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Carlo Acutis: el ciberapóstol de la Eucaristía

CARLO ACUTIS BEATIFICATION

Clergy attend the beatification Mass of Carlo Acutis in the Basilica of St. Francis in Assisi in Assisi, Italy, Oct. 10, 2020. (CNS photo/courtesy Diocese of Assisi- Nocera Umbra- Gualdo Tadino)

Beatificación de Carlo Acutis – 10 de octubre de 2020

Nació el 3 de mayo de 1991, en Londres, pero su luz brilló sobre todo en Italia. Carlo Acutis era hijo de una familia lombarda que pronto regresó a Milán, donde él pasaría sus breves pero intensos años de vida. Desde la infancia, Carlo dio muestras de un alma profundamente sensible. Su madre recuerda cómo, siendo muy pequeño, ya manifestaba un interés singular por Jesús y la Virgen María, mientras sus compañeros se interesaban por dibujos animados y juguetes. “Desde los tres años nos pedía entrar a las iglesias para saludar a Jesús”, confesó su madre en varias entrevistas. Aquel niño de ojos vivos no tardaría en dejar su huella, aunque no en la forma que el mundo estaba acostumbrado a reconocerla.

Su educación transcurrió entre colegios religiosos, primero con las Hermanas Marcelinas y luego en el liceo clásico León XIII de los jesuitas. Pero más allá del aula, Carlo cultivaba una vida interior insólita. A los siete años pidió recibir la Primera Comunión, y desde entonces no faltó un solo día a la misa. Era, según sus propias palabras, su “autopista hacia el cielo”. Rezaba el Rosario diariamente, y dedicaba tiempo al estudio de la vida de los santos. Entre sus favoritos estaban Francisco de Asís, Domingo Savio y Tarsicio, jóvenes como él, entregados sin reservas a la causa de Cristo.

Sin embargo, lo que hizo única su figura fue la fusión natural y precoz entre la espiritualidad más profunda y las herramientas del mundo moderno. A diferencia de muchos otros adolescentes, Carlo no veía en la tecnología un lugar de evasión, sino una poderosa aliada para evangelizar. Aprendió por sí mismo a programar, editar vídeos y diseñar páginas web. Tenía apenas doce años cuando emprendió lo que sería su proyecto más ambicioso y, a la vez, su legado más conocido: una exposición internacional de los milagros eucarísticos reconocidos por la Iglesia católica.

Durante dos años recopiló información detallada sobre más de 140 casos documentados en todo el mundo, desde Italia hasta México, desde Polonia hasta la India. Investigó archivos, seleccionó imágenes, redactó textos y organizó todo en una estructura clara y atractiva. El resultado fue una muestra visual que puede descargarse gratuitamente desde su página web —www.miracolieucaristici.org— traducida a múltiples idiomas, y que ha recorrido los cinco continentes. Parroquias, universidades, santuarios y colegios la han expuesto en más de 17.000 lugares distintos. En España, por ejemplo, se mostró en la Iglesia de San Esteban, y contenía milagros sucedidos en nuestro propio país.

Pero Carlo no se detuvo ahí. Creó también sitios dedicados a las apariciones marianas aprobadas por la Iglesia, y promovió devociones como la Adoración Eucarística o el rezo del Rosario, siempre con un lenguaje amigable y cercano para los jóvenes. Quienes le conocieron, aseguran que nunca impuso su fe: la vivía con alegría, sin rigidez ni dogmatismo, y eso la hacía contagiosa. Muchos chicos de su edad que se alejaban de la religión, volvieron a ella gracias al ejemplo de Carlo. Su modo de vivir la fe —sereno, tecnológico y comprometido— lo convirtió en un pionero: una especie de “influencer espiritual” antes de que ese término existiera.

En octubre de 2006, apenas unas semanas después de comenzar el curso escolar, Carlo se sintió mal. Los exámenes médicos revelaron que padecía una leucemia promielocítica aguda, uno de los tipos más agresivos. La enfermedad avanzó de manera fulminante. Durante los pocos días que pasó en el hospital, Carlo no se lamentó. Dijo que ofrecía sus sufrimientos “por el Papa y por la Iglesia”. Falleció el 12 de octubre, con apenas quince años. Había vivido con una intensidad tan grande, que su ausencia dejó un vacío inmenso en su entorno. Pero también empezó a extenderse una certeza silenciosa: Carlo no se había apagado, solo había cambiado de forma.

Cumpliendo su deseo, sus restos fueron trasladados a Asís, la ciudad de San Francisco. Allí fue enterrado en el Santuario de la Expoliación. Cuando su cuerpo fue exhumado en 2019, como parte del proceso de beatificación, se encontró “íntegro”, aunque no incorrupto. La expresión se convirtió en una metáfora poderosa: como si el tiempo hubiera rozado su cuerpo con respeto, sin atreverse a borrarlo del todo. Se le revistió con jeans, zapatillas deportivas Nike y una sudadera, el atuendo que llevaba habitualmente, para que su imagen reflejara la santidad moderna y accesible que él representaba.

El proceso de beatificación avanzó con una rapidez poco común. En 2018 fue declarado “venerable” por el papa Francisco, quien destacó su capacidad para usar Internet como medio de difusión del Evangelio. En 2020 se reconoció un milagro atribuido a su intercesión: la curación de un niño brasileño con una grave malformación congénita. La beatificación tuvo lugar en Asís el 10 de octubre de 2020, y más de 100.000 personas siguieron la ceremonia en directo por televisión o redes sociales. Poco después, en 2024, se reconoció un segundo milagro: una joven costarricense recuperada tras un accidente cerebral traumático. Su canonización fue programada para abril de 2025, aunque la muerte del Papa Francisco obligó a posponer la ceremonia indefinidamente.

Relicario con el corazón de Carlo Acutis

El legado de Carlo Acutis no se mide solo en visitas a su tumba o en el número de páginas vistas en sus webs (que superan los millones). Su vida ha sido documentada en películas como El Cielo no puede esperar, difundida durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, y en decenas de libros traducidos a numerosos idiomas. En muchas parroquias se le venera como patrono de los jóvenes, y también como protector de quienes trabajan con ordenadores. Su figura aparece ya en vidrieras, iconos y murales de templos, especialmente en América Latina, donde es muy querido.

Para el Proyecto Global de Cultura Granada Costa, incluir la biografía de Carlo Acutis en el volumen Quién es Quién Siglo XXI no es solo un homenaje, sino un acto de justicia. En un siglo lleno de ruido, superficialidad y búsquedas frenéticas, la vida de este adolescente representa un testimonio de profundidad, belleza y coherencia. Carlo supo hacer de la fe algo creativo y moderno, sin traicionar su esencia. En su breve existencia demostró que la santidad no es cosa del pasado, ni solo para adultos: puede surgir en un aula, en una pantalla, en el clic de un sitio web, en el corazón de un muchacho cualquiera con el alma abierta al infinito.

Como una estrella fugaz que deja una estela brillante y duradera, Carlo Acutis nos recuerda que la verdadera revolución no está en la tecnología en sí, sino en cómo se pone al servicio del amor, de la verdad, de Dios. En tiempos en los que muchos se pierden en las redes, él supo convertirlas en redes de esperanza.

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