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HACERSE MAYOR NADA TIENE QUE VER CON LO VIEJO

La vejez es una etapa normal de la vida. Nacemos crecemos, envejecemos y morimos. Este es el paso natural de todos los seres vivos. Pero actualmente hablar de vejez es un tema tabú. Damos la espalda a todo lo que no haga referencia a la juventud y salud. Parecería que ser viejo, no ser guapo o tener alguna enfermedad es una de las plagas de Egipto de las que debemos huir o ignorar.

Antiguamente los ancianos eran personas a las que la sociedad les tenía un especial reconocimiento por su experiencia de vida y sabiduría. Actualmente, estamos inmersos en la era tecnológica, donde la rapidez de los cambios es excesivamente acelerado. Con la crisis económica,  hubo una desaceleración en el tema de consumo, pero seguimos teniendo el perfil de despreciar “lo antiguo, lo viejo”.  Las modas, la música, las formas de relacionarnos socialmente cambian de un día para otro. Un ordenador o un teléfono quedan rápidamente anticuados y hay colas para poder adquirir lo más rápidamente posible el último modelo. Lo mismo ocurre cuando se estropea un electrodoméstico, resulta más barato cambiar por otro nuevo y mejor, que reparar el que se ha estropeado. Esta es una sociedad de hacer, usar y tirar. Es la sociedad de consumo que consume vorazmente a todo y a todos, porque no solo es aplicable a  los objetos, sino que lamentablemente también las personas quedan incluidas en este consumo indiscriminado.

A lo largo de nuestra vida tenemos tres grandes duelos: la adolescencia, los 40 años y la jubilación. El duelo es un proceso que sucede cuando se da una muerte (perdida) en la vida. Puede ser tanto la muerte de una persona querida o la pérdida de un trabajo, la ruptura de una pareja, etc. Hablamos de duelos porque son etapas de la vida que cierran definitivamente un espacio vital que nunca más vamos a poder recuperar. Todos necesitamos pasar por un proceso para poder elaborarlo. Primero nos deprimiremos e intentaremos negar la perdida, después nos rebelaremos y finalmente lo aceptaremos, lo que permitirá que se pueda volver a reorganizar nuestra vida y establecer nuevas relaciones vinculares.

Cuando entramos en la adolescencia debemos despedirnos definitivamente de nuestra infancia. Nunca más vamos a ser niños, porque aunque nosotros no queramos el cuerpo empieza a cambiar, como el sistema hormonal, el pensamiento y los conceptos espacio tiempo. En esta etapa empieza desarrollarse el tipo hipotético deductivo. Cuando somos pequeños tenemos todo el tiempo del mundo y el espacio limitado pero a medida que nos hacemos mayores cada vez tenemos menos tiempo y el espacio es inalcanzable. También cambiamos nuestra relación con los padres y buscamos nuestra identidad con el grupo de iguales. Es la época de la rebeldía y de ir buscando nuestro lugar en el mundo. Por ello es importante que los padres sepan manejar correctamente esta etapa de sus hijos, y como ya hemos dicho varias veces, actúen de padre y no “de coleguitas”. De pequeños “suelen reírles todas las gracias” y aceptan conductas que nada tienen que ver con la etapa evolutiva. Varios autores señalan que se ha perdido la niñez, dado que adoptan conductas que corresponderían más a la etapa adulta. Podemos ver actitudes sexuales, tipos de relaciones  o de conducta que nada tiene que ver con la niñez y que son consentidas por los padres. Todo esto agravado por la falta de control de las redes sociales y la imitación de los tipos de formas de divertirse de los adultos. En España, al contrario de los países anglosajones, se puede adquirir alcohol sin mucho problema.

Lamentablemente actualmente tenemos un  alargamiento innecesario de la etapa adolescente. Se hace la vida excesivamente fácil y no se les prepara para la realidad de la vida, donde hay que luchar para poder conseguir un espacio propio. Se puede poner la excusa de que no hay trabajo, pero yo soy de la generación donde tampoco nada se nos puso fácil. De la generación que trabajamos en diferentes trabajos para poder estudiar bachillerato superior y la carrera universitaria. Tampoco fue fácil encontrar el primer trabajo y tuvimos hacer diferentes tareas para mantenernos mientras hacíamos prácticas gratis de nuestra especialidad. La diferencia es que somos una generación que se nos inculco el valor del esfuerzo y del viejo dicho: “debajo de cada baldosa hay un duro, pero hay que levantar la baldosa”. La película francesa “Lolo, el hijo de mi novia”, es muy recomendable porque ilustra mucho este tipo de adolescentes que nunca quieren crecer.

El segundo duelo es cuando llegamos a los 40. Se supone que debemos tener estabilidad económica, una familia, hijos, un determinado estatus social. Pero también empezamos a enfrentarnos en que ya no somos jóvenes y que cada vez más, de manera imparable,  vamos a hacernos viejos. Que nunca más serán jóvenes. En  una sociedad donde hay una especie de veneración por la juventud, cumplir 40 años puede ser vivido de manera catastróficamente. Da la impresión que la juventud es el talismán indispensable para ser aceptado y sobrevivir en nuestra sociedad. Afortunadamente no todos piensan igual y pueden aceptar el paso del tiempo de una manera más o menos cómoda, porque no olvidemos que estamos hablando de un duelo. Pero ¿qué pasa con los que no aceptan el paulatino envejecer? Muchos de ellos entran es situaciones de patetismo. Ambos, hombre y mujeres (aunque parece que estas tienen más tendencia a hacerlo) recurren a tratamientos anti-envejecimiento o de cirugía estética. Como un intento mágico de intentar parar el paso del tiempo, suelen cambiar las parejas por jovencitas o jovencitas de edades parecidas o menores de las de sus hijos. Ese conato de querer controlar a voluntad el paso del tiempo no funciona en realidad y pueden darse situaciones bastante peripatéticas. Solamente hay que revisar las revistas del corazón y ver los fiascos de la cirugía estética o del uso indiscriminado de botox.

En muchas mujeres el hecho de entrar en la menopausia puede ser vivido como una liberación y dicen que es la mejor etapa de su vida. Siempre que acepten  los cambios de su cuerpo, van a darse cuenta que pueden continuar teniendo una vida sexual sin problemas, claro está diferente pero no por ello menos gratificante y creativa. Pero para algunas puede ser una etapa trágica. Mujeres que su vida ha estado especialmente circunscrita a la familia y los hijos (no tienen vida laboral ni social). “El síndrome del nido vacío” genera ansiedad y depresión. Pueden sentirse “inútiles”, especialmente cuando los hijos empiezan a no necesitarlas. Esto puede hacer que se conviertan en “criadas sin sueldo de sus hijos”. Desde los hijos que tiene la casa como “la pensión Vicente”, tiene una edad donde perfectamente podrían vivir solos pero que realmente les va muy bien seguir a los cuidados maternos, usando todos los beneficios de la casa sin dar nada a cambio. Peor aún es cuando la abuela se convierte en una “niñera” de sus nietos a tiempo completo y sin ningún tipo de honorario. Está bien ayudar a los hijos pero la mayoría de los casos, cuando ya no son necesarios los hijos suelen olvidarse de ellos o simplemente no se les da el reconocimiento que realmente tiene el trabajo que hacen. Y no lo hacen porque creen que es una obligación que los padres tienen con ellos.

Finalmente llega la jubilación. El ultimo gran duelo, que nos enfrena a la muerte futura de la que ninguno puede huir. La vejez es temida porque con ella lleva unida la decrepitud del cuerpo y la enfermedad. Para muchas personas la jubilación es el inicio de una etapa donde poder desarrollar sus capacidades creativas y lúdicas, sin tener que estar sujetos a los horarios y responsabilidades de trabajo. Pero tener todo el tiempo del mundo no necesariamente tiene que ser una bendición. Va a depender mucho de cómo era su vida social y personal antes de la jubilación. Si hacían actividades deportivas, artísticas, culturales, solidarias, sociales, etc., el hecho de tener todo el tiempo del mundo les va a permitir poderse dedicar a las mismas y poderlas disfrutar al máximo. También están las personas que trabajan en el campo y que nunca terminan de jubilarse, porque siempre tienen trabajo que hacer. A diferencia de los hombres, en general, las mujeres suelen llevar mejor las jubilaciones porque siempre tienen una tarea que hacer. Suelen salir más con las amigas a teatros cines o viajar. El problema es cuando la jubilación llega y no se tiene nada que hacer ni intereses claros por alguna actividad. Cuando la jubilación se vive como ser marginado le la actividad laboral, pasar a un segundo plano, perder “poder y/o reconocimiento” puede generarles diferentes estados de ánimo negativo.

Los problemas principales de la vejez son: las enfermedades (especialmente las degenerativas, neurológicas o Alzheimer), la soledad y el maltrato. Hemos alargado la vida, pero muchas veces ese alargamiento no está ligado a la calidad de vida. Pasar a ser dependiente y perder la intimidad no está suficientemente tenido en cuenta y muchas veces oculta un maltrato muy grave hacia las personas de la tercera edad. Pero este sería un tema largo de explicar que desarrollare en otro artículo.

Como decía saber envejecer es todo un arte que debemos empezar a aprender desde pequeños. Bien es verdad que paulatinamente vamos perdiendo autonomía y no podemos hacer todo lo que hacíamos años atrás, cuando éramos más jóvenes, pero  también es verdad que hay otras muchas actividades que se pueden continuar haciendo o empezar a hacer. Y especialmente tener en cuenta que aunque hacerse mayor implica que estamos más cerca de padecer enfermedades y de la muerte, aun tenemos muchas cosas que aportar a la sociedad que es lo que realmente nos hará sentirnos vivos y poder morir sabiendo que hemos vivido.

Carmen Tello

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