YUKIO MISHIMA EL ÚLTIMO SAMURÁI
El día 25 de noviembre se cumplirán cincuenta y dos años del gran y polémico sacrificio hecho por un escritor y poeta japonés, Yukio Mishima, el harakiri, emulando a los samuráis, como símbolo de un mundo, de su mundo, que agonizaba, por el cual él luchó toda su vida para recuperar las antiguas tradiciones de un Japón que decidió occidentalizarse, pasando a ser una de las primeras potencias industriales, dejando de ser una nación aislada abandonando su auténtica idiosincrasia y sus valores milenarios.
Esto fue lo que hizo Yukio Mishima, el escritor más controvertido que ha tenido Japón, admirado con pasión por su talento, tanto como odiado por sus extremismos o ideales políticos, pero para todos, un escritor sobresaliente, suicidándose ante un mundo asombrado por este gesto estremecedor para Japón y la literatura nipona.
Mishima era un poeta y esteta tradicionalista que no soportaba ver cómo su mundo idealista y simbólico se venía abajo. De hecho, su suicidio, violento y fuera de tiempo, lo convirtió en un símbolo de los nuevos nacionalistas japoneses.
Yukio Mishima nació un 14 de enero de 1925 en la ciudad de Tokio, en el seno de una familia de burguesía media, aunque él se vanagloriaba de pertenecer por sus antepasados a la escogida clase de los samuráis.
Criado por su abuela Katsu, anciana japonesa que lo separó de su familia para educarle como a un samurái, ya que ella pertenecía a esa casta y de la cual se sentía orgullosa. Ella le inculcó el amor por el teatro clásico nipón –kibuki– y la literatura francesa y alemana. Resulta inverosímil que una anciana japonesa tuviese esa formación y leyera a los escritores occidentales hasta el extremo de inculcar la fascinación por la literatura europea al pequeño Yukio. Aparte, la abuela Katsu le inculcó el espíritu fanático y violento del bushido o camino del guerrero, que el nuevo gobierno japonés aplastó junto a los samuráis.
El pequeño Yukio, pues, realizó sus estudios en una escuela reservada a la nobleza. Escribió su primer cuento a la edad de trece años y su primer libro de relatos a los dieciséis, edad en la que ingresó en la Facultad de Derecho.
Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronaútica. Quiso ser piloto kamikaze, pero no fue admitido por su constitución débil, lo que le provocó un trauma lacerante, unido esto a la muerte de tantos compatriotas.
Su primer trabajo extenso, El bosque en flor, lo publicó en 1941. A este le siguieron El cigarrillo, 1946. Ladrones, 1946-48, y algunos más, con ayuda de su gran amigo y admirador, que luego sería Premio Nobel, Yasunari Kawavara. Pero la obra que obtuvo un gran éxito y como resultado, su consagración en el mundo literario, fue Confesiones de una máscara, pese a que algunos críticos mostrasen asombro por la particularidad del tema, que no fue otro que la confesión del protagonista de su homosexualidad a través de los recuerdos de su infancia y adolescencia. En ella se traslucía el auténtico sentimiento del autor que se confesó asimismo bisexual.
Una vez acabada su carrera de Derecho, el joven Yukio trabajó por espacio de un año en el Ministerio de Finanzas, trabajo que abandonó para dedicarse de lleno a la literatura, publicando su primera novela, la ya mencionada Confesiones de una máscara, con rasgos autobiográficos, en 1949, alcanzando un gran éxito con ella.
Tras viajar por Europa y América, Mishima, pese a su condición sexual, contrajo matrimonio en 1958 con Yoko Sujiyama, hija de un famoso pintor. Anteriormente se dijo que sostuvo un idilio con Michico Shoda, la que luego sería emperatriz del Japón al casarse con el emperador Hirohito. Anecdóticamente, recuerdo, en mi etapa de estudiante de Magisterio, el revuelo a nivel mundial que se organizó con esta famosa boda imperial, ya que la novia no pertenecía a la nobleza nipona.
Del matrimonio del escritor nacerían dos hijos: Una hija llamada Noriko, en 1959, y un hijo de nombre Ichiro, en 1962. Poco más se sabe de su vida privada, a no ser su obsesión por la belleza y el culto al cuerpo. A este respecto, narcisista, diría: Al fin logré un cuerpo, un verdadero cuerpo, y al conseguirlo me dominó la pasión por mostrarlo. Por lo cual, desde 1955 y durante quince años, practicó alterofilia y artes marciales -era un experto en kendo y karate-, llevando una vida turbulenta así como posturas extremas. Fue asimismo, actor de teatro, y de cine, espadachín, modelo fotográfico de centenares de fotos. De hecho, se caracterizó posando como San Sebastián, icono de los homosexuales, su más célebre fotografía. Y naturalmente, también era misógino.
Se inició en el adiestramiento militar en la Base de Sietai junto a un grupo de estudiantes universitarios. Se alistó en las Fuerzas de Autodefensa de Japón en 1967, y en 1968 fundó la Sociedad de los Escudos, una milicia llamada Tate Nokai al estilo de los samuráis, un ejército privado al servicio del emperador formada por jóvenes estudiantes desencantados de las instituciones imperiales y queriendo un resurgir del bushido, el tradicional código de honor de los samuráis. Cosa que no logró, de ahí la idea del suicidio que en su mente bullía.
Morir / en el viento / del suicidio.
Morir combatiendo / la única muerte / de un guerrero.
Morir / por el filo del sable / de muerte ritual.
Morir / sabiendo que morir / no es más que mejorar / el instante último.
Morir de rosas / de crisantemos / de flores de ciruelo / atravesadas por un grito.
Morir del otro lado / del mundo / donde haya un guerrero / bajo el sol.
Morir imperial / sin pedir perdón / enfrentando al enemigo / y siendo muerto por él.
OBRAS
“QUIERO HACER DE MI VIDA UN POEMA”
Yukio Mishima fue un prolífico escritor autor de más de veinte novelas, decenas de cuentos, de dieciocho obras de teatro, poemas, ensayos, artículos… En toda su obra muestra su temática descarnada que contrasta con la delicadeza de su estilo, dominando las palabras y con un lenguaje denso y una capacidad psicológica inmensa.
De su enorme producción se cuentan, entre otras las siguientes novelas:
–Confesiones de una máscara, 1947, historia de un joven homosexual que decide esconderse tras una máscara ante la sociedad. Su primer gran éxito.
–Los años verdes, 1950
–El color prohibido, 1951
–La muerte de la mitad del verano, 1953
–La voz de la onda, 1954
–El rumor del oleaje, 1954
-El pabellón de oro, 1956
-Después del banquete, 1960
–Sed de amor, 1960
–La escuela de la carne, 1962… Así, hasta un largo etcétera, además de su inspirada producción poética.
Pero su obra cumbre fue la tetralogía El mar de la fertilidad, compuesta por las novelas Nieve de primavera, 1966. Caballos desbocados, 1968. El templo del alba, 1970.Y La corrupción de un ángel, 1970, completada el mismo día del suicidio del autor. Todas ellas como rechazo a la sociedad del Japón de la posguerra a la que considera corrompida, sin espíritu, alejada del camino tradicional que la hizo gloriosa.
Los héroes de sus novelas son rebeldes, aspirantes a una pureza utópica, recreando las situaciones de la vida y de la muerte, de la purificación del alma y, por supuesto, las tradiciones del Japón, rebelándose contra una sociedad sumida en el vacío espiritual y la decadencia moral.
Morir / caudillo del cielo / solitario jefe / de un idioma.
Morir / con el sol en la frente / como mueren los nuestros.
Morir / de rodillas al sable / al símbolo divino / de los tiempos.
Morir / de caballos desbocados / de ideogramas en la frente / de seppuku, al amanecer.
Morir / del otro lado / de las cosas.
Morir con honor / por el acero entrañable / decapitado por el camarada / más querido.
EL SUICIDIO
A mi parecer, vivir sin hacer nada, envejecer lentamente, es una agonía, es desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar que, como artista que soy, debo tomar una decisión. Esto era como un aviso definitivo de su ya próximo suicidio. Me hallo al borde del momento… Estoy agotado. Era un aviso del abismo que se abría a sus pies. Necesitaba de una experiencia extrema como lo era el suicidio para dar fe de una estética literaria e ideológica. Él era un excéntrico incluso entre los suyos y en sus libros ya se adivinaba la llegada de ese final que planeó durante cuatro años.
Y surgió la idea del suicidio o seppuku, conocido este término entre los occidentales como el harakiri, dolorosa y lenta muerte, como ritual denuncia de la podredumbre moral de Japón. Y el 25 de noviembre de 1970, él y un grupo de amigos nacionalistas, ocuparon armados un cuartel del Ejército. Desde lo alto de una terraza, Mishima lanzó un discurso a la tropa que fue grabado y fotografiado. A continuación, fue al despacho del general y allí, al grito de Larga vida al Emperador, mediante el ritual del harakiri, ayudado por su asistente, ya que el final de tanto padecimiento causado por la katana es la decapitación, acabó la vida de uno de los más grandes escritores y poetas del Japón, a la edad de cuarenta y cinco años.
Siguiendo el ritual, dejó escrito su jisei no ku o último poema de un guerrero antes de morir:
Las fundas de las espadas se agitan
tras años de espera.
Hombres valientes parten
a caminar sobre la primera helada del año.
Murió como quiso. La muerte tiene el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre nubes. Morir de una manera grandilocuente y ser recordado como un símbolo de fuertes convicciones. Murió como símbolo de un mundo que agonizaba y no volvería. Terminó una vida emulando a los antiguos samuráis sacrificándose con un gesto político, cultural y psicológico ejemplarizante.
Está enterrado en el cementerio Tama Reien de Fuchu en Tokio.
Morir de mar / de isla / de corceles antiguos / de estampido.
Morir / de sangre nueva / junto al escudo medieval / de los guerreros.
Morir / y olvidarse de un mundo / sin honor.
Morir incomunicado / aislado por el ruido / que el enemigo trajo / para ayudarnos / a morir.
Morir con honor / como un samurái / como un poeta.
Fue tres veces candidato al Premio Nobel y de él dijo el ganador de aquel mismo año, Yasunari Kawabata, que más tarde acabaría suicidándose también: No comprendo cómo me han dado el Premio Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad solo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras.
Vuestra amiga Carmen Carrasco