ADORNO DEL CIELO SACERDOTISA

Iniciamos este artículo viajando más de 4.000 años hacia el pasado hasta la Acadia del Rey Sargón I el Grande, en el siglo XXIII a.C., para encontrarnos con Enheduanna, una de las primeras mujeres de la historia cuyo nombre no ha sido borrado por las arenas del tiempo.

El ejercicio de contar historias o leyendas no siempre fue privilegio de los varones, también las mujeres fueron importantes al ejercer este menester; a las mujeres-palabra se les llamó de muchas maneras: dryades, sacerdotisas, chamanas, brujas y yanniris. Mujeres crecidas delante de las sombras del fuego; mujeres sabias que conocían los misterios de la naturaleza y se les acreditaban cualidades sobrenaturales. La etimología del nombre de esta singular mujer, según los estudiosos, es una combinación de palabras. Cada sílaba de su nombre tiene un sentido:  En (en sumerio, sumo sacerdote o sacerdotisa), hedu (adorno) y an(cielo), de donde se deduce el significado: Gran Sacerdotisa Adorno del Cielo. Cierto que otras interpretaciones dicen que la partícula an sería el nombre de la divinidad celeste Anu o, combinando ambas versiones, que el conjunto de la palabra no era sino una forma poética de designarla como sacerdotisa de la Luna. (Álvarez, 2017). Enheduanna, fue educada en el conocimiento de las artes y la literatura, hecho no común entre las mujeres de su época. Su padre, el rey Sargón I siempre estaba ausente porque se dedicaba a fortalecer su reino mediante la guerra, llegando a crear el gran Imperio Acadio, de ahí que la mayoría de los poemas escritos de Enheduanna sean plegarias a los dioses para protegerlo. ¿Cómo lo sabemos? Por el encuentro afortunado, en 1928, de dos sellos en el Cementerio Real de Ur y un disco de alabastro en el Giparui del templo de Sin-Luna, muy cerca del zigurat de Ur. Las excavaciones fueron realizadas por el arqueólogo Leonard Wooley.

En los tres objetos encontrados aparece el nombre de Enheduanna, pero en el disco de alabastro hay figuras talladas. Una de esas figuras se ha identificado como la sacerdotisa Enheduanna, situada detrás de un sacerdote y por delante de un sirviente y un escriba. Aparece resaltada en tamaño para mostrar su importancia, luciendo un vestido de volantes y una diadema símbolo divino, de la que salen trenzas.  Este disco fue datado entre los años 2000 a. C. y 1800 a. C., se encontró cerca de la estatua de una sacerdotisa, que probablemente fuese la propia Enheduanna. La inscripción grabada sobre en éste dice así: “Enheduanna, sacerdotisa-zirru, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna.” (Klimczak, 2016). A la muerte de su padre, el rey Sargón I subió al trono su hermano Rimush y ella continuó como suma sacerdotisa. Durante la insurrección de Lugalanne que depuso a Rimush ella fue expulsada de Ur y, al recuperar su hermano el trono, regresó. Continuó en su cargo durante el reinado de su sobrino Naram-Sin. Durante esta época Enhedunna fue tan famosa que llegó a comparársele con la divinidad. Ella misma lo narra en su obra Nin-Me-Sar-Ra (Exaltación a Inanna) composición religiosa escrita en 153 versos en honor de la diosa sumeria Inanna, señora del amor y de la guerra, protectora de la ciudad de Uruk.

La versión más popular en inglés de los poemas de Enheduanna es obra de la Dra. Annette Zgoll, investigadora alemana que tradujo las antiguas inscripciones. A continuación, les transcribo algunos versos de este antiguo texto: 1. Oda a Innana Reina de todos los mares/ te elevas como luz resplandeciente/ Mujer, la más decidida, ataviada de un terrible fulgor, amada de Anu y Uras,/ Nugig de Anu, que estás por encima de todas las grandiosas corazas-SUHkese,/Tú, que amas la justa corona de Aga, digno del sacerdocio de En. La composición forma parte de un corpus literario en el que también están In-nin sa-gurra (doscientos setenta y cuatro versos), In-nin me-hus-a y los cuarenta y dos himnos que se han podido reunir a partir de la recopilación de treinta y siete tablillas de varios períodos y que al estar dirigidos a los templos de Sumeria y Acad se les conoce como Himnos de los templos sumerios. (Álvarez, 2017).

Enheduanna, princesa, sacerdotisa y poeta, no necesariamente por ese orden, ejerció un papel destacable: como suma sacerdotisa no sólo dirigía el culto y gestionaba el giparu sino que, además, supervisaba las cosechas y llevaba la administración de los silos de cereal, de las fincas y hasta de las tabernas, así es como servía de crisol cultural y político entre las tradiciones sumerias y acadias. “Vivió en un templo cercano a lo que hoy es el Golfo Pérsico”; “recientes excavaciones demostraron que se trabajaron de una comunidad dedicada a actividades como la panadería, carnicería y elaboración de cerveza. Dirigía la actividad agrícola en el templo y la industria pesquera local”, de acuerdo con Meador.

 Los autores antiguos no solían firmar sus obras. Tal vez no se preocupan por el copyright. Y la gran mayoría de autores eran hombres. Cuando apareció Enheduanna, eso cambió. Fue una princesa y sacerdotisa, autora prolífica, y gestora de la primera obra literaria firmada de la Historia. De modo que el primer autor conocido de la historia, con nombre, circunstancias personales y su propia entidad como persona, era una mujer. Antes de ella no nos consta que las personas que creaban o inventaban algo quedaran asociadas a sus creaciones; de hecho, sabemos que en la cultura mesopotámica la actividad de la construcción de templos y edificios era casi sagrada, y sin embargo no había un personaje equivalente a nuestro arquitecto, en el sentido de un creador. Era un tiempo agitado en Mesopotamia. La conquista de Sargón el Grande derivó en el desarrollo del primer gran imperio. La ciudad de Acadia se convirtió en el primer gran centro urbano. ¿Por qué decimos que escribió la primera obra literaria firmada? Sus escritos son profundamente personales y contienen numerosos datos biográficos. La obra de Enheduanna conocida como los himnos del templo concluye con una afirmación sobre su originalidad: Describe las largas horas que pasaba trabajando sobre sus composiciones durante la noche. Su poesía tiene una calidad reflexiva. Habla de las habilidades que se necesitaban para las composiciones escritas. Las descripciones de las medidas estelares y los movimientos se consideran como las primeras observaciones científicas del cielo. Sus obras fueron escritas en cuneiforme, una antigua forma de escritura que usaba tablas de arcilla. Pero solo sobrevivieron copias que se hicieron cerca del año 1.800 a.C. Los arqueólogos descubrieron registros de la vida de esta autora. Estos incluyen sellos cilíndricos y un relieve de alabastro que estaba dedicado a ella.

La poesía de Enheduanna contiene elementos autobiográficos. Como descripciones de su lucha contra un usurpador de su cargo, Lugalanne. Describe sus intentos de sacarla de su función dentro del templo. Los ruegos de la poetisa a la diosa de la luna no obtuvieron la respuesta ansiada. Entonces ella buscó la ayuda de Inanna, y escribe himnos dedicados a la diosa mesopotámica del amor, así como sus alabanzas a las deidades celestiales. Enheduanna nos legó en uno de sus poemas su visión de lo que debe ser una mujer sabia: “La mujer que posee una sabiduría verdadera // consulta una tabla de lapislázuli // da consejos a todas las tierras // mide los cielos // coloca las cuerdas de medir en la tierra”.

Las mujeres no sólo tenemos el derecho a una igualdad real de oportunidades para desarrollar nuestras vocaciones científicas, sino a hacerlo desde nuestra condición de mujer. Queremos mirar al cielo, sí, pero no de cualquier manera, sino con nuestros ojos de mujer. Esto es lo que reivindica Jocelyn Bell en la cita: “Las mujeres no deberían tener que hacer todo el esfuerzo de adaptación. Es hora de que la sociedad se acerque a las mujeres, y no las mujeres a la sociedad”. Escribe en primera persona en el texto diguiente: Señora de todas las escencias, luz plena, buena mujer vestida de esplendor a quien el cielo y la tierra aman, amiga de templo de An, tu llevas grandes ornamentos, tú deseas la tiara de la alta sacerdotisa cuyas manos sostienen las siete escencias, Has reunido las escencias sagradas y las has puesto apretadas sobre tus pechos. Es también la única mujer entre los grandes autores de la literatura mesopotámica. Sus temas son religiosos: himnos al dios Nannar y a su templo de Ur, mas también a la diosa Inanna, protectora de la dinastía de Acad. Enheduanna compuso 42 himnos dirigidos a templos de todo Sumer y Acad. Los textos se han reconstruido a partir de 37 tablillas de Ur y Nippur, la mayor parte de las cuales datan de los periodos Ur III y antigua Babilonia. Esta colección se conoce generalmente como «Los himnos de los templos sumerios». A continuación les muestro algunos de los versos dedicados a Innana: Las tormentas te prestan alas/Amada por Enlil/tu vuelas sobre nuestra nación/Oh mi señora/ al oír tu sonido/colinas y llanuras reverencian./ Reina de todos los poderes concedidos/ Desvelada cual clara luz/ Mujer infalible vestida de brillo/Cielo y tierra son tu abrigo/Eres la elegida y sacrificada, Oh tú/Grandiosa por tus galas

Las tablillas encontradas en las excavaciones contienen una colección de himnos conocida como “Himnos a los Templos Sumerios”, himnos que tuvieron una gran aceptación en el ámbito religioso. También destaca su obra “La exaltación de Inanna”, la diosa que ella decía la inspiraba directamente poniendo en su cabeza los versos que luego escribía. No podemos ignorar el paralelismo con el genio indio Ramanujan, al que la diosa Namagiri inspiraba sus asombrosas fórmulas matemáticas.

 Pero Enheduanna también desarrolló muchas actividades relacionadas con las matemáticas. Como Suprema Sacerdotisa, tenía que encargarse de los cálculos para el calendario astronómico, tema en el que los sumerios fueron auténticos expertos. No sólo eso, su misión también comprendía el establecimiento de los límites de las propiedades o las construcciones de ingeniería civil (murallas defensivas de la ciudad, canales de irrigación, construcción de templos). Fue nombrada por su padre Gran Sacerdotisa del Dios de la Luna Nanna o también llamado como Sin, el puesto era sumamente poderoso ya que era la única que podía nombrar a cualquiera de los mandatarios de la ciudad por lo cual sus funciones en este puesto fueron marcados sobre la religión y la política.

 “Gran Sacerdotisa Adorno del Cielo”. Este título me inspiró para escribir un poema en mi libro “Mil caras de mujer. Poemas dedicados a mujeres sobresalientes. Mujeres que han contribuido a que avance la humanidad. Cuando la descubrí fui consciente que esta admirable mujer sería la primera en aparecer en el libro. El poema lleva precisamente el título: ADORNO DEL CIELO A Enheduanna. A Carmen García de Madariaga

La mujer de las mil caras es:/Sacerdotisa y diosa de Babilonia./Artesana de himnos alabastro./Hija de Irak. Astrónoma gobernanta./¡Suprema en cielo y tierra!/La estrella viste atuendo de/mitra azul de sibila real y/manos portadoras de esencias./Con su elixir preña la tierra./Y aúlla como el dios de tormenta./En su arpa de suspirados,/se escuchan cantos fúnebres/en las noches cautivas y estrelladas.

¿Cómo olvidarnos de esta insustituible mujer que tanto ha aportado a la humanidad?

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