Portada » HAY SILENCIOS QUE DUELEN

HAY SILENCIOS QUE DUELEN

flor 1

Hablar de amor es como hablar del aire: está en todas partes, nos envuelve, y muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de lo esencial que es hasta que falta. Estas palabras surgen de un corazón que late desordenado, de un alma que no sabe cómo contener tanto sentimiento, de alguien que mira a la persona amada y ve un ángel que no sabe si es real o un sueño. Al principio, cuando el amor apenas asoma, uno siente que no cabe en el pecho tanto deseo de expresar lo que pasa por dentro. No sé si era un ángel, pero sus brazos parecían alas, su piel blanca como el silencio de la madrugada, su mirada cargada de miedo y ternura. Quizás temía amar, quizás temía entregarse a algo que no controla. Mientras tanto, yo me perdía en cada gesto, en cada palabra, en cada silencio cómplice que construía puentes entre nuestras almas. Y aunque me duela la garganta de tanto querer gritar lo que siento, aunque los versos se rompan en mis dedos porque no doy abasto, sigo aquí, escribiendo, intentando transformar este amor en algo eterno.

            El amor es como un canto suave en medio de la noche, como el murmullo de la tierra cuando despierta el día. Es memoria que el tiempo no mata, canción absurda que se repite en la cabeza cuando todo está en silencio. Mientras ella parece temer el amor, como si sus alas fueran demasiado frágiles para sostener tanto sentimiento, yo sólo quiero verter mi corazón en sus manos, contarle que este amor no tiene grandes promesas ni palabras vacías, sólo un deseo profundo de cuidarla, de verla sonreír, de convertirme en el refugio de sus miedos. Muchos dirán que el amor es complicación, que trae lágrimas y desvelo. Y es cierto. Pero también trae la fuerza para seguir, la esperanza que se renueva cada mañana. En este viaje de dos, hay silencios que duelen, hay distancias que queman, hay palabras que se atragantan porque no siempre sabemos cómo decir lo que sentimos. Aun así, prefiero un millón de días imperfectos a vivir sin este temblor en la piel, sin este fuego que arde en cada mirada.

            A veces, la persona amada entra en nuestra vida como un pájaro en el museo de los recuerdos, revolotea, deja todo patas arriba y hace nido donde no sabíamos que había espacio. Llega con su luz, con su forma de ser única, con su voz que es música en los oídos. Y aunque el miedo de perderla sea como un fantasma que ronda la habitación en las madrugadas más solitarias, el amor es más fuerte, más terco, más valiente. No se rinde. No se apaga. Se transforma. El amor también es contradicción, queremos tener a esa persona para siempre, pero también dejarla libre para que sea feliz. Queremos escribirle un poema, pero a veces las palabras se quedan pequeñas ante la grandeza de lo que sentimos. Queremos abrazar tanto, que tememos romper aquello tan frágil que es el corazón del otro. Y es que amar no es solo ternura. También es lucha. Es aceptar que a veces la persona amada se aleja, que guarda silencios que no entendemos, que teme lo mismo que nosotros tememos: perderse, entregarse, transformarse en alguien que no reconozca su propio reflejo. Pero es justo ahí donde el amor se hace más fuerte: cuando, a pesar del miedo, elegimos quedarnos. Cuando, a pesar de la incertidumbre, elegimos creer.   

            En medio de todo, brotan versos como flores. Uno cuida, riega, espera. Y a veces florece, otras veces parece marchitarse, pero nunca deja de ser amor. Porque aunque duela, aunque queme, aunque parezca imposible, el amor siempre deja un rastro de belleza. Incluso en los días más grises, hay algo de color en el simple hecho de sentir. Tú, mi flor, mi ángel, mi canción sin rima, quizás no sepas lo que generas en mí, pero lo intuyes cuando sonríes y me miras como si el mundo pudiera quedarse en pausa sólo para nosotros. No quiero prometerte que nunca fallaré, ni que siempre seré perfecto. Pero quiero prometerte que estaré, que cada vez que la tristeza te toque el alma, buscaré la manera de devolverte la alegría. Que no importa cuánto tiemble la tierra bajo nuestros pies, mi abrazo será tu lugar seguro. Hay quien dice que el amor es de papel, como las flores que se marchitan rápido. Yo creo que aunque venga del papel, aunque nazca de palabras, si está hecho de verdad, se convierte en algo inmortal. Porque las palabras se transforman, pero el sentimiento que las inspira sigue latiendo, como un eco que viaja más allá del tiempo. Con el tiempo, aprendí que el amor no necesita grandes gestos todo el tiempo. A veces está en lo más simple: un café compartido, un mensaje que dice “hola” cuando el día está gris, un silencio compartido que no incomoda. El amor no necesita luces de neón ni promesas de eternidad, se alimenta de lo cotidiano, de la ternura de cada gesto, del cuidado que se demuestra sin palabras. Ahora, cuando pienso en todo lo que siento, en lo que me inspira tu risa, tu mirada, el modo en que haces que mi mundo sea más brillante, solo puedo agradecer. Agradecer por el regalo que es este amor, por el temblor que causa en mi voz, por cada verso que brota cuando pienso en ti. Puede que la vida sea incierta, que el futuro sea una pregunta sin respuesta. Pero en este momento, en este instante en que te pienso, todo cobra sentido.

            Al final, sólo me queda decir que amar es también aceptar la fragilidad de las cosas. Es entender que nada es para siempre, pero que eso no le quita belleza. Al contrario, hace que cada instante valga el doble. Porque cuando se ama de verdad, no hay garantías ni certezas, pero hay un pulso vivo, un latido que empuja a seguir, que da fuerza cuando parece que todo está perdido. El amor no es cuento de hadas perfecto. Es algo que construimos a diario, con errores y aciertos, con miedo y valentía. Es la canción que seguimos cantando aunque desafinemos, la flor que cuidamos aunque a veces se marchite, la llama que protegemos incluso cuando el viento sopla fuerte. Y en el fondo, eso es lo más bonito: que a pesar de todo, elegimos amar. Porque amar, incluso con sus sombras, sigue siendo el acto más luminoso que puede brotar de un corazón humano. Hoy quiero hablarte sin tantas vueltas, decirte lo que a veces me guardo por miedo o por no saber cómo poner en palabras. Eres mi risa inesperada en un día gris, mi café de la mañana, el abrazo que me calma cuando el mundo parece un caos. A veces me da miedo amarte tanto, porque me haces sentir vulnerable, como si cada parte de mí dependiera de tu sonrisa. Pero también me das fuerza, me recuerdas que amar no es perfecto, que a veces duele, que a veces cansa, pero que sigue siendo lo mejor que nos puede pasar. Quiero escribirte mil poemas, cantarte canciones que invento en mi cabeza, decirte que aunque no tenga todo resuelto, aunque a veces me equivoque, aquí estoy, con el corazón abierto, esperando que quieras quedarte. Porque aunque la vida sea un torbellino, tú eres mi calma. Y eso, amor, vale más que cualquier promesa.

Francelina Robin

1 thought on “HAY SILENCIOS QUE DUELEN

Deja un comentario