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Consejos del Doctor: Juan Gustavo Benítez Molina

Síndrome de las Piernas Inquietas (SPI)

El Síndrome de las Piernas Inquietas o SPI es un trastorno neurológico que provoca sacudidas, picores, nerviosismo, hormigueo, pinchazos, calor e incluso dolor en las extremidades inferiores cuando la persona se encuentra relajada o en reposo (de hecho, aparece con mayor intensidad durante la noche), por lo que no puede parar de moverlas.

            Las molestias suelen reducirse si se mueven las piernas, por eso la mayoría de los afectados opta por caminar (de ahí que también se conozca a los afectados como andadores nocturnos). Pero estos síntomas, en grado moderado o severo, conllevan dificultad para conciliar y mantener el sueño, lo que deriva en un agotamiento, dificultad de atención y alteraciones en el estado de ánimo.

            La Sociedad Española de Sueño y la Asociación Española del Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI) aseguran que las personas afectadas de SPI duermen de media menos de 5 horas al día. No sólo eso, sino que además este descanso es de ínfima calidad, ya que sufren microdespertares que no les permiten descansar adecuadamente por la noche, lo que conlleva que por el día estén excesivamente cansados, tengan dificultades de memoria y concentración y puedan llegar incluso a sufrir depresión o ansiedad.

            Los síntomas diurnos tampoco deben perderse de vista. Nuevos datos revelan que casi 7 de cada 10 pacientes con SPI también sufren crisis sintomáticas durante el día que, principalmente, suelen manifestarse en los momentos  de inmovilidad.

            A los pacientes afectados les cuesta permanecer sentados y estar relajados, lo que les impide realizar acciones normales para los demás como conducir, ir a eventos culturales e incluso trabajar.

            No obstante, la merma de la calidad de vida no es el único problema que acarrea el SPI. Según un estudio elaborado por la Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas, en colaboración con el Instituto de Investigaciones del Sueño, los pacientes con SPI tienen hasta 2’5 veces más de probabilidades de desarrollar una cardiopatía. Asimismo, el riesgo de hipertensión arterial aumenta también hasta 2’5 veces más frente a la población que no tiene SPI.

            Se calcula que este problema afecta a un 10 ó 15% de la población mundial de entre 18 y 65 años. En concreto, 7 de cada 10 afectados son mujeres de raza blanca, con historial familiar de SPI y con antecedentes previos de diabetes, ferropenia (bajo nivel de hierro en sangre), artritis reumatoide o insuficiencia renal.

            A pesar de las múltiples investigaciones realizadas, la causa del SPI no está clara aún. Sin embargo, se barajan varias posibilidades que dan origen a los distintos tipos de SPI.

            El SPI puede tener carácter hereditario. Los investigadores están actualmente analizando las posibles causas genéticas que puedan ser responsables de esta forma del SPI, conocida como SPI primario o familiar.

            El SPI puede ser el resultado de otra enfermedad que, cuando se encuentra presente, empeora el SPI subyacente. Recibe el nombre de SPI secundario.

            Durante el embarazo, particularmente durante los últimos meses, hasta el 20% de las mujeres desarrollan el SPI. Después del parto, a menudo los síntomas desaparecen.

            La anemia ferropénica (la que es debida a los niveles bajos de hierro en sangre) se asocia con los síntomas del SPI. Del mismo modo, guardan relación con esta patología enfermedades crónicas tales como la neuropatía periférica (daño en los nervios que transmiten la sensibilidad o que inervan las piernas y pies) y la insuficiencia renal.

            Si no existe historial familiar del SPI y no hay enfermedades asociadas subyacentes que causen la afección, se dice que es el SPI idiopático, lo cual quiere decir que no tiene una causa conocida.

Síndrome de las piernas inquietas

            El SPI se puede diagnosticar a través de un sencillo cuestionario, que probablemente le realice su médico de atención primaria, un neurólogo o en las Unidades de Sueño.

            Los síntomas y el historial médico son claves para un buen diagnóstico.

            No hay ninguna prueba de laboratorio que pueda confirmar el diagnóstico del SPI. Sin embargo, es interesante que se realice una analítica para determinar si existe falta de hierro, ya que la carencia de este mineral afecta especialmente a las personas con SPI.

Asimismo, puede resultar necesario un estudio del sueño para comprobar la presencia de movimientos periódicos en las piernas. Esto se realiza con una prueba denominada polisomnografía.

Habitualmente, el diagnóstico del SPI se realiza clínicamente, y requiere de la presencia de estos cuatro criterios: 1. Necesidad de movimiento de las piernas que, generalmente, va acompañado de sensaciones molestas. 2. Inquietud motora en las extremidades inferiores. 3. Agravamiento de los síntomas durante el reposo y mejoría con el movimiento. 4. Aparición (o exacerbación) de los síntomas por la tarde/noche.

Aunque no se consideran criterios esenciales, la certeza del diagnóstico aumenta si el paciente además presenta: 1. Dificultades para iniciar o mantener el sueño. 2. Examen neurológico normal. 3. Historia familiar de SPI. 4. De realizarse estudio del sueño, presencia de movimientos periódicos en las piernas.

Para alcanzar el tratamiento óptimo del SPI es fundamental que exista una estrecha colaboración/relación entre el paciente y el médico. Además, es conveniente llevar una vida saludable, evitar las sustancias que aviven los síntomas (café, té, etc.), tomar los suplementos vitamínicos (vitamina B) y minerales necesarios (hierro, magnesio, potasio y calcio) y realizar determinadas actividades como caminar, realizar estiramientos, tomar baños con agua fría o caliente, etc.

El insomnio y el cansancio general tienden a empeorar los síntomas del SPI, por lo que llevar a cabo una vida ordenada (acostarse y levantarse a la misma hora y tener un ambiente de sueño tranquilo) debe ser un primer paso para aliviar estos síntomas.

En cualquier caso, el tratamiento farmacológico puede resultar necesario en determinadas situaciones.

En el último lustro se ha producido un gran avance en el tratamiento del SPI, gracias, sobre todo, al empleo de agentes dopaminérgicos o levodopa, que actúan sustituyendo a la dopamina, una sustancia del cerebro relacionada con el control del movimiento, y que no se genera correctamente en las personas que tienen SPI.

El 5% de los pacientes con SPI precisan tratamiento. Se trata de aquellos que sufren los síntomas propios de esta patología más de 3 veces por semana. Estos fármacos son de prescripción médica y suelen recetarse en dosis bajas. Estas dosis podrán incrementarse poco a poco, en función de las necesidades, con el fin de evitar la aparición de efectos secundarios, tales como náuseas e hipotensión.

En este contexto, surge un nuevo fármaco en forma de parche, seguro y eficaz, para el tratamiento de los síntomas del SPI, que permite la liberación continuada de agentes dopaminérgicos durante las 24 horas del día, reduciendo tanto los síntomas diurnos como los nocturnos. Además, ayuda a reducir en gran parte el estado de ansiedad e impotencia de muchos pacientes y mejora el cumplimiento terapéutico.

Otros fármacos, que pueden resultar útiles para el control de los síntomas, son los sedantes (del tipo benzodiacepinas) y los analgésicos (opiáceos).

Juan Gustavo Benítez Molina

Málaga

0 thoughts on “Consejos del Doctor: Juan Gustavo Benítez Molina

  1. Tengo 67 años y diagnosticada SPI desde 2012 . Actualmente tomo Pramipexol os Mirapexin 0,18 mg x 3 cada noche 1 hora antes de dormir. Desde hace meses noto que no me hace tsntovefecto y me cuesta mucho coger el sueño. Hay algun otro medicamento nuevo que sea mas.efectivo?

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