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La Literatura de los Retos

La literatura de los retos

Enero siempre ha tenido algo de frontera. Un territorio hostil que marca el final de lo viejo y el principio de lo nuevo, con sus promesas aún sin estrenar y sus desafíos esperando en cada esquina. Es un mes tramposo, de esos que te obligan a hacer equilibrio, a enfrentarse al espejo con la misma pregunta de siempre: ¿y ahora qué? Y ahí es donde la literatura entra en juego, como un campo de batalla donde cada libro es un desafío y cada página, una trinchera que cruzar. Porque los buenos libros, los que merecen la pena, no son cómodos. No están ahí para arrullarte, sino para zarandearte, para ponerte a prueba.

Henry David Thoreau lo tenía claro cuando se largó a los bosques y escribió Walden . Se plantó allí, con lo puesto, porque entendió que la vida no es una sucesión de días grises, sino una decisión que hay que tomar cada mañana. Lo suyo no fue un capricho de poeta bohemio, sino un reto en toda regla. Vivir con lo esencial. Sin ruido, sin distracciones, sin excusas. Y eso, amigo, no lo aguanta cualquiera. Hoy en día, nos gusta hablar de cambios, de empezar de cero, pero la mayoría no se atreve ni a apagar el móvil un par de horas.

En otros libros, los desafíos no tienen forma de naturaleza salvaje, sino de vida cotidiana. En El club de la buena estrella , Amy Tan nos mete en el laberinto de la identidad, la familia y las raíces que a veces pesan más que una pérdida. Las

protagonistas de la novela luchan con lo que son, con lo que esperan de ellas y con lo que nunca serán. Porque, a fin de cuentas, la vida es así: una pelea constante entre lo que queremos y lo que nos toca. Y esos son los retos más duros.

La literatura de verdad te enfrenta a ti mismo. Te empuja a cuestionarte, a replantearte lo que dabas por hecho, a pensar en las cosas que realmente importan. Cada libro que abre es una apuesta, un paso hacia adelante o una advertencia de lo que podría ser. Por eso, cuando enero llega con su desfile de propósitos y listas interminables de buenas intenciones, quizás la mejor decisión sea agarrar un libro que no te deje indiferente. Uno de esos que te obligan a mirarte de frente, sin paños calientes, ya decidir de una vez si vas a seguir huyendo o vas a plantarle cara a la vida.

Porque la literatura, como la vida, no es para cobardes. Y los buenos libros, los que resisten el paso del tiempo, no son los que ofrecen respuestas fáciles, sino los que dejan preguntas que duelen. Así que, mientras ahí fuera el mundo sigue su curso y enero nos recuerda que no hay vuelta atrás, conviene recordar que cada página que leemos puede ser un desafío. Y que, al final, la mayor batalla siempre es contra uno mismo.

José Manuel Gómez

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