LOS NIÑOS DE RUSIA (5ª Parte)
Una de estas niñas, Marina García, comenta en su madurez: “Me parece que nos jodió toda la vida… Toda la vida de niños pensando en España, en que éramos españoles, en regresar a España; la adolescencia lo mismo.
Después, cuando nos dimos cuenta, éramos viejos y somos los niños de la guerra y de todos modos siempre hemos estado pensando en hacer las maletas”.
Cuando sus padres se despidieron de ellos en España nunca pensaron que, en muchos casos, el adiós sería definitivo.
Como informa la profesora, María Encarna Nicolás Marín: “lo que fue decidido como una medida provisional para salvar sus vidas mientras durase la guerra, con la derrota republicana se convirtió en el comienzo de una aventura que ni siquiera ellos habían elegido”.
LA AMENAZA DE HITLER
El 22 de junio de 1941, el ejército alemán ataca la Unión Soviética en tres frentes de manera simultánea: Por el norte, cerca la ciudad de Leningrado, por el centro, rompe la defensa hasta Moscú, y por el sur, ocupa Ucrania. Las casas infantiles situadas en estos tres frentes son rápidamente evacuadas, pero los niños que viven en las dos casas habilitadas en Leningrado, sufren los rigores del bloqueo durante el invierno de 1941.
En la primavera de 1942, los pequeños son evacuados a lugares más seguros. Una parte de los chicos de mayor edad se alista al Ejército Rojo y algunos perderán la vida durante la Segunda Guerra Mundial. 70 españoles murieron en el cerco de Leningrado, de los que 46 eran niños o jóvenes. Otros, sin embargo, ayudaran en las labores de retaguardia.
Los padres de estos jóvenes nunca pensaron que al alejarlos de una guerra para poner a salvo sus vidas, los conducirían a otra donde muchos encontrarían la muerte.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la situación económica de la Unión Soviética se vuelve seriamente precaria, y los niños españoles vivirán esta dura posguerra junto al pueblo ruso. Muchos regresarán a Moscú e intentarán buscar un empleo, otros continuarán sus estudios, interrumpidos por la contienda bélica. Mientras forman sus propias familias, estos jóvenes vivirán en albergues o residencias.
Tras el triunfo de la revolución en Cuba y la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, el escenario internacional vuelve a agitarse.
El nuevo dirigente cubano se aleja de Estados Unidos acercándose a los países europeos de órbita socialista, principalmente a la Unión Soviética, que se convierte en su gran aliado.
Se hacen necesarios traductores para que las relaciones entre los dos países resulten fluidas. Los españoles tendrán un papel destacado en esta misión e incluso algunos viajarán a Cuba, donde colaborarán en la consolidación del régimen castrista.
Para los niños de la guerra española, Cuba significará un regreso a sus raíces.
La falta de relaciones entre el régimen de Franco y la Unión Soviética, y la política de bloques que caracteriza a la guerra fría, dificultan los retornos. Las primeras expediciones oficiales se producirán en 1956, tras un acuerdo entre los gobiernos ruso y español, con la colaboración de la Cruz Roja de ambos países.
Entre este año y el siguiente, regresarán a España cerca de la mitad de los jóvenes que fueron evacuados durante la Guerra Civil a la Unión Soviética. Una parte de ellos retornará a su país de acogida al no conseguir adaptarse a las condiciones de vida de la sociedad española del momento.
Durante los años 60 se producen algunos retornos individuales, tras la caída del muro de Berlín en 1989 y ante la situación de extrema pobreza que atraviesa la antigua Unión Soviética, una parte de los españoles que aún no han regresado a España, lo hace, pero con una edad muy avanzada, lo que dificulta aún más su integración.
LOS NIÑOS DE MORELIA
Sin duda, uno de los casos más peculiares del exilio español que derivó de la derrota nacional en la guerra civil, fue el de México.
Cerca de 4.000 niños españoles salen de España rumbo al país hispanoamericano, casi todos estos niños llegan en compañía de sus familiares, sin embargo, un pequeño grupo de menores vivirá el exilio solo sin el apoyo de sus mayores.
Estos niños son conocidos con el nombre del lugar donde acaban siendo acogidos: Morelia.
Los niños de Morelia pisan suelo mexicano en junio de 1937, el presidente del gobierno de este país, Lázaro Cárdenas, considera que la defensa de la República Española en foros internacionales como la sociedad de naciones, además del envío de armas y alimentos a la península, no resulta una ayuda suficiente y se muestra dispuesto a acoger a un grupo de niños españoles.
La intención del presidente mexicano es alejar a los niños de los peligros de la guerra, pero, en ningún momento se calibra como un exilio definitivo.
Lázaro Cárdenas confía en el triunfo republicano, y su intención es devolver a los niños a su patria una vez que el conflicto español haya terminado. Pero la historia resulta bien distinta.
Con la derrota de la república y la instauración de la dictadura franquista, el presidente mexicano se negará a que los pequeños regresen a España.
Los niños de Morelia se convertirán en los primeros integrantes del exilio español en México.
En diciembre de 1936, el comité Iberoamericano de ayuda al pueblo español, con sede en Barcelona, solicita al comité mexicano de ayuda a los niños del pueblo español, que preside Amalia Solórzano, esposa del presidente de México, que organice todo lo necesario para la acogida de 500 niños españoles.
Amalia Solórzano consigue el beneplácito del gobierno y da comienzo a las gestiones necesarias para la evacuación de los menores rumbo a México.
A finales de mayo de 1937, ya se ha constituido un pequeño grupo de niños. Para formar parte de la expedición es necesario que los padres se muestren conformes, un certificado de salud y que el niño no sea mayor de 15 años ni menor de tres.
En total el grupo está formado por 454 menores; 163 niñas y 291 niños. Los pequeños proceden de distintas regiones de España: Madrid, Valencia, Barcelona y Andalucía, nacidos en el seno de familias trabajadoras.
Gonzalo Lozano Curado