Cuando el padre mata a la madre, ¿qué pasa con los hijos e hijas?
Cuando el padre mata a la madre, ¿qué pasa con los hijos e hijas?
Últimamente hemos asistido a un incremento de crímenes machistas, con el agravante que se han cometido delante de los hijos e hijas. Se conocen solo los datos de las mujeres asesinadas. Según el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, a fecha 10-7-2023 hay un total de 28 víctimas, 22 no habían presentado denuncia previa y en 16 casos el agresor era su pareja. Pero no tenemos datos estadísticos para saber cómo este asesinato afecta a los hijos e hijas. Son pocos los datos en relación con los hijos e hijas que quedan huérfanos. El «Periódico» del 10-8-20231 señala que en lo que va de año han quedado huérfanos 39 menores de edad, y solo la semana del 7 al 10 de agosto 6 han sido 6 niños y niñas los que perdieron a su madre asesinada por el padre. Estas cifras superan el total registrado el año 2022 que fue de 16 huérfanos.
La ley organiza de protección del menor del 21 de marzo del 2022 presenta mejoras de amparo hacia los huérfanos víctimas de la violencia de género. En la práctica existen deficiencias muy importantes, no solamente en los aspectos económicos, sino especialmente en los aspectos relacionados con la salud mental de estos huérfanos. La ley también habla de la necesidad de formación de profesionales en este tema, para facilitar una detección temprana de la violencia familiar, pero en la práctica, esta formación tan necesaria, no esta tan generaliza como debería ser.
El problema es complejo para estos huérfanos. ¿Cómo va a relacionarse a partir de ahora con la familia extensa de la víctima y la del agresor?. ¿En qué medida se verán modificadas sus relaciones sociales, especialmente si viven en pueblos o ciudades pequeñas, donde son fácilmente identificables. Los compañeros de la escuela no siempre van a ser solidarios y pueden o separarse de ellos (las familias pueden considerar que son «malas influencias» para sus hijos) o padecer «bullying». La nueva realidad con la que van a encontrarse, donde todo el sistema de vida que conocían hasta ese momento
se va a modificar drásticamente. Van a «perder» su casa y van pasar a un centro de acogida, a la familia extensa o a una familia de acogida. Cuando es la familia extensa, generalmente es la materna, pero se ha dado algún caso de que la familia extensa era del agresor. ¿Cómo se van a trasmitir las figuras de la víctima y del agresor por parte de estas familias?. ¿Cómo va el huérfano a poder elaborar todos estos duelos?
Cuando el padre mata a la madre, la repercusión en el hijo o la hija es devastadora. Su madre ha sido asesinada, pero el asesino es el padre. Que la figura de vinculación afectiva que debe amarle y protegerle se convierta en un monstruo que mata a su otro objeto de vinculación afectiva, es muy difícil de poder ser elaborado. Es como si de repente se hubiera roto su esquema básico de organización psíquica. Todo su mundo se ha hecho pedazos. Son hijos e hijas de una víctima pero a la vez también son hijos e hijas de un asesino. Va a depender de la etapa evolutiva como pueda o no entender lo que está sucediendo. Puede que sea pequeño, y aun habiendo presenciado el suceso, aparentemente puede presentar poca patología, o que «elabore» rápidamente el suceso. Pero lo cierto es que, como decíamos, va a quedar marcado de por vida por este acontecimiento. No olvidemos que está inmerso en un proceso de duelo que debe ser elaborado.
Antes de llegar al asesinato, siempre han existido situaciones de alto nivel de violencia dentro de la familia. La falta de detección previa que facilitara poner en marcha elementos preventivos que evitaran tan fatal desenlace, está muy relacionada con el hecho de que se trata de violencia de tipo intrafamiliar. Y la violencia intrafamiliar está estrechamente ligada al silencio y al secreto. Este secretismo impide a la víctima pedir ayuda. Este silencio de la victima genera que los hijos e hijas también callen y no hablen de esta violencia intrafamiliar. En relación con los hijos e hijas, debemos de tener en cuenta que este silencio es un maltrato muy importante para estos menores, independientemente de que no sean víctimas ellas y ellos también de violencia física por parte del agresor que, no olvidemos, se trata de su padre. No hablar es una forma de normalizar la situación o de que los hijos e hijas puedan sentirse culpables de lo que está sucediendo entre sus padres. Es importante destacar que desde muy pequeños, los hijos e hijas captan las situaciones familiares. Y si estas situaciones no van unidas a la palabra, son altamente patógenas y generan pautas de conducta que van a incidir en su vida adulta.
Los huérfanos víctimas de la violencia de género no solo necesitan una ayuda económica por parte de las administraciones, sino que hay que tener en cuenta que la gravedad de la situación padecida por estos menores precisan de una coordinación de diferentes departamentos, especialmente: sanidad, servicios sociales y educación. Cuidar la salud mental de estos menores es fundamental. Las investigaciones, llevadas a cabo con esta población, señalan que de no recibir una correcta asistencia, van a reproducir la violencia con sus parejas y sus hijos como víctimas o como agresores. Como decíamos, según la etapa evolutiva, puede que el trauma quede solapado, pero eso no quiere decir que esté solucionado. La prueba la tenemos en que pueden desarrollar diferentes patologías psiquiátricas, adiciones, fracaso escolar o fracaso laboral, etc. Los programas de atención deben contemplar también la atención a la familia extensa, tanto la de la víctima como la del agresor. Si olvidar la formación a los profesionales que se relacionan con la infancia (escuela, pediatría, deporte, ludotecas, etc.) para que puedan detectar las señales que estos menores emiten cuando viven inmersos en violencia intrafamiliar.
Dra. Carme Tello Casany
Psicología clínica
Presidenta de la Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM
Presidenta de la federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato
Infantil