Llegó de nuevo la navidad
La luna del anochecer quedó de pronto inmensamente iluminada, con un resplandor cegador, que inundó el mundo.
Había nacido el niño redentor Jesús, el que se esperaba para unir a todas las personas vivientes, en un amor verdadero.
Los luceros brillaban con todo su esplendor, para indicar a tres Majestades de Oriente, que podían al fin encontrar, lo que las estrellas les indicaban, para adorar después de tanto cabalgar al Nacido en Belén, cuando el furor del viento quedó suave como la espuma, y tenía la fortuna de poder albergar, a tan deseada persona.
En aquel rústico y pobre aposento, donde se pudo conseguir que dos animales, dieran calor para aliviar el acomodo, de tan divinas personas. José le dice a María: ¿Te acuerdas cuando aquel ángel, te aviso de esta sin par alegría? Y María sin poder aguantar las lágrimas de tanto gozo, después de las vicisitudes pasadas, se desliza para acomodar al recién nacido, tratando que duerma y espere la llegada de los Reyes: Melchor, Gaspar y Baltasar, que lo están buscando para ofrecerle oro, incienso y mirra, al Rey de los Reyes, que ya ha nacido.
Los pastorcillos que tanto tiempo esperaban, salieron al galope todos, para ofrecer su cariño y prebendas, que cada uno tenía, y decirle que siempre lo adorarían, y que tratarían de cumplir sus enseñanzas.
Atrás quedaron los ingratos días de huida, para que él rey Herodes, no pudiera cumplir con su promesa de quitarle la vida, y que al menos en su juventud, disfrutara de sus padres y amigos, sabiendo que llegó a este mundo para sufrir salvando a la humanidad.
En Belén nació el niño,
y quien dio la novedad, los luceros
en el firmamento brillando mucho más.