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DIOS EN NUESTRAS VIDAS – XII

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Dios, como Padre Misericordioso, está siempre con nosotros en cualquier circunstancia de nuestra vida, por mucho que dudemos de ello en algunas ocasiones.

      Certeza de ello la tenemos los cristianos por nuestra fe. Porque así se nos dijo: “Templo del Espíritu Santo sois y amados de Dios”, por eso, como cristiano consciente, convencido y practicante, me da pena ver cuan desarraigados estamos los hombres de ese querer de Dios, y como en algunas ocasiones, muchos viven y mueren rechazando sus mandatos y su presencia.

      A diario, da pena ver los lamentables afanes del hombre, sus luchas, por el logro de unos equivocados ideales, que lo llevan inconscientemente en muchas ocasiones, por insondables caminos que predicen ya prematuramente su perdición. Son caminos alejados de Dios donde el  “yo”,  priva sobre todas las cosas. Esta postura conduce a estar tan lleno de soberbia y avaricia su corazón, que no dejan lugar  para nada más a lo largo de sus vidas.

      Los que realmente engrandecen al hombre son otros caminos. Es el compartir, es darse a los demás, es gastarse en el amor, y el mayor amor es renunciar a sí mismo, y desear también para los demás lo que nosotros deseamos, salud, paz, amor, felicidad, prosperidad y luchar para conseguirlo para todos, sea cual sea, su raza condición o credo.

      Si los hombres parásemos nuestro frenesí, si dejáramos de andar de un sitio a otro inconscientes y sin sentido. Si fuésemos capaces de reflexionar en silencio y en paz siquiera unos minutos al día, comprenderíamos que no es sinónimo de felicidad todo lo que ansiamos, ni todo lo que los demás nos hacen ambicionar.

      Y lograr al fin reencontrarse con uno mismo, es hacerlo con Dios, que nos mira desde lo profundo de nuestra alma feliz y complacido. Es acceder a la felicidad, ¡porque Él es la felicidad! Y nosotros la buscábamos asiduamente, afanosamente, recorriendo toda la faz de la tierra inútilmente.

      Soy un hombre de esperanza por naturaleza, por credo y por fe, y quizá por eso, como tantos otros, cuando llegamos a la madurez, damos más importancia a como “gastamos nuestra vida”. Un buen amigo sacerdote, (D. Aurelio) nos decía con frecuencia: “Lo importante es dar vida a nuestros días y no sólo días a nuestra vida”.  Éste es el compendio del aprovechamiento, saber que tuvimos la oportunidad  irrepetible de una vida para merecer y lo supimos hacer bien.

      Por eso me entristece contemplar y compartir mis días con personas excelentes en cuanto a lo social y lo humano, pero que espiritualmente no han sido capaces de discernir que Cristo, Dios hecho hombre por amor, espera pacientemente nuestra confianza, nuestro encuentro, nuestro amor.

      Dios te espera ¡querido amigo! , hace suyas todas tus ilusiones y alegrías, todos tus sueños, todas tus esperanzas, todas tus penas, todas tus tristezas, todas tus zozobras.

      Cuando las circunstancias de esta vida ofusquen tu razón, busca a Cristo; cuando las desventuras se ceben en ti, busca a Cristo; cuando las crueldades de este mundo hagan escarnio de ti, busca a Cristo; cuando los anhelos por alcanzar tus deseos no tengan fin, busca a Cristo, cuando ansíes la paz y la felicidad, busca a Cristo; cuando la fuerza del amor embriague tu corazón, busca a Cristo.

      Búscalo siempre en tus penas y en tus alegrías. En todos los instantes de tu vida. ¡Búscalo!  Y Él pondrá en tu alma la impronta que aplaque y calme la capacidad de amor que anida en todo ser humano antes de que pueda perderse para la eternidad para la que está creada.   

Antonio Prima Manzano

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