LA POESÍA DE MIGUEL DE CERVANTES
Miguel de Cervantes triunfó como novelista, y no como poeta o como dramaturgo, que eran los géneros literarios que daban prestigio a un escritor en la Edad de Oro. La mayoría de los literatos pertenecían a la nobleza o a la Iglesia, los dos estamentos sociales más poderosos, junto a la monarquía claro está, de la España de aquellos años, no cultivaron la novela, un género que no estaba de moda, salvo la novela pastoril. En ese momento histórico, cualquier escritor que se preciara como hombre de letras, tenía la obligación de escribir poesía o no era considerado buen escritor. No debemos olvidar, que Cervantes no era un autor bien considerado en su momento, menos aún como poeta, aunque tampoco debemos olvidar que en esta consideración pesaba más el juicio de los letrados que el del público lector, y los primeros, en lugar de críticos, eran los escritores que rivalizaban por una posición en el parnaso académico, en la pompa mundana de la fama, la honra y el mecenazgo.
La poesía resulta ser la expresión artística cultivada por Miguel de Cervantes de manera más constante, desde que era muy joven («desde mis tiernos años amé el arte / dulce de la agradable poesía», afirma en el Viaje del Parnaso, IV, vv.31- 32; Rivers 1991:114), hasta el final de sus días, cuando se despide de los lectores con un adiós garcilasiano en el Persiles: «Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida» (Persiles, pp. 123-124).
En la actualidad, el estudio de la obra poética cervantina, ha dado lugar a diversas opiniones de autores distintos, unos más benevolentes que otros a la hora de abordar de este tema.
Según el periódico digital el Mundo en el 2018 se escribe un artículo relacionado con una de las cartas que en la actualidad se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, pertenece a un volumen de cartas que escribe Lope de Vega al duque de Sessa en la que se dice: «De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos en cierne para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quixote‘. Así se lee en un fragmento de una carta de Lope de Vega, fechada en agosto de 1604, donde se aprecian las desavenencias que existían entre los dos grandes genios de la literatura española, y el desprecio que tenía el dramaturgo por el novelista español.
Luis Cernuda perteneciente a la Generación del 27 fue uno de los autores que abogó por la defensa de Cervantes como poeta:
Cervantes era mayor poeta en verso, no me cabe duda, de lo que sus contemporáneos creyeron y dijeron. Si es manifiesto que en Don Quijote, las Novelas, el Persiles y La Galatea, es el mayor poeta de nuestra lengua, supone considerable falta de respeto, y de atención a quien él es, no examinar nuevamente esa cuestión con interés diferente y menos viciado que aquél con el que se le ha venido observando hasta ahora. Porque semeja que Cervantes era poeta más original y valioso de lo que se cree, tanto como poeta lírico que como poeta dramático...
Gerardo Diego acude a los testimonios de los más ardidos panegiristas de Cervantes poeta, y con ellos coincide en que la estatura de su poesía no se corresponde con la alcanzada por el resto de su obra, y que es inútil que se intente considerar a Cervantes poeta. Afirmó que Cervantes era un poeta luminoso pero sin brillo.
Según el Centro Virtual Cervantes en el libro Don Quijote de la Mancha en el capítulo XVI segunda parte, lo mejor de la poesía de Cervantes está en el Quijote y en el teatro. Y no por azar, sino por vocación y por destino. Y no solo el verso, sino la reflexión aguda y vehemente, cuando Don Quijote habla con el Caballero del Verde Gabán sobre el hijo de éste, Lorenzo, loco por ser poeta: Aunque la poesía es ciencia menos útil que deleitable, no es de las que suelen deshonrar a quien la posee.
La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero ésta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio.
En la misma obra en el capítulo VI de la primera parte, cuando el Cura y el Barbero están expurgando la biblioteca del ingenioso hidalgo manchego, y ante la aparición en sus estanterías de La Galatea, Cervantes hace hablar al Cura así:
Muchos a que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos.
Cervantes a pesar de los juicios acertados o no al respecto, dominaba y puso en práctica una considerable variedad de formas métricas: romances, villancicos o redondillas y tercetos, octavas reales, sextinas, verso libre y, sobre todo, sonetos. Lo cierto es, que se empeñó en ser poeta, aunque a veces le surgían dudas de que pudiese serlo, en su obra “Viaje del Parnaso” lo pone de manifiesto:
Yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.
Este es su poema más largo escrito en (1614) formado por tercetos encadenados. Aquí narra de forma autobiográfica en ocho capítulos un viaje al monte Parnaso, a bordo de una galera dirigida por Mercurio, en la que algunos poetas elogiados tratan de defenderlo frente a los malos poetas. Reunidos en el monte con Apolo, salen airosos de la batalla y el protagonista regresa de nuevo a su hogar.
Guillermo Carnero ha definido recientemente al Cervantes poeta como: El más glorioso semipoeta de las letras españolas, que parece dar la razón al tópico que afirma que no se puede ser a la vez buen poeta y buen novelista.
Hacia 1580 participó con otros grandes poetas contemporáneos como Lope de Vega, Góngora o Quevedo en la imitación de los romances antiguos que dio origen al Romancero nuevo, llamado así frente al tradicional Romancero viejo del siglo XV, el cual era anónimo. Él mismo declara haber compuesto gran número de romances, les muestro unos versos de la parte final del “Romance de los celos” que aparece en el Romancero general de 1600:
La piedra escrita, amarilla, /es mi sin igual firmeza, /que mis huesos en la muerte/mostrarán que son de piedra. /Los celos son los que habitan/en esta morada estrecha, /que engendraron los descuidos
de mi querida Silena». /En pronunciando este nombre, /cayó como muerto en tierra, /que de memorias de celos/aquestos fines se esperan.
Otro de los romances que escribió lleva por título: Los baños de Argel. Pero podría decirse que sus obras maestras son los sonetos. Rememoremos algunos de ellos como el de Galatea:
Tanto cuanto el amor convida y llama/al alma con sus gustos de apariencia, /tanto más huye su mortal dolencia/quien sabe el nombre que le da la fama. /Y el pecho opuesto a su amorosa llama,/armado de una honesta resistencia, /poco puede empecerle su inclemencia,/
poco su fuego y su rigor le inflama. /Segura está, quien nunca fue querida/ni supo querer bien, de aquella lengua/que en su deshonra se adelgaza y lima; /más si el querer y el no querer da mengua,/¿en qué ejercicios pasará la vida/la que más que al vivir la honra estima?
Aunque el más celebrado de sus sonetos fue: Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla, donde el carácter burlesco es seña también de su fatiga.
Voto a Dios que me espanta esta grandeza/y que diera un doblón por describilla;/porque ¿a quién no sorprende y maravilla/esta máquina insigne, esta riqueza? /Por Jesucristo vivo, cada pieza/vale más de un millón, y que es mancilla /que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,Roma triunfante en ánimo y nobleza. /Apostaré que el ánima del muerto/por gozar este sitio hoy ha dejado/la gloria donde vive eternamente. /Esto oyó un valentón, y dijo: «Es cierto/cuanto dice voacé, señor soldado. /Y el que dijere lo contrario, miente.»/
Y luego, incontinente, /caló el chapeo, requirió la espada, /miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
A pesar de las diferentes opiniones, sin lugar a dudas, la poesía de Cervantes despierta y despertará admiración, curiosidad y emociones en todo aquel que la lea. Algo tendrá el agua cuando la bendicen dice un buen refrán español. Descanse en paz uno de los genios más grandes de la literatura española más leído en el mundo entero después de cuatrocientos años. Me gustaría destacar su universalidad, maestría y resistencia al tiempo, capaz de dejar huella en todo tipo de lectores. Y me quedo con aquella frase de su autoría: Dad crédito a las obras y no a las palabras.