para ser el esposo y guarda de María.
Todos los convocados llevaron su vara excepto José. Pero no ocurrió nada en las varas allí depositadas, por lo que se volvió a convocar de nuevo la consulta, y esta vez sí que José llevó su vaca y floreció en su extremidad y de ella salió una paloma. Así que José era el elegido para casarse con la Virgen María. Esta es la razón por la que siempre se representa a San José con una vara florida, es su atributo.
También llama la atención la representación de San José en su aspecto físico, es bastante mayor, y antes del barroco aparecía como un anciano. Y es que en realidad era mayor. Pues cuando fue elegido para la guarda y esposo de María él se negó diciendo:” Soy viejo y tengo hijos, mientras que ella es una niña. No quisiera servir de irrisión a los hijos de Israel”. Pero el gran sacerdote le convenció para que aceptara porque esa era la voluntad del Señor. Así se dice en el capítulo IX del Protoevangelio de Santiago.
Las representaciones de San José a partir de finales del siglo XVIII serían de un hombre mayor pero no viejo, pero sí con la vara florida. No es necesario apuntar que mi amigo el constructor de belenes, henchida el alma de sentimiento religioso después de escucharme, salió a comprar una flor, de almendro para más señas, pero de plástico y la colocó en la vara de San José.
ROGELIO BUSTOS ALMENDROS
Granada a 17 de enero de 2019
Muy bonita he interesante historia Rogelio.
Gracias por explicarnos como se tuvo la certeza de escoger a San José co. O el esposo perfecto para la Santa madre de Dios