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Elena Sanz, el verdadero amor de Alfonso XII

Elena Sanz

Reconozco que soy fan incondicional de la historia de amor de Alfonso XII de Borbón con María de las Mercedes de Orleans. El amor entre dos primos, la madre del novio que se opone al matrimonio, dos familias encontradas por la corona, una luna de miel eterna, la muerte temprana y un rey sumido en la tristeza. Todo lo que envuelve a la joven María de las Mercedes, su arte andaluz, su gracia, su belleza, su ingenuidad… “Te haré reina” le dijo un joven Alfonso, y la hizo. Menos mal que no le dió tiempo a Mercedes a darse cuenta de cuales eran los verdaderos intereses de Don Alfonso por hacerla Reina. Que no digo que no la quisiera, Mercedes era una de esas mujeres que; ¿Cómo no vas a querer? Pero sinceramente el interés era un buen lavado de cara en la familia tras todo lo vivido en España con su madre, Isabel II y su tío el Duque de Montespierre. Quien no tuvo tanta suerte fue Doña Cristina de Hasburgo (Segunda esposa de Don Alfonso) de quien sinceramente me encantaría hacerle un maravilloso homenaje, porque lo que hizo y aguantó esa mujer, fue una verdadera Reina.

Resulta que cuando Alfonso estudiaba allá por el exilio en Viena, una joven y hermosa cantante soprano llamada Elena Sanz fue a visitarle por orden de la madre de éste y protectora de ella, Isabel II . Elena contaba con 27 años de edad y Alfonso con 15. Su visita a Viena para actuar en el teatro Imperial pudo haber cambiado la historia de España. La verdad es que esta historia de amor, más real que la vida misma hubiese puesto la historia de España patas arriba. Su majestad Felipe VI, no ha inventado nada con su matrimonio. Esto ya viene de herencia.

Cuentan que quedó embrujado de aquella mujer y hay crónicas que así lo reflejan, y personajes ilustren que también han querido hacerlo y han quedado prendados con la belleza de la Soprano.
En una de sus novelas, Benito Pérez Galdós la llama, “La hechicera compatriota”. Pero quien le dedica las mejores palabras es sin duda Emilio Castelar, presidente del congreso de los diputados en la primera República, dijo así; “Quien haya visto en su vida a Elena Sanz no podrá olvidarla jamás, piel morena, los labios rojos, dentadura muy blanca, la cabellera negra y reluciente como el azabache, de nariz remilgada y abierta en una voluptuosidad infinita, cuello carnoso y torneado a maravilla, de frente amplia como una digna egipcia, los ojos negros e insondables, cual abismo llama a la muerte y al amor”, vamos que si Elena le pide a este señor que bese la corona en ese mismo momento, se va al garete la primera República. ¡Menudo poder tenía Elena!

Aquel encuentro en Viena entre ambos no pasó de ahí, ella siguió en la cumbre de su éxito, él, en la vuelta a la monarquía, su coronación y su matrimonio con María de las Mercedes. Lo que pasa es que el destino, que es muy picarón, a veces con tal de echarse unas risas es capaz de hacer un daño atroz. Y esta vez, le tocó a la muñequita de porcelana, Merceditas. Que murió a los pocos meses de contraer matrimonio, sin descendencia y con apenas 18 años de edad.

Alfonso se sumió en una terrible depresión, no quería salir, apenas si trabajaba, ni sus correrías habituales le animaban, nada levantaba el ánimo del monarca. Pero su madre, que de ésto entendía un rato, y conocedora de lo que en su momento Elena levantó en los todos sentidos del joven monarca. Se las ingenió para un primer encuentro. Encuentro que duró cuatro años y dió más de un dolor de cabeza a Isabel II, pues terminó con dos hijos descendientes de Alfonso XII (Alfonso y Fernando), con la gran carrera artística de la soprano que solo vivía para contentar al rey, y terminó también exiliada junto con Isabel II, su suegra ante Dios, como ella la llamaba.
Maria Cristina de Habsburgo era una mujer de piel muy gruesa y gaznate ancho, pero llegó un momento en el que como ella dijo,” España es muy chica para las dos”. Lo que realmente le pasaba es que Elena le estaba dando hijos varones a Alfonso, mientras que ella solo engendraba niñas. Y el último nacimiento del hijo de Elena terminó por desquiciarla, porque es que además, ni siquiera se molestó la soprano en salir de España para dar a luz como hizo con su primer hijo. Elena subestimó demasiado la paciencia de Cristina, quien la desterró de España. Y se exilió a Francia.
De ahí la segunda recaída de Alfonso, la que lo llevaría a la muerte, y en la cuál correrías tras correrías buscaba en cualquier mujer lo que perdió en su tan apasionada amante. (Poco se habla del romanticismo de este monarca)
Así que éste es el plan, una joven muerta a los 18 años, con toda la inocencia del mundo sobre su piel, un joven monarca enamorado hasta la médula de una mujer trece años mayor que él (dato innecesario pero que seguro que al lector le gustará conocer) con quien no se molestó en ocultar su relación ante todo un país. Una artista de los pies a la cabeza, famosa en el mundo entero ,entregada por completo a los deseos de un monarca que solo podía darle de vez en cuando varias horas de placer y una manutención para ella y sus hijos, ¡Faltaría más Alfonso!. Y una reina, (con el valor más grande que he visto en mi vida en una mujer), en un país donde no se la quería, pero ella luchaba por mantener, un marido que no la amaba y aún así, en su primer parto y a su primera hija le puso el nombre de la difunta esposa de su marido (Hacemos cosas por amor que no deberían ser contadas) y totalmente conocedora de la vida paralela de su esposo. Posteriormente viuda de un hombre a quien no sabemos si amó, pero respetó por encima de todo, madre de un futuro Rey con los días contados y Regente en España.
Ni más ni menos…
Yo con menos me echo la capucha y ahí os quedáis…

No puedo posicionarme por ninguno, siempre he tenido un conflicto interno con estos personajes. Me parece tan real todo lo que vivieron, me parece tan doloroso lo que cada uno sintió. Amar y perder el amor en la muerte. Amar y no poder estar con la persona amada. Amar y que no te amen. Amar a escondidas.

Yo no puedo juzgar a nadie. No se si ustedes podrían. Pero les voy a confesar algo; Los amo a todos ellos como si los conociera.

Ana Calvo

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