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     Ríe el heredero bajo su máscara

                                                                                           de llanto  (Publio Sirio)

    Dice Cicerón en su libro de “De la vejez” lo siguiente: “Los viejos son de mal humor, inquietos, irascibles y difíciles de carácter; y si bien lo miramos hasta avaros. Pero estos son defectos del carácter no de la vejez”. Y lleva mucha razón porque el carácter nos acompaña toda la vida, pues tanto los vicios como las virtudes con los años no desaparecen, sino que se acentúan. También dice Cicerón que los viejos “se creen despreciados, desdeñados, burlados”. Si Cicerón tuviera que escribir en nuestra época este libro, sin duda, cambiaría alguna palabra. En ese “creen” con toda seguridad hubiera escrito Son despreciados, desdeñados y burlados porque es la verdad. Y también hubiera añadido algunas lindezas más. Sirva como ejemplo este caso.

Fernando acaba de cumplir 70 años y su esposa cumplió 65 hace un año… pero no volverá a cumplir más aquí en la tierra porque murió hace un año. Fernando fue funcionario del ministerio de Hacienda y se jubiló a los 65 como ordenaba el reglamento. Deseaba la jubilación ardientemente, pues la consideraba como un nuevo renacer a la vida. Disponibilidad de tiempo y libre de esas responsabilidades que supone el ser honesto en su trabajo. Ahora podía viajar, conocer otros países… se le presentaba un mundo de colores; su mujer y él ahora iban a vivir la buena vida que hasta entonces les había estado vetada no sólo por el trabajo sino por cuidado de los dos hijos, colegios, universidad, el pago del piso y del automóvil, todo a plazos. Ahora podían vivir bastante bien de su sueldo y de sus ahorrillos, pues sus dos hijos estaban casados y con hijos. Era el momento de desquitarse de tantos años de trabajo y de privaciones.

  Pero Fernando se equivocaba, ahora iba a padecer una etapa de decepciones. Si él durante 35 años había sido escrupuloso en la administración de todos los españoles, en su casa fue su mujer la tesorera y administradora sin interferencias ni control de nadie.

   Después de la jubilación Fernando, quiso recuperar el tiempo perdido; organizó viajes, estancias en hoteles cerca del mar, comidas de vez en cuando en algún restaurante de renombre, comprarse un automóvil nuevo, asistir a este o aquel espectáculo… todo fue inútil, su mujer se lo echaba por tierra, con la justificación de “no podemos permitírnoslo, es una ostentación estúpida, hay que ahorrar para el día de mañana”… Ésta es la disculpa que más repetía, y él que era creyente y leía el evangelio recordaba entonces aquellas palabras de Jesús: “No os inquietéis, pues por el mañana; porque el día de mañana ya trae su propia inquietud” (San mateo 6-34) Y Fernando se preguntaba: ¿Después de toda una vida de trabajo y privaciones, aún no ha llegado el día de mañana para nosotros?

No obstante, él observaba que sus hijos, nueras y nietos se daban la gran vida en viajes, automóviles, fiestas, y disponían de toda clase de aparatos de estas nuevas tecnologías, no se privaban de nada, una vida de verdadero lujo y ellos una miseria, porque su mujer últimamente escatimaba gasto hasta en el comer, y todos los afectos estaban volcados sólo en sus hijos y en sus nietos, al parecer él no existía-

Fernando después de la muerte de su mujer tuvo que hacerse cargo de la casa y en la carpeta donde ella lo guardaba todo encontró un documento con acciones compradas por ella, pero a nombre de sus hijos. Es fácil comprender la decepción, el cabreo, la rabia que sentiría Fernando cuando comprobó que en el banco sólo disponía de una pequeña cantidad cuando creía que tendría una fuerte suma dado los años de austeridad rayana en la miseria en la que le había tenido sometido su mujer: “para el día de mañana”.

   Surge una pregunta, ¿Por qué su mujer actuó de esa manera miserable para ellos dos y derrochona para sus hijos y nietos? Pues muy sencillo, intentó comprar el cariño de ellos de esa forma. La peor de las formas. Quizás si hubiera conocido bien las canciones de Manolo Escobar hubiera actuado de otra manera: “ni se compra ni se vende el cariño verdadero. No hay en el mundo dinero para comprar los quereres”.

   Como creo que hay muchas familias mayores con este mismo problema, pues traigo las reflexiones que en cierta ocasión escribió el uruguayo Mario Benedetti:

1.- Es hora de usar el dinero que usted ahorró durante toda su vida. Usarlo     para usted, no para guardarlo, no para que lo disfruten los que no conocen el sacrificio de haberlo conseguido, personas que ni siquiera son de la familia, nueras y yernos.

2.- Cuidado, no es hora de inversiones por muy maravillosas que parezcan, éstas sólo le traerán angustias y éste es un momento para tener mucha paz y tranquilidad.

3.- Deje de preocuparse por la situación financiera de sus hijos y de sus nietos, no se sienta culpable de gastar su dinero en usted mismo. Ya le ofreció lo que fue posible en su infancia y juventud, como una buena educación. Ahora, por tanto, la responsabilidad es de ellos.

4.- Ya no es época de sostener a nadie de su familia, sea un poco egoísta, tenga una vida saludable sin grandes esfuerzos físicos. Haga gimnasia moderada y aliméntese bien.

5.- Compre siempre lo mejor y más fino, recuerde que ahora un objetivo clave es gastarse el dinero en usted, en sus gustos y caprichos.  Después de muerto el dinero sólo genera odios y rencores.

6.- No debe angustiarse por poca cosa. En la vida todo pasa.

7.- No caiga en la tentación de vivir con sus hijos o nietos. Consiga más bien un ama de llaves que le acompañe y colabore en las tareas del hogar.

8.- Lea libros, periódicos, oiga radio, vea buenos programas televisivos, llame a los amigos. Manténgase siempre actualizado.

9.- Hable poco y oiga más. Su vida y su pasado sólo le interesan a usted. Si alguien le pregunta por esos asuntos, sea breve y procure hablar cosas buenas y agradables.

10.- los dolores y las molestias estarán presentes, no las vuelva más problemáticas de lo que ya son hablando permanentemente de ellas. Al final solamente le afectan a usted y son problemas suyos y de sus médicos.

        El ensayista francés Montaigne, tenía muy clara su opinión sobre estas sugerencias de Benedetti cuando escribió que gracias a la fortuna, su trabajo y la mesura en el gastar le habían proporcionado vivir sosegadamente y no estaba dispuesto a multiplicar sus riquezas para dejársela a sus a sus herederos, “pues vivimos en un mundo donde ni la lealtad de los propios hijos se conoce”.

ROGELIO  BUSTOS  (14-2-2024)

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