CULTURA ANDALUZA (LXXVI) FLAMENCOS TOREROS (V). Aurelio de Cádiz (1887 – 1974)
Alfredo Arrebola, Profesor – Cantaor
El laureado poeta José María Pemán (1897 – 1981) nos ha dejado escrito sobre Aurelio de Cádiz: “¡Qué obra de arte es una criatura humana, como cuando Aurelio, defendía su intimidad toda su vida a fuerza de cante, se queda en su plena verdad, sin concederle nada al convencionalismo y a las fórmulas!. A Aurelio le ha gustado siempre cantar en la intimidad entre “los cabales”: cinco, seis, diez oídos exactos y simpatizantes. Le tuvo siempre horror a los tablados, a los escenarios…”, cfr. Prólogo a “Aurelio, su cante y su vida” (Cádiz, 1964).
En su primera juventud quiso ser torero, con el nombre de “El Gaditano”, y de hecho actuó en varias novilladas, sin éxito. Pero un toro, llamado Tabanco, lo corneó tanto que abandonó para siempre el difícil y complejo mundo de los toros. Esta es la razón por la que figura “El Tuerto Aurelio” en la nómina de “Flamencos Toreros”.
Después de trabajar en diversos oficios, decidió dedicarse al cante flamenco, como ya lo había hecho su hermano El Chele Fateta (1860 – 1913).
Hacer el perfil biográfico y estético de Aurelio Sellés no es fácil a primera instancia, porque oyendo los cantes que nos dejó, observamos que sus soleares y seguiriyas, los preferidos por el gaditano, dejaron inextinguible eco al hacer confidente a la guitarra en la media noche, del aire desgarrador de ese estilo tan suyo, que nos dirá su biógrafo Manuel Moreno Delgado. Y tal es así, que siempre que se hable del cante, no habrá más remedio que recurrir a Aurelio porque él solo ha constituído un maravilloso compendio de los estilos del inolvidable Enrique el Mellizo (1848 – 1906), fuente y cuna del auténtico cante gaditano.
En el cante de Aurelio percibimos -¡como no! – los ecos de Paquirri el Guanté, Curro Durse, El Gordo Ortega, los Espeleta…¡y tantos otros que están en la mente de todo buen “afisionao”. Aurelio Sellés Nondedeu “AURELIO DE CADIZ” ha sido, sin duda, el último baluarte del buen cante que siempre se interprete en su natal barrio de Santa María. Por tal motivo, no es difícil afirmar que sus cantes – “su cante”- llegaron a los oídos de reyes, príncipes, embajadores, políticos y las más importantes figuras de las Artes y de las Ciencias.
A mi juicio, Aurelio constituye la “esencia y presencia” del cante gaditano; aún más, la “razón de ser gaditano” en su forma de cantar, en su optimismo, su fe y alegría. Y no debe extrañarnos esto, ya que el flamenco fue el instrumento que le dió tranquilidad en sus días existenciales – que fueron largos (87 años) – buscando el cotidiano sustento, y daba gracias a Dios, a quien rogaba por los que le han querido bien y, también, por los que le han querido mal: perfil simple, pero auténtico del inolvidable Aurelio de Cádiz.
El “Cante de Aurelio” definió a su pueblo, y si en Zaragoza, a las balas francesas se oponen las jotas; en Cádiz, se cantan por Alegrías, propias de un pueblo que no quería perecer. Tienen pues, las Alegrías, su acta de nacimiento aquí: “Y cada pueblo tiene sus orgullo/. Pero Cádiz lo supera, / fue la única de España / que arrió su bandera”.
A este respecto, nos dirá Moreno Delgado: “El estilo gaditano del cante y del baile,
como en sus costumbres, tiene otra peculiaridad muy acusada, que no es ni totalmente andaluza, ni totalmente gitana; más bien mezcla de lo uno y de lo otro, porque sin alardear de andalucismo ni de gitanismo, se tienen las dos cosas armoniosamente dosificadas”, cfr. op. cit. 64.
Nadie, pues, puede negar que Aurelio forma parte indispensable de la llamada “Escuela de Cádiz”: en ella se ha nutrido y a ella le ha prestado interesantes desarrollos artísticos. Así pensaba también el flamencólogo hispano-argentino A. González Climent, quien afirma: “Sigue siendo incierta e indocumentada la querella de la clasificación de los cantes, su distribución o preponderancia geográfica. Cádiz es, sin embargo una certeza de cante y de personalización artística; probablemente, una de las zonas geográficas más ricas y más precisas en su juego de influencias y notas discriminatorias”, cfr. “Cante en Córdoba” (Córdoba, 1957).
La “Escuela de Cádiz” perdura en la actualidad gracias, en lo sustancial, a la egregia figura de Aurelio Sellés / “Aurelio de Cádiz”, quien nos recordará -como he dicho – a los destacados cantaores de la trimilenaria Cádiz: Mellizo, Paquirri el Guanté, Juan Cantoral Curro Durse y a los propios hijos del Mellizo. Y como otros célebres cantaores (Silverio, Centeno, Media Oreja, El Mellizo, José Ortega “El Aguila”, El Flecha de Cádiz, etc…) sintió la llamada del toreo y llegó a ser novillero. Sobre este aspecto escribe González Climent: “Es curioso el caso de quien habiendo sido educado en un ambiente propicio a la afición flamenca, Aurelio de Cádiz tuviera otro comienzo tan distinto, aunque no lejano, afinidad, a tal afición: El Toreo. El ingreso y el regreso del cante al toreo, del toreo al cante, ha sido trámite normal en la historia del flamenquismo”, cfr. op. cit., pág. 63.
Una vez cortada la coleta, aquel medroso novillero llegaría a convertirse en una de las glorias más valientes y significativas del arte flamenco. Su perfil biográfico es tan corto como sencillo: Nació en el número 3 de la calle Santa María del barrio del mismo nombre, el día 4 de noviembre de 1887. Aurelio hizo el número veintidós, y benjamín, de los hijos habidos del mismo matrimonio. Su padre era patrón de cabotaje, nacido en el Puerto de Santa María, y descendiente de Altea (Alicante). Su madre era gaditana, si bien, oriunda de aquel bello pueblo alicantino. De ahí sus apellidos: Sellés Nondedeu. Por su nacimiento y vivencias, Aurelio de Cádiz llegó a ser la figura patriarcal y continuador de las grandes tradiciones de Cádiz y Los Puertos.
Aunque la vida artística de Aurelio se producia en reuniones de “cabales, no pudo rehusar las invitaciones que recibió para actuar en la coronación de Isabel II de Inglaterra, o para el viaje inaugural del buque “Covadonga” a América. En 1926 hizo una gira por España, Francia, Holanda y Bélgica como cantaor de Pastora Imperio (1889 – 1979). También visitó Cuba y Estados Unidos invitado por aficionados “cabales” y aristócratas, dada su fama de cantaor ortodoxo. Pasó un tiempo en Madrid, alternando en Los Gabrieles y Villa Rosa, junto a las figuras de aquella época. El Ayuntamiento de Cádiz le dedicó una calle con el nombre de AURELIO DE CADIZ. Aurelio Sellés Nondedeu murió en su Cádiz natal, el día 19 de septiembre de 1974. Su magisterio ha sido trascendental en la historia del Arte Flamenco.