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Dra. Carme Tello Casany

El fenómeno del “botellón” apareció en los años ochenta del siglo pasado, como alternativa a las discotecas y como una forma barata de consumo de alcohol y de socialización entre los jóvenes. Actualmente, coincidiendo con el hecho de que los locales de ocio nocturno están cerrados por el COVID, estamos asistiendo a situaciones de descontrol derivadas de la ingesta colectiva de alcohol, que generan gravísimas situaciones de violencia y desordenes públicos. El agravante de la situación es que muchas veces la policía se siente totalmente desbordada y con dificultades de controlar la situación. El “botellón” es tanto como una forma barata de consumir alcohol (comparado con los precios de las discotecas), como de socializarse, divertirse, desinhibirse y perder el control. Consiste en beber grandes cantidades de alcohol en poco tiempo y escuchar música, bailar y socializarse al aire libre, normalmente los fines de semana. Aunque la población del “botellón” no está compuesta solamente por adolescentes sino por población joven en general, vamos a centrarnos en ellos para explicar los riesgos del alcohol en esta etapa evolutiva.

Según el Ministerio de Sanidad, el consumo de alcohol suele iniciarse alrededor de los 13 años. El 75,1% de los adolescentes de 14 a 18 años han consumido alguna vez alcohol, 6 de cada 10 adolecentes, se han emborrachado alguna vez en la vida y 1 de cada 3 lo han hecho en los últimos 30 días. Los adolescentes normalmente beben como: un ritual de transito, una búsqueda de su identidad, diversión y trasgresión, por placer, por aburrimiento, para poder vencer la timidez, ligar o tener sensaciones y emociones nuevas. Suele creerse que si uno tiene “su punto” ésto le va a permitir mejorar las relaciones sociales y demostrarse que ya es una persona adulta libre e independiente.

El alcohol afecta de diferente forma según el sexo del que lo consume. La mayoría de los estudios han demostrado que las mujeres empiezan a tener problemas derivados de la ingesta de alcohol mucho antes que en los hombres, aunque los niveles de consumo sean más bajos que en los hombres. Es decir que si un hombre y una mujer consumen la misma cantidad de alcohol, la mujer tendrá más niveles de alcohol en sangre, con mayor riesgo de desarrollar diferentes enfermedades. Esto se debe a diferencias biológicas, especialmente porque la mujer produce menos la enzima alcohol-deshidrogenasa que el hombre. Esta menor producción de la enzima va a implicar que la eliminación del alcohol sea más lenta en la mujer. Actualmente hemos observado un alto incremento de consumo de alcohol en chicas, podríamos decir que al mismo nivel que en los chicos, que se debe a diferentes factores. Tradicionalmente los hombres consumían el alcohol en sociedad y las mujeres en el hogar. Cuando hablamos de adolescentes, éste no es el modelo, dado que tanto hombres como mujeres usan el alcohol para socializar, porque mayoritariamente las mujeres han copiado el modelo masculino. Un fenómeno que estamos observando es que la imitación que la mujer ha hecho de modelos masculinos, ha dado lugar a que prácticamente no hay diferencias significativas de sexo en la ingesta de alcohol entre hombres y mujeres de 14 a 18 años. Un problema muy grave derivado del alcoholismo femenino es que, durante el embarazo, el feto resulta afectado por el Síndrome Alcohólico Fetal, lo que va a provocarle daño cerebral y problemas de crecimiento irreversibles.

Según un estudio de la Obra Social de la Fundación la Caixa, el principal problema del consumo del alcohol en adolescentes, es que éstos niegan los efectos nocivos en su salud. Nada más alejado de la realidad, porque van  a encontrarse con serios problemas tanto a nivel físico, psicológico como social. Y esto es debido a que, al producirse  a edades tempranas, desde el punto de vista evolutivo,  el cerebro de los adolescentes es especialmente vulnerable al alcohol. Como consecuencia de esto, se produce un alto riesgo de dependencia y derivación en el alcoholismo. La posibilidad de caer en una toxicomanía va a depender de: la personalidad de base, patrones familiares, influencia del grupo de amigos, contexto socio económico y facilidad de acceso al tóxico. Otro punto a tener en cuenta, son los altos factores de riesgo que implica su ingesta descontrolada, como puede ser: consumo de otras drogas (tabaco, cannabis, cocaína), comas etílicos, accidentes de tráfico, conductas sexuales de riesgo, embarazos precoces no deseados, episodios de vandalismo y de violencia, abandono escolar, dificultades laborales, sociales y de pareja.

Como decíamos, tradicionalmente el alcohol, al ser una droga legal, se considera una droga blanda, como el tabaco,  frente a las ilegales (cannabis, cocaína, heroína). Por este motivo se tiende a minimizar los riesgos de su consumo: “yo controlo”. Pero al normalizar y negar los riesgos derivados de su consumo, se olvida que la ingesta indiscriminada de alcohol es el paso franco para acercarse al consumo de las drogas ilegales.

La familia tiene un papel fundamental en la prevención del alcoholismo en los adolescentes. Hoy en día hay muchos modelos de familia, pero continua siendo fundamental para la organización psicoafectiva, sexual y somática del ser humano. El tipo de vinculación afectiva que se efectúa en los primero años de vida va a condicionar el futuro de ese bebé. Durante la infancia, van a organizar su estructura de personalidad en función de las conductas observadas. Familias donde se da un consumo desorganizado de alcohol y otras drogas pueden generar una aversión hacia el consumo del mismo, pero generalmente dan lugar a una conducta imitativa por la dejadez y permisividad parental. Otro factor de riesgo es que en familias, donde existe una permisividad y dejadez, aunque no hay un consumo desmesurado de alcohol,  esa permisividad facilita el que no se detecten a tiempo los factores de riesgo de adicción de los hijos. Suele decirse: “es cosa de jóvenes que se divierten”, “no hay riesgo porque es un buen chico o una buena chica”. Es importante que los padres informen a sus hijos de los riesgos del inicio precoz de consumo. Al mismo tiempo es importante que no respondan pasivamente a las borracheras que puedan tener los mismos. Cuando un adolescente, y más cuando hablamos de adolescentes de 13, 14 o 15 años,  llega borracho a casa los padres tiene que “ponerse las pilas” y no mirar hacia otro lado diciendo que: “es una cosa de jóvenes”. esto supone que se debe hablar desde el lugar de padre o madre y no de “colega” o “amigo”. Para ello, debe evitarse el control deficitario tanto de las conductas como de los horarios. Es importante que los padres lleven una política unitaria y no entren en desautorizaciones entre ellos y menos delante de los adolescentes. Esto no quiere decir que deban tener respuestas rígidas, pero si lo suficientemente flexibles, que puedan favorecer y potenciar la autoestima y la flexibilidad para negociar y tomar decisiones en cuanto a las salidas lúdicas de los adolescentes. Cuanto antes se detecten conductas  de riesgo que puedan derivar en alcoholismo mejor se podrá intervenir y solucionar el problema. Es importante que cuando los padres detecten estas conductas de riesgo lleven a sus hijos e hijas a los servicios especializados para que puedan recibir la atención correspondiente. Recordemos que una buena supervisión es una forma de buen trato, y al contrario un dejar hacer sin ningún tipo de control es una grave forma de maltrato.

Dra. Carme Tello Casany

Psicología clínica

Presidenta de la Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM

Presidenta de la federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato

Infantil FAPMI

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