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CARMEN NATALIA, Poeta de la Patria*

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(por Mª Teresa Ayllón Trujillo)

 La vida pasa rauda, la obra es inmortal

Despertó a medias cuando despertaba el día, en medio del jaleo de los gallos empeñados perdidamente en llegar a ella con sus crestas alzadas y sus cantos inútiles, angustiosos, disonantes. El olor a sancocho y a jabón de lavar. Todo mezclado más allá del jardín y los palos de mango y de aguacate: las gargantas esforzadas de los coches ruidosos, los timbres de bicicletas de vendedores de panes, pasteles y encargos, carros de mano, caballerías y motocicletas. Todo compitiendo con el trasiego de gentes que iban y venían al mercado. En su duermevela pesada Carmen escuchaba viejos ruidos familiares:   bramidos del barco de vapor cuando se acerca a puerto…  revoloteo infantil de niños y niñas en uniforme de colegio y voces cantarinas que venden de todo. Al interior de la casa, la radio con voz violeta y queda, superaba el sonido de los abanicos de techo. Se vio a sí misma con su bonito vestido de cuadritos con delantal y lazo, con esa alegría exaltada que llevaba a la escuela de Macoris a los pocos años. Se vio llenando cuadernos con poemas heroicos de niña salvadora de su pueblo, orgullo de su maestra y de su abuelo; la maestra que la miraba sonriendo ante los escritos –poemitas y dibujos- en los huecos que dejaban los dictados y en las tapas del cuaderno a dos rayas. Mágicamente transportada junto al río, con su abuelo Rolando Martínez, hablando de hadas y cuentos y miedos de una patria vejada, dolorida, esquilmada, en manos de unos y otros tiranos. Oyó por primera vez la historia de la abuela Tona y de tantas mamá Tingó y la imposible justicia para los zafreros. Carmen Natalia lloró y sus lágrimas cayeron al río y el Río las tomó agradecido y se las fue devolviendo a su espíritu en versos.

__No puedo enjugar tu llanto, niña, pero puedo trocarlo en bello canto__ Dijo el vetusto Río mientras los sauces lloraban por el camino viejo del ventero.

– Abuelo, préstame tus manos buenas y enséñame a abrir surcos en la tierra. Dame ese gesto noble de entregarse sin que el propio dolor lastime o hiera.

Abuelo, préstame tus claros ojos y enséñame a mirar siempre a los cielos.

Abuelo, Abuelo, préstame un instante tu corazón inmenso como el Cielo …

Enséñame a querer a los que arrojan piedras e insultos sobre mi sendero[1].

Despertó por fin cuando despertaba el día, con el fresco de la madrugada, bañada en sudor y olor de almohadas bordadas bajo su cuerpo gastado. Su sobrina le servía un desayuno frugal y retiraba la bandeja de la cena sin tocar y los paños de empapar sus sienes.  Era el 6 de enero de 1976, se celebraba la Epifanía de los Reyes Magos, en Santo Domingo, cuando Carmen Natalia Martínez Bonilla, la Poeta de la Patria dominicana, se despedía de este mundo.

__He vuelto a estar a solas con mi alma y no le he dicho nada. En silencio, tal vez, le di mi verso y ella, en silencio, acaso lo guardara. ¿De qué hablaba mi verso? Nació sólo por ella, por mi alma. Nació en sus blandas fibras que tiemblan ante el raro prodigio de la vida y en ella se desgarran. Nació porque mi alma, serenamente, ama todas las cosas buenas, todas las cosas tristes, todas las cosas bellas (…) ama todas las cosas de la vida [2].

Y, así al llegar la noche, volvió a estar a solas con su alma y le entregó el llanto por el hijo que deseó tener y no pudo ser porque había elegido dedicarse a la patria. Alrededor todas las personas, incluso las no nacidas, las almas perdidas y las halladas, del pasado y del presente, acompañaban y lloraban. Lejos, en la sierra, un coyote aullaba a la luna dominicana.

Se tuvo que exiliar y se instaló en Puerto Rico

Nuestra protagonista, heroína de cien hazañas y ya querida de su pueblo dominicano, fue acosada como una fiera, acosaron a sus padres, hermanas y sobrinos, hasta que tuvo que optar por el exilio donde intentó seguir su actividad organizativa y ¡demasiado hizo! pues en los años treinta del pasado siglo eso no era tan sencillo. Dieciséis años vivió en la frialdad ineluctable del exilio. Vivió de su trabajo como articulista, escribiendo y publicando poesía y teatro, en prosa y verso, pero siempre con ese contenido social prometeico, con el peso ineludible de su certera crítica política. Cursó estudios universitarios y amó a la vida y a la gente como ella sabía hacerlo.

__Yo te bendigo, Vida, porque me hiciste renacer de entre mis propias fútiles cenizas. Porque mediste la verdad sin lacerarme. Porque me hiciste comprender lo abstruso y aceptar el dolor sin rebeldía. Porque me diste la alegría de las cosas pequeñas y de las grandes cosas. Porque sembraste en mi apretado surco encima de la duda: una esperanza, y encima de la angustia: una sonrisa. Yo te bendigo, Vida, porque me hiciste desear sin que el deseo fuese potro desenfrenado. Porque me diste olvido para el minuto triste y un desvelado corazón para la dicha. Porque pusiste aceite perfumado en mi lámpara exhausta, y abriste las corolas en las ramas dormidas. Porque hinchaste de savia las raíces entecas e hiciste nacer lirios donde sólo hubo espinas. Yo te bendigo, Vida, porque me hiciste amarte en el cuádruple enigma de tus vastos crisoles. En el agua, en el aire, en la tierra, en el fuego. Y en tus cuatro crisoles amo a Dios y a tí misma. Yo te bendigo, Vida, porque ahora sé decir: «Te amo» … y también,  porque al amarte hago conmigo mi canción más limpia. Auscúltame este simple corazón renovado y recoge la única oración que hay en él: Yo te bendigo, Vida… Yo te amo … Por los siglos de los siglos. Amén[3].

Así se expresaba la exiliada Carmen Natalia, refugiada en Puerto Rico, la isla más cercana a su tierra dominicana, taina igualmente, heredera de Anacaona y Caonabo entre otros afluentes caribeños africanos e hispanos que corrían mano a mano por sus venas. Puerto Rico, solo un poco más al sur que Macorí de la Mar ¡pero qué lejos de la patria por la que la joven penaba y laboraba. Fue tanto el empeño de Carmen en organizar brigadas antidictadura, brigadas culturales y trabajos sociales, fue tan grande su compromiso que recorrió la isla conociendo y remediando cuando se pudo y al hacerlo conoció lo que no hubiera querido conocer, lo que otros no quieren ver: los ojos grandes del miedo y tristes de la injusticia, las bocas laceradas por el hambre, las manos heridas del trabajo abusivo, de la infancia explotada y sin escuela, los cuerpos doblados hacia la tierra por temor de levantar la mirada y ser vistos ¿vistos de qué?  ¡vistos culpables! así son las dictaduras ¡así son! Quien lo vivió lo sabe. Y así le gritó al tirano:

__ Tu voz no trajo el canto de mi tierra. No trajo sus pregones, ni su sol, ni su risa. No trajo el verde de sus montes vírgenes ni la canción del rio y de la hierba. No trajo el oro de la fruta abierta ni las corolas altas, ni el cascabel del viento. No trajo aquella turba vocinglera del nido ni el color de las rojas amapolas enhiestas.

Tu voz no trajo el canto ni la risa. Trajo tan solo el grito. (…) El grito que retuerce los brazos de los niños dentro del mismo vientre que le oprime la infancia. El grito que se enrosca dentro del vientre túmido y preña de terrores las nueve lunas blancas.

El grito que trepando por la raíz salvaje sube desde la entraña de la tierra (…) El grito de los muertos y el grito de los vivos. Los que sin haber muerto están muriendo a plomo y a mordaza, a vergüenza y a látigo.

El grito de los hombres y el grito de los niños. El grito de las madres y el grito de los viejos y el grito ronco y largo de todo lo que alienta sobre la tierra del martirio.

El grito que te muerde y que me muerde porque es un solo grito (…)[4]

Por más que fuera una muchacha generosa y de buen corazón, su verso y su prosa valiente eran mazazos que quebraban la injusticia. A ella, a su verbo y a sus versos, debemos el saber lo que ocurrió con las mariposas, las hermanas Mirabal, asesinadas ferozmente, en 1960, por la dictadura de Trujillo. Patria, Minerva y María Teresa, las tres muchachas que, como ella misma, no tenían mayor crimen que el de soñar con una patria limpia y buena, donde sólo se desterrara el hambre y la ignorancia y donde las personas pudieran vivir de su trabajo, en paz y organizándose donde eligieran para el avance común[5].

__Tierra, tierra sin sangre, tierra mía! Cómo te han exprimido las venas dilatadas!

Cómo han hecho pedazos tu corazón inmenso! Cómo han puesto pezuñas sobre tu carne desollada! [6]

 Carmen volvió a nacer en su adolescencia y nació a la miseria y al gobierno del terror, dejó la escuela, formó y se alistó en grupos juveniles y políticos y dio de sí lo mejor. Dio todo lo que pudo dar. Y porque nacer de nuevo es ver con otros ojos, Carmen Natalia vio su bondad natural convertida en denuncia de la villanía, de la besanía del tirano, la furiosa locura de su sistema de mando ¡oprobio del pueblo, abuso, muerte y tortura! y usó el arte como herramienta de combate patriota:  novela, teatro y poesía cubrieron las calles, paliaron el hambre y sed de justicia y ¡cómo no! irritaron al tirano. Carmen hizo cuanto supo, aprendió y estuvo en su mano para combatir la dictadura trujillista. Supuso para ella dejar la Escuela aunque no es solo en las aulas donde se aprende y los caminos son siempre diversos cuando se buscan; Así la joven escribía, declamaba, interpretaba, trabajaba y encontró tiempo para elegir disciplinas que le fueran útiles en el avance social con el cual estaba cada vez más comprometida; cursó las materias que eligió de manera autodidacta. Comprendió en su fértil mente que el saber es un arma y que ser autodidacta no es despreciar la organización de los saberes sino participar en ella. La Universidad de Santo Domingo acompañó ese desarrollo y más tarde, ya en esta etapa del exilio, cursó material complementarias en otras universidades.                                                                                                                

Un corazón para amar no te hace extranjera en ningún sitio

__Hoy llegaste a la cita más temprano que nunca. Te dije: «Ven más tarde. Déjame sola un rato». Pero tú sonreíste, con ésa tu sonrisa enigmática y larga… y quedaste a mi lado. Yo quiero estar contigo, es verdad. Pero luego. Déjame ver el sol y las nubes rosadas . Déjame que respire un poco entre los árboles y que beba en el chorro del arroyo que salta . Deja que oiga la música del viento y esa otra, la del sordo gigante. Yo quiero estar contigo, es cierto, pero luego … Ahora quiero estar sola, pensar en cosas gratas, mojarme de rocío .

Quiero reír un poco. Reír, reír ¿comprendes? Hace ya tanto tiempo que río sólo a medias!  Pero tú sonreíste, con ésa tu sonrisa enigmática y larga… y quedaste a mi vera. Oh… Comprendo, comprendo. Tú sabes que es mentira. Mentira este deseo de estar sola. Mentira este afán de ver’ cosas sin tenerte a mi lado y andar por los caminos sin asirme a tu brida.

Duendecillo intangible, bebedor de lucero, acudes a la cita cuando el sueño se marcha[7]

De regreso, tras el derrocamiento de la dictadura, se la reconoció en su calidad de líder de la democracia y el nuevo gobierno la destinó a la UNESCO y a delegaciones de Naciones Unidas. en la Biblioteca Nacional se puso su nombre a una sala; se la valoró a la misma altura que Pedro Mir, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral Borges o Neruda. Sin duda la misma pasión con que hacía todas las cosas la llevó a hacer un gran papel para la República Dominicana… pero Carmen Natalia hubiera preferido participar en la reconstrucción social de la democracia en su propia tierra, tras tantos años exiliada.

__Aquí estoy de regreso … Pero he visto tu puerta cerrada,

y me encuentro más sola que antes,

y la calle está envuelta en tinieblas,

y me siento extenuada…

Acaso no quisiste que tornara? ‘»

¿Por qué entonces tu puerta para mí está cerrada?

Aquí estoy de regreso, muy triste y cansada.

Aquí estoy de regreso, con mis viejas nostalgias,

con los mismos ensueños de antes,

con idénticas ansias…

Epílogo

Aquella maestra recorría las salas de la Biblioteca Nacional Dominicana con el grupo de su alumnado, explicando las grandes plumas de la patria, de entre las cuales Carmen Natalia destacaba. De repente no pudo encontrar la sala que había sido nombrada en honor de la poeta de la patria. Preguntó y ¡efectivamente! ya no estaba… la denominación había sido cambiada –salvo error- No supo qué explicar a su grupo a quienes había enamorado de la figura ejemplar de la gigante muchacha. Les animó a elegir un poema del libro Alma Adentro que cada quien llevaba y que en voz alta recitaran algún fragmento de sus palabras. Aquí, con todo respeto van las mías:

-Caperucita triste, niña gris, cenicienta.

No salgas al camino, que el viejo lobo acecha.

-No es el lobo. Es mi Príncipe que por mí desespera.

-Hoy no vienen los Príncipes a buscar cenicientas.

Los que vienen son lobos con bufandas de seda …[8]


[1] Carmen Natalia, fragmento del poema Abuelo. Todos los fragmentos son de Carmen Natalia,1939-1976 poemario Alma adentro

[2] Carmen Natalia, fragmento de «He Vuelto a Estar a Solas con mi Alma» Publicado en el Diario La Nación, «Página Literaria» Pág 6, Domingo 11 de enero de 1942

[3] Fragmento de Oración Final, poema completo publicado en Carmen Natalia,1939-1976 Alma adentro

[4] Fragmento de El Grito

[5] Las mariposas fueron asesinadas apaleadas y esparcidos sus restos por los campos.

[6] Fragmento de Canto a la Tierra

[7] Fragmento del poema Nostalgia

[8] Fragmento del poema juvenil Caperucita Roja de  Carmen Natalia Martínez Bonilla

Retrato de la joven Carmen Natalia Martínez Bonilla (1917-1976) .  Leer semblanza en Rosina Anglada:  https://www.monografias.com/trabajos17/carmen-natalia/carmen-natalia

*Cuento original de Mª Teresa Ayllón, basado en la historia real y los poemas de Carmen Natalia Martínez Bonilla. En Madrid a 17 enero 2024

M Teresa Ayllón

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