DIOS EN NUESTRAS VIDAS – VI

Antonio Prima Manzano, en su artículo “DIOS EN NUESTRAS VIDAS – VI”, nos invita a reflexionar sobre la búsqueda de la verdadera felicidad y el sentido de la vida en un mundo cada vez más cambiante y lleno de incertidumbres. Manzano señala la dificultad de encontrar valores y principios constantes en medio de una sociedad que, a menudo, se deja llevar por la información superficial y la cultura sectaria. Frente a esto, propone que la auténtica felicidad y estabilidad solo pueden encontrarse en Dios, quien representa el único bien imperecedero y verdadero.

Si hay algo verdaderamente difícil de encontrar en nuestro cambiante mundo actual es “una moneda constante”, “una filosofía convincente” y “una sociedad justa”, o dicho de otro modo, un bien imperecedero fuera de Dios; aunque se empeñe el hombre en no entenderlo ni aceptarlo.

      Y esto es así, tan real e inevitable como la muerte.

      De ordinario, multitud de información llega hasta nosotros y  la asumimos sin discernirla, y la aceptamos sin analizarla, y la damos como buena, sin apercibir lo que de tenebroso trascienda de ella. Llenamos nuestra falta de criterios, de criterios prestados, interesados y deformadores. Llenamos nuestra  falta de cultura, de una seudo-cultura sectaria, que no llega a dar solidez ni fundamento a nuestro criterio. Y neciamente, somos presa fácil de un mercantilismo atroz, manipulador y opresor, que cuanto menos, nos quita la paz y nos hunde en el desasosiego de una querencia sin fin.

      Son todo cuanto nos rodea,  espejismos de falsas felicidades, que más que fortalecer y engrandecer al hombre, lo debilitan porque lo convierten en quebradizo y frágil y lo empequeñecen, porque lo hacen dependiente y neurótico.

      La verdadera felicidad radica en nosotros mismos. Está impresa como un rayo de luz,  en el alma de todo hombre bien amado de Dios su creador. Y al perdernos entre las obscuridades que nos envuelven, sólo nos queda volver sobre sí mismos y reanudar nuestros propios pasos, solamente así, puede el hombre llegar a la plenitud que garantiza la auténtica felicidad.

      La vida con sus acontecimientos y circunstancias nos lleva a Dios una y otra vez como único bien autentico e imperecedero. Existir y actuar al margen de Él es abolir lo preestablecido, las leyes naturales que nos rigen; porque sólo en su esencia está la sabiduría.

      La ley de Dios es la luz que debe iluminar al mundo para que los hombres se entiendan, para que vivan en paz y justicia, porque la auténtica paz, la que de verdad colma el corazón de los hombres, es la que se logra como fruto de la justicia. – ¡Como amigos! – Como Cristo nos llamó: “mirad que os llamo amigos”.

      Y esa amistad plena, entrañable, que Jesús nos ofrece para compartir con todos los hombres, nos acompañará siempre hasta el fin de los siglos. Y si sabemos ser merecedores de ella, estaremos por encima de las ambiciones y los desvaríos, de las injusticias y del terror, y tendremos la certeza moral de que somos bien amados de Dios y consecuentes con nuestro propio destino.

                                  Antonio Prima Manzano

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