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Libro recomendado «Homenaje a Antonio Gutiérrez Moreno»

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HOMENAJE A ANTONIO GUTIÉRREZ MORENO

 

Nací  el 20 de Junio de 1932 en Vélez de Benaudalla, un bonito pueblo andaluz de la provincia de Granada, asentado en un pequeño valle entre dos montañas al pie de Sierra Nevada, camino de  las Alpujarras.

Cuando la guerra civil española estalló en Julio de 1936,  yo  tenía cuatro años de edad, de ahí que mis recuerdos sean pocos y nefastos.  Recuerdos  de un niño aterrorizado en plena calle, sin entender  por qué la gente corría y gritaba, el por qué de ese ruido tan brutal de los aviones y el zumbido tremendo de las bombas al estallar. Recuerdo a mi madre llorando con mi hermano Paco, más pequeño que yo, en brazos   corriendo para escondernos en una cueva que había a las afueras del pueblo.  Recuerdo que en la cueva los mayores hablaban de guerra y de moros que mataban a los niños y a las mujeres, algo que a esa edad yo no podía comprender. Años después  supe que  Franco movilizó soldados del norte de África para dar el golpe de Estado.  La guerra nos obligó a huir del pueblo. Los tres años que duró la contienda los pase en Cádiar, un pueblo de la Alpujarra que durante esos tres años estuvo en zona republicana. Tengo gratos recuerdos  de varios  pueblos alpujarreños, de sus gentes y de sus calles empinadas que conocí  de la mano de mi madre, cuando me llevaba a comprar a las casas de los labradores, ya que las tiendas no existían.

Al terminar la guerra volvimos a Vélez. Tenía siete años de edad cuando fui a la escuela por primera vez. En aquella escuela sufrí las mayores humillaciones que un niño pueda soportar. Con el consentimiento del maestro, si es que se le puede dar ese calificativo, fui   tratado como el bicho raro que había estado en el bando contrario.

A los diez  años dejé la escuela para siempre, a los trece ya tenía las manos encallecidas de trabajar ayudando a mi padre en las faenas del campo que teníamos para que mi padre pudiera ir a ganar un jornal.

De pequeño soñaba y pensaba que de mayor sería médico, escritor o artista de teatro: sueños de juventud. Después la vida se impone y son las circunstancias, las que trazan el camino a seguir. Aunque mi camino a la enseñanza estuvo vallado, para mí y para millones de hombres y mujeres de mi generación, lo del teatro y escritor, lo pude saborear interviniendo en algunas pequeñas obras de teatro en mi pueblo y ya de mayor escribiendo varias pinceladas de teatro y alguna que otra parodia.

Desde que dejé la escuela hasta los 19 años, mi mundo como el de todo joven fue un mundo de sueños e ilusiones, uno de mis sueños era poder conquistar a la bella joven de trenzas largas que  me decía que no a todo. Afortunadamente,  una vez me dijo que sí y hoy es la madre de mis cuatro hijos.

Mi mayor ilusión era descubrir y averiguar qué había detrás de aquellas dos montañas al pie de Sierra Nevada que me impedían volar. No entendía de nada, lo ignoraba todo, en mi pueblo solo había campo, no había coches, ni prensa, ni radio y sabíamos la hora por las campanas del reloj de la iglesia. Hasta esa edad solo había visto ese trocito de cielo y tierra.

Llegó ese día tan soñado, por primera vez salía del pueblo sin estudios ni diplomas y por primera vez me monté en un tren que solo había visto en películas en blanco y negro.  Tren que me llevaría desde Granada hasta Algeciras para desde allí, coger un barco, que llamaban la Paloma y hacer la travesía del estrecho hasta Ceuta.

Como equipaje llevaba una maleta de cartón repleta de ilusiones y un compromiso firmado con el ejército español que me ofrecía aprender el oficio de mecánico conductor, a cambio de estar durante cuatro años atado al volante de un camión americano corriendo día y noche por las carreteras de Marruecos.

Cuatro años intensos de vivencias y aventuras, con miserias, sonrisas y lágrimas, que a pesar de los pesares me enriquecieron como persona, por que aprendí  a valorar el sentido de la vida, el amor a la familia y el precio de la amistad. Al salir por la bocana del puerto que un día me vio entrar, mis ojos se humedecieron y no era por la brisa del mar; atrás me dejaba una Ceuta sencilla, solidaria, y el cariño sincero de muchos, muchos  amigos que jamás olvidaré.

Cumplido el compromiso militar, en Mayo de 1956, fijé  mi residencia en Lleida capital,  para  dedicarme en el futuro al transporte por carretera.

Boton Antonio G

En esa época se produjo el boom de la emigración española, en las décadas de los 60 y 70 en Lleida había 4.500 andaluces censados. Se crearon las Casas Regionales para que los desplazados o emigrantes tuvieran un lugar de encuentro en el que poder manifestar  y compartir su forma de ser, sus inquietudes y sus añoranzas.

25 años llevo como socio colaborador en la Casa de Andalucía de Lleida, en ella junto a Carmen, mi mujer, hemos conocido a infinidad de personas estupendas, con las que hemos vivido momentos maravillosos. A esa querida gente y a su Junta directiva, de la que fui miembro muchos años, les debo que el Certamen de poesía Balcón Poético Andaluz, lleve mi nombre. La casa de Andalucía me brindó la oportunidad de entrar en el mundo del teatro y de la poesía que era uno de mis sueños.

No me siento ni poeta, ni escritor, porque no llegué a beber en esa fuente literaria en la que otros han bebido, pero soy consciente de que la poesía es una fuente constante de enriquecimiento y que con ella afloran los impulsos más nobles del ser humano. Unos la escriben con la pluma del corazón, otros la regalan con un gesto, una sonrisa, o una mirada. La poesía está especialmente, en aquellos que se complacen en aliviar el dolor de los más necesitados y sobre todo en los que exponen su vida sin dudarlo por salvar la de aquel que ni siquiera conocen.  Como dice el poeta y escritor, mi querido y admirado amigo Carlos Benítez,  en uno de sus artículos en el periódico Granada Costa, la sencillez y la nobleza abre puertas y caminos, gana batallas de amor y da fortaleza. No olvidemos jamás, dice mi buen amigo Carlos, que es mucho más fácil llevar una sonrisa en los labios que una pistola en la mano.

Me alegro del camino andado y no me preocupa el saber que soy peregrino de ese camino que me llevará hasta el final. He vivido la vida tal como me ha venido, con mis errores y mis aciertos, con mis alegrías y mis tristezas, nunca le he pedido demasiado y me ha regalado la capacidad de amar, de tener salud y conformidad para disfrutarla. Espero seguir disfrutándola hasta el final del camino, ese camino, que todos tenemos trazado. Mis poemas, o lo que yo escribo, llevan la voz del pueblo y están escritos con la pluma del corazón, siempre he creído que hay dos  maneras de escribir  poesía: la que se escribe para leer en la intimidad y la que se escribe para leer y ser escuchada.

En uno de mis viajes a Andalucía, llegó a mis manos el periódico Granada Costa y tuve la suerte y la satisfacción de conocer a su director José Segura. En el periódico  Granada Costa,  encontré  lo que buscaba, entrar de lleno en la cultura,  aprender de esos artículos y poemas que escriben sus socios.  No tengo estudios, ni de mayor pude ir a una escuela nocturna, mi profesión no me lo permitió. He pasado 45 años al volante de un camión día y noche, mi interés por la cultura ha sido tanto que hasta aquí he llegado sin tener un buen profesor. Hace años que soy socio de este periódico, he leído y  leo a todos sus socios. En los encuentros culturales que organiza el director de este periódico, he tenido la alegría de estrechar la mano de algunos de sus escritores, espero y deseo que los próximos días del 10 al 13 de diciembre del 2015, volver  a encontrarme con ellos  en la entrega de premios y trofeos en el Hotel Helios de Almuñécar.

                                                                    Antonio Gutiérrez Moreno

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0 thoughts on “Libro recomendado «Homenaje a Antonio Gutiérrez Moreno»

  1. Tengo el honor de conocer a Antonio Gutiérrez.
    Me precio de sentirme amigo suyo.
    Quiero felicitarle por este merecido homenaje y agradecerle su apoyo y complicidad, conmigo y con la poesía.
    Muchas gracias Antonio, por tantas cosas.
    Un abrazo fuerte para tí y para Carmen,
    de vuestro amigo, Paco Muñoz.

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