DETRÁS DEL MURO: Verdugos y corderos.

Me llamo Nada Imán.

Soy mujer. Y aquí, detrás de este frío muro, no es fácil entender por qué se llegó al enfrentamiento, a la discusión, a la lucha, a la guerra. Y a la consecuencia de la muerte.

Las piedras están heladas. No hay en este tiempo impropio de la paz, rayo de sol que las caliente. Y mi tristeza raya el punto de congelación.

Este muro que ahora me ampara, me consume de otra forma. De la misma manera que me alivia, me contrae en un suspiro de desolación. La historia de los pueblos, de algunos pueblos, ya es una historia de tragedia, de perdidas, de fin.

La historia de mi tierra, de aquella tierra de hoyos y sepulturas, es la historia del caos.

¿Es posible el mandamiento, en el caos?

¿Cuándo nos convertimos en corderos? ¿Cuándo en verdugos?

¿Qué sentido se le da a la barbarie?

 En realidad, la barbarie se sostiene, casi como todas las cosas, por un equilibrio.

Debo resistirme a aceptar esto. La vida de nuestros hijos lo demanda. Preguntarme por la coexistencia de verdugos y corderos, es como preguntarse por la existencia del mal en el mundo y aceptar los holocaustos como equilibrio de vida.

Lloro en esta piedra la confusión, y las lágrimas acarician mis mejillas consolándome, hasta que se vuelven gélidas y cortantes en la comisura de mis labios.

 ¿Quiénes no tienen sentido, los verdugos o los corderos? Los verdugos nunca tienen sentido. ¿Y los corderos? ¿Tienen sentido?

Lejanos quedan los días del perdón si es que el perdón puede entender el arrepentimiento. El perdón de los corderos y el arrepentimiento de los verdugos.

El muro es frío y la noche que nos alcanza no da las respuestas que mi alma ansía.

Agustín Hervás Cobo
Periodista, poeta y escritor.

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Cada tres meses se entregarán dos premios: uno concedido en la vertiente de textos y otro para los poemas

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