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Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Eugenia de Montijo

Ana Calvo rotativo

“Por la capilla señor, por la capilla”

Eugenia de Montijo nació un 5 de mayo de 1826, en calle gracia Numero 12, Granada. Con un parto adelantado por una ciudad que temblaba con uno de sus mayores terremotos y de los más notables de la época, como podéis ver, un preludio de todo lo que acontecería en la vida a nuestra protagonista de hoy; nuestra querida Eugenia de Montijo.

Pero pese a las adversidades, ella nunca se rindió, nunca se dio por vencida, siempre pensó y estuvo convencida de que su paso por este mundo debía consistir en algo más importante. Y lo fue.

 Aunque ella no fuera consciente en ese momento, quiso ser importante en la política, quizás esa infancia en una casa afrancesada donde de hablaba continuamente de política, de estrategias militares, de asedios, de guerras, luchas, desvelos…tal vez eso marcó de manera confusa el interés de nuestra protagonista. Su hermana que llegó a ser Duquesa de Alba fue siempre su gran apoyo.

            Esta joven, que llegó a una edad de 27 años sin conocer varón, era claramente lo que se podía esperar de una señorita de la época, educada, culta, con presencia, con carisma, y además…hermosa.

El hecho de haber nacido en una familia burguesa y afrancesada le dio la posibilidad de codearse con lo más alto de la burguesía europea, entre ella; su Futuro marido Luis Napoleón III. Gracias a quien Eugenia pudo desempeñar su papel como política siendo regente en tres ocasiones, ocasiones que, para el bando francés, no vieron la gloria en ningún momento, salvo en uno.

            En una de esas fiestas burguesas que sus padres organizaban, pues las niñas estaban en edades casaderas, Eugenia conoció a: Prósper Mérimée, a quien le contó con ese arte que la caracterizaba la historia que estaba entre la comidilla de toda Granada, resultó ser una historia de amor entre una cigarrera, un oficial y un torero. Algo que debió pasar desapercibido en un principio como un chisme de fiesta, resultó ser a posteriori la mejor obra realizada que elevaría la cultura española aún más si se podía, Carmen. Esta obra, llevada a teatro, a ópera, a novela, y posteriormente a cines…es algo señores, que no se deben perder. Si pueden, comiencen con la novela. Y escuchar la ópera bajo la voz de María Calas es todo un placer.

            Eugenia amaba la moda, era capaz de poner como última novedad entre la burguesía, cada uno de sus vestidos, entre ellos, los de color verde lino. La alta costura, Eugenia, consiguió que se moviera la alta costura por toda Europa, y por supuesto, que llegara a nuestro país.

            En verano la alta burguesía española solía tomar baños en las playas sobre todo del norte, para efectos curativos, reuma y demás. Pero ¿Saben ustedes quien puso de moda veranear? Pues sí, Doña Eugenia de Montijo. Un acto que pocos podían hacer, ya que pocos eran los que podían ausentarse largas temporadas de sus obligaciones. Pues ella lo puso de moda. ¿Pensabais algunos que esto había sido durante toda la vida? ¿Las vacaciones de verano y veranear? No señores, solo alguien con mucha clase y un estilo de vida de alta costura, pudo inventar algo así, y a la vista está. Aún sigue siendo una actividad no al alcance de todos…jajajaja (por alusiones). Así que señores burgueses espero que hayan disfrutado de sus vacaciones de verano (Léase la ironía, o no…)

Eugenia era difícil de dominar. En cuanto a amores, algo que nunca le importó demasiado. Vamos a centrarnos en lo difícil que se lo puso al futuro Napoleón III. Hemos de decir que este cortejó a toda dama que se ponía o pasaba por delante, por supuesto ninguna consiguió caer en sus redes, hemos de decir que la fama de precedía a los Napoleón, no era de muy buen agrado. Pero a Eugenia, esto no le supuso un problema en absoluto, pues su propio padre sirvió al gran Napoleón Bonaparte. El caso es que aquí Eugenia nos deja otra curiosidad para la posteridad. Resulta que después de un cortejo de once meses, por cierto ¿Recordáis quien inventó lo del cortejo en la corte? Si, Leonor de Aquitania. Bueno seguimos. Resulta que después de once largos meses y por supuesto de haber pedido previo permiso a los padres de ésta. Un día Eugenia estaba asomada a su balcón viendo el gran desfile, Luis Napoleón desesperado y a punto de tirar la toalla, (Dicho que alguna vez explicaremos) se le acercó con su caballo y desde abajo del balcón, desesperado y a todo lo que le daban los pulmones le dijo a la señorita:

– Señorita por favor, ¡dígame como puedo acceder a usted!

A lo que nuestra queridísima Eugenia de Montijo respondió con los ojos puestos en una Iglesia que estaba a la vista, y mientras se abanicaba con ese aire andaluz, le respondía;

– Por la capilla mi señor, por la capilla.

Emperatriz de Francia.

            Así llegó nuestra amada Eugenia a ser emperatriz de Francia y tres veces regente, pero el precio a pagar fue demasiado caro. Los franceses no la querían, “La Española” como la llamaban con desprecio, (ríanse ustedes de cuando dicen que aquí en España no se quería a los Borbones) a Doña Eugenia se la hicieron pasar, bien mal… la llegaron a llamar la Sebastopol, porque el cortejo de Luis hacia ella duró exactamente lo mismo que el asedio a esta ciudad, once meses.

 ¿Se puede ser más bruto y miserable? Eso sí. Si algo caracterizaba a Dona Eugenia de Montijo era su elocuencia, su imaginación y su manera de reinventarse. Y la respuesta a todo el desprecio que vertieron sobre ella los franceses lo devolvió de la siguiente manera;

            Resulta que cuando iba del brazo de Luis Napoleón, justo al entrar por la puerta de la Catedral Notre Dame, ésta abandonó a su marido, se giró, retrocedió unos metros hasta acercarse al pueblo que estaba expectante ante la boda Real y con un leve gesto de humildad, sencillez, elegancia, inteligencia, atino y amor, se inclinó ante el pueblo francés. (Sobra lo que quiso decir)

La muchedumbre ahora la aclamaba con fervor, pues ese gesto de una futura emperatriz al pueblo era un gesto de humildad, que ellos no estaban acostumbrados. Poco le duró la gloria, porque ya sabemos que el pueblo francés, si se caracteriza por algo es por olvidar en un breve periodo de tiempo quienes son sus amigos para confundirlos con sus enemigos. En fin. Allí quedó el gesto, y con él mi orgullo como mujer, granadina y española.

            Cuentan que hubo algún que otro mal augurio el día de su boda. Estas cosas siempre la acompañarían, como el terremoto del día de su nacimiento. A Eugenia le encantaban las perlas, los collares de perlas, pero se decía, y se sigue diciendo que una novia no debe ponerse tal joya, pues por cada perla que tenga el collar será una desgracia en el matrimonio por la que tendrá que llorar.

 Quizás Doña Eugenia debió haber hecho caso a esos augurios, al menos habría padecido un poco menos los desprecios y correrías de su marido, y el odio del pueblo francés. Odio que ella jamás respondió de igual manera, siempre amó a Francia como a España.

            El 15 de enero con 26 años, y siendo una jovencita que aún no había conocido varón, cosa que sorprendió estrepitosamente a Luis, se nos casó en la Catedral de Notre Dame nuestra querida Eugenia de Montijo. Iba de blanco impoluto, de nuevo rompiendo tendencias, pues por esa época se daba mucho el brillante. Y también optó por el velo que usó su predecesora en el imperio, María Antonieta, usó el mismo velo, detalle que por supuesto también fue criticado. Y es que Doña Eugenia estuvo subyugada bajo la imagen de María Antonieta, el miedo y el pavor que sentía de que los franceses podían hacerle a ella lo mismo la aterraba. Encargó muebles del mismo estilo que su predecesora utilizó y llegaron a tener una etiqueta personal. Toda una locura. Pero esto era más común de lo que pensamos.

Aunque la relación con Luis, era más política y cordial que amorosa, no podemos ni debemos olvidar que los comienzos fueron maravillosos para ambos, la pareja tuvo un heredero, Eugenio Luis, que se convertiría si Dios quería en: Napoleón IV.

Aquí debemos de nombrar un acontecimiento que nos acompaña aún a día de hoy, aunque no fue mérito de nuestra protagonista, sí que ocurrió bajo su mandato. La creación de la Cruz Roja.

Fundación a los más necesitados que se formó tras la batalla de Solferino en Italia.

Doña Eugenia aportó su granito de arena a su manera, en cuanto a esta fundación. Veréis: dicen que en cada gala se ponía un vestido, vestido que no volvía a usar y que lo subastaba para beneficio de la Cruz Roja. (Os suena esto ¿verdad que sí?)

A ella se le daba bien, se le daba estupendamente crear tendencia, las cosas de la corte, las comidillas, organizar y mandar desde otro lugar. Pero amaba la guerra, quería, quien sabe si enorgullecer a su padre de alguna manera.

En 1862 año de desgracia una vez más. En México, ocurre algo y Doña Eugenia convence a su marido para que mande una expedición, a recuperar el orden allí establecido, pero es todo un despropósito y mueren muchísimos franceses. Por supuesto, la única responsable de la hazaña fue Eugenia, no nos vamos a parar en la incompetencia de los franceses, ¡Faltaría más!

Cuando Eugenia contaba con 43 años su belleza seguía siendo tan popular que en 1869 se inaugura la gran obra del canal de Suez (Canal artificial navegable de Egipto)

El gobernador de Egipto, mandó construir un palacio solo para ella, y prendado de su belleza y elegancia, al partir le dijo:

– Déjeme usted contemplarla un rato más, que la grabe en mi retina para poder recordar su belleza cando no esté aquí.

            Cuando Luis Napoleón es arrestado por los prusianos, nadie ofrece ayuda a la emperatriz, tan solo, aunque nos parezca sorprendente, es su dentista quien le ayuda a poder instalarse en Inglaterra.

            A Eugenia aún le queda su hijo, Eugenio Luis. En que 1879 viaja a Sudáfrica con 23 años y en una emboscada de los zulúes es muerto a lanzazos.

Desde ese día. Eugenia solo vestiría de negro impoluto.

El 11 de Julio de 1920 muere en Madrid, es enterrada en Abadía de San Miguel, Farnborough.

Dejando una herencia de 540 millones de pesetas, destinados a nada….

            No sé cuál será vuestra conclusión sobre Eugenia de Montijo, la mía es sin duda, que fue una gran mujer al servicio de una pésima nación, a los pies de un pésimo hombre, al servicio de una mala decisión. Ella era grande y pudo haberlo sido más. Pero es tan importante de quien nos rodeamos… aun así, nos dejó muy buenas referencias, gustos, tradiciones y le debemos la mejor obra de teatro española que más ha conmocionado al mundo entero.

Gracias Doña Eugenia, por tanto, por todo. Gracias por existir. Has dejado un legado de orgullo en Granada y en España, y quien no lo sepa ver, es que es más terco que los franceses.

Ana Calvo

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