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Las moscas cojoneras – A TODA COSTA

El calor era insoportable en aquella húmeda isla del Caribe…,

… llena de palmeras y cocoteros, con largas playas de arena fina y blanca, que terminaba en su zona norte con un gran acantilado.

Me encontraba en una vieja y destartalada cabaña, apartada de los círculos turísticos y medio salvaje.

De pronto, un enjambre de moscas marrón oscuro revoloteó sobre mí hasta tapar los postreros rayos de sol, que a través de la persiana bajada, penetraban en mi habitación junto a los insectos.

Imposible descansar con tantas moscas, quizá era debido a la pertinaz sequía que estábamos padeciendo, o que se alojara algún cadáver de animal en las proximidades, pensé que cuando el fuerte viento cambiase de dirección, se marcharían las moscas, pero no podía esperar tanto.

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Me levanté y cogí un gran bote de insecticida, empecé la batalla despiadada contra las intrusas, comenzaron a caer “como moscas”, por fin se desplomó, dando vueltas en círculo la última, pero yo no podía respirar, me había pasado en la fumigación, ahogado y sudoroso me incorporé en la cama…, que sueño más extraño, al filo de la pesadilla.

Respiré aliviado, ni estaba en una isla tropical, ni habían animales putrefactos en mi entorno, me levanté apaciguado y me tranquilicé, pero fue entonces, precisamente entonces, cuando me pregunté:

¿Qué diablos, hacían tanta cantidad de moscas muertas por el suelo y en las sabanas de mí cama?

Francisco Ponce Carrasco

Playa San Cristobal

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