BUCEANDO EN LAS ALMAS -UNA NOCHEVIEJA Y NUEVO AÑO INUSUAL-
Me disponía a pasar un Fin de Año tranquilo con mi sobrina. Y así verdaderamente, lo deseaba.
Sin bullicio, jaleo, ni orquestas de Fiestas organizadas para la ocasión.
Afortunadamente la mamá con sus once cachorros, que tuve durante el último mes, ya viajaban a un Refugio en Madrid para su posterior adopción. Dichos cachorros habían estado correteando en el jardín, entre lloros, juegos y ladridos. Al irse la luz solar, dormían en el baño del semisótano.
Mi sobrina, con su Amor por los animales, me acababa implicando. Y su Voluntariado, de rescate de perros encontrados por los montes o pueblos, hasta encontrarles un Refugio, acogida o adopción; era un Voluntariado que involuntariamente me hacía colaboradora de su» Gran Causa».
Llevaba varios días buscando huecos para seguir escribiendo mi Relato y pintando, entre ladridos de perros en el jardín, o en su departamento al lado de mi casa. Y como tarde o temprano, al final, explotaba:» i Esta casa, no está preparada para ser un Refugio o Residencia canina!» Búscales un Refugio en alguna parte de España, pero ¡ya!
Me encontraba ultimando los preparativos de la cena, cuando viene por la tarde y me dice:
-Tita, he pensado que como el próximo año me marcho, en cuanto me otorguen la plaza, probablemente a muchos kilómetros de aquí, podíamos pasar el Fin de Año, en un paraje de Granada, por ejemplo, cerca del nacimiento del Genil y amanecer en un paseo que hay junto al río. Así estreno la autocaravana, después de tantas reformas que le he hecho.
Y le contesté…
-¡y me lo dices ahora!
Rumié los múltiples inconvenientes, por la prisa de la rogativa; pero pensando en que ya se marcharía y con gran agotamiento mental, por mi parte ¡ufffffff! le dije que Sí. Como una madre, que quiere ser Madre, con mayúsculas, y no morir en el intento.
Se marchó hacia las 17 hrs, al Cortijo de una amiga, a la cual, hacia varias semanas, le había dejado cuatro perros, que se los guardase, pendiente de adopción, pues me negué a instalarlos en casa. Teniendo en cuenta que ella desde hace cuatro años, había adoptado dos podencas: Wendy y Lola, muy lindas pero trabajosas por haber vivido perdidas entre las calles de un pueblo con las maldades que les habían hecho los chicos y algún cazador.
Me llamó desde el Cortijo de Anita. La buena señora yacía con su brazo vendado. Hace unos días se había caído al agarrar a uno de los mastines, para darle la medicación. Intentando ponerle la correa para abrirle la boca y meterle la pastilla. Y éste, tiró tan fuerte que la arrastró varios metros por el suelo. Todo pasó porque» el angelito» en el pienso, la escupía. La generosa mujer, no estaba para muchos trotes de» patudos». Y ahora, no podía ni colocar el saco de pienso de 15 kg, a lo que la niña marchó a socorrerla, para fraccionar las tomas de pienso, esta tarde del 31de diciembre.
La llamada de emergencia de Eliana, era para decirme, que Anita había perdido las llaves del coche. Mi contestación fue muy optimista, aconsejándole, le dijese que lo dejara para el día siguiente y se fuera a cenar con su familia. Y que ella se volviera ya a casa.
Mi sobrina insistió que no podría irse ella a su casa, pues las llaves se las había quedado dentro del coche, cuyas llaves, a su vez, había extraviado. Está claro, que ella no volvería a las 18 hrs.
Eran las 21 hrs, del 31 de diciembre, con un frío que pelaba frente a las cumbres blancas de Sierra Nevada … seguía en el Cortijo. Y Nuestra cena de Nochevieja, preparada. La maleta y cesta para colocar en la autocaravana, rumbo a la excursión, también estaba dispuesta. Y Eliana, ya no socorría perros, ahora era a su amiga que cuidaba de esos otros cuatro.
Intenté, tomármelo con calma, y retomar el Relato que tenía que enviar al periódico Granada Costa. Imposible concentrarme. Filomena, (la madre de los once cachorros), sacudía la puerta del lateral del jardín. Bimba, una podenquita de nueva incorporación que iba a ser dada en adopción, saltó una de las vallas que tenía de separación de un jardín a otro y se puso a aporrear con las patas la puerta de mi casa. ¡Horror! ¡Divina concentración!
Mi Relato, en parte humorístico, pero con mucha filosofía de fondo, sobre «Las Felicitaciones de Año Nuevo», salió despedido por los aires, cuando abrí la puerta a Bimba para decirle que se estuviese quieta (y echarla agua con un spray) eso funcionaba a las mil maravillas para que no volviera a dar la lata… pero…¡Ahhhhh esa podenca! Era tan insospechadamente ágil que entró en la casa. Lola y Wendy que estaban bajo la mesa camilla, salieron ladrando a ésta, en plan Batalla por el territorio, lo que hizo que pisarán todos mis escritos que quedaron desparramados y pateados en la sala.
todo…
¡Esto era demasiado Realismo, para un Feliz y Tranquilo 31 de diciembre! Ahora, ahí no quedó
Llegó a cenar cerca de las diez. Respiré y exhalé profundamente más de once veces, con la
intención de calmarme y no estallar.
Parecía que volvía la normalidad. Cenamos tranquilamente, comentando las incidencias como si se tratase de terceras personas. Al terminar, a las 10.45 hrs me dijo que mientras yo recogía, ella iba a sacar cosas de la autocaravana.
Al rato, vino sofocadísima.
-Tita, las perras Filomena y Bimba, no están en mi departamento. ¿Tú has abierto la puerta del jardín para algo?
-Eliana, no he salido de la casa, desde que terminamos de cenar. ¿Estás sacando enseres de la autocaravana y dejándolos en el garaje? ¿Te has dejado el portón de detrás, abierto?
-¡Ahhhhh! – contestó ella.
-Sí, se han escapado.
¡carambolas! – pensé. Esto es lo que nos faltaba.
Ella salió corriendo hacia el lago Cubillas, haciendo el recorrido de sus paseos caninos. Volvió sin rastro de las perritas. Fue a preguntar a Seguridad en la entrada de la Urbanización. José, uno de los guardias, dio el aviso en el WhatsApp de incidencias, de la Comunidad. Val rato, Eliana vio a Bimba y a Filomena, que iban juntas a cruzar la carretera. Cuando volvió a la casa con las dos, se colgó del cuello de ellas…
– ¡os podían haber atropellado! – dijo.
No había quien la separara.
En el momento que la vi echar a correr, hace ya más de treinta minutos, casi se me cortó la digestión. Y ahora por más que quería respirar profundamente, se me habían congelado los pulmones. No sé si del frío o del susto, o ambas cosas.
Venga corazón- le dije- ya pasó.
Todo está bien – a Dios Gracias. Tranquilízate.
Eran casi las doce. Ella se fue a colocar algo y cerrar la puerta de la autocaravana. La llamé, para decirle que viniera a tomar las uvas y brindar. Aunque a juzgar por su cara, todavía tenía el pánico en el cuerpo. Y yo, la verdad, no quería ni salir de excursión. Sólo pensaba en dormir.
Al empezar, literalmente, a tragar, las uvas con las campanadas, comenzó otro capítulo.
Empezaron los jovencitos de la urbanización y los no tan jovencitos, a tirar petardos, cada cual más espantoso y fuerte que el anterior. El sonido era como balas para los cuadrúpedos que aterrorizados no encontraban lugar seguro dónde no se escucharan. Y lo vivían como una auténtica persecución o cacería, tras ellas.
¡Oh Dios mío! Unas perras corrían aullando a galope tendido por el jardín otras ladrando como locas, salieron de la mesa camilla, sin rumbo fijo de un lado para otro. Veía la escena en shock. Los petardos duraron hasta casi quince minutos antes de dar la una de la madrugada.
La podenca Wendy, era la que peor lo llevaba, le dio tal taquicardia, que la niña tuvo que cogerla en brazos y yo a Lola. Estuvimos dándoles masajes, más de veinte minutos, para calmarlas.
Estaba esperando que ella dijera:» vamos a dormir, ya ha sido demasiado». En vez de eso, cuando Wendy normalizó sus palpitaciones, la dejo en su cesta y me dice… ¡que se va a duchar, y después nos vamos!
Estaba agotada. Ni ganas de más aventuras y desventuras.
Ya había comenzado el año 2024. Sólo quería dormir. Me quedé absorta sentada en el sofá.
Al rato, viene mi sobrina diciendo que nos vamos ya.
Salimos por la puerta de casa hacia las dos de la madrugada.
El aliciente era recibir el Nuevo Año en un paraje idílico, al levantarnos y mirar por la ventanilla.
Dar un paseo por el nacimiento y cauce del río Genil.
A las 3.30 hrs, llegamos al lugar. Mira- le dije- yo me quedo a dormir en esta cama que está hecha y tú coges las sábanas y te organizas en la otra, arriba de la cabina de conducción.
Wendy y Lola, se durmieron, seguramente agotadas, en sus respectivas cunas. La calefacción a gas, había dejado la atmósfera muy calentita y me quedé dormida sin darme cuenta.
Eran las 4.30 hrs de la madrugada, cuando me desperté totalmente congelada. Me quejé de frío. Eliana estaba despierta. Le pregunté qué había pasado con la calefacción.
Tita- dijo- ¡No me lo puedo creer! ¡Cómo es posible! La calefacción va por gas, pero la chispa de encendido es eléctrica. Cargué la batería antes de salir… no sé por qué esta no responde y el gas no se enciende. Las antiguas autocaravanas tenían encendido directo a gas. ¡Qué ganas de complicarnos la vida, con este nuevo sistema!
Y con su móvil estaba leyendo manuales.
-i No puede ser!- pensé en voz alta. Había -5º en el paraje maravilloso, que ni sabía dónde estábamos. Me puse el anorak de nieve, y me metí en la cama, pero me faltaban dos palmos desde la rodilla, y las piernas se me helaban. Empecé a tener calambres.
Eliana, me ofreció a una de sus perras para que me diera calor. Pues con el frío las dos estaban acurrucadas contra ella, como dos bolsas de agua caliente.
Ya veo que el Nuevo Año, se presenta muy surrealista. Intenté dormir, pero la bajísima temperatura del entorno, me lo impedía. Según iba llegando la luz solar, el techo se iba calentando, después, los laterales…y me quedé dormida.
Eran las 13.15 hrs del1 de enero, cuando nos despertamos. Nos hicimos brevemente un café que acompañamos con bizcocho. Y al salir al exterior, ¡oh maravilla! un precioso día soleado de invierno.
Sonaban las aguas cantarinas del río Genil chocando entre las piedras, estrellándose en olitas. Dimos un largo paseo por su vereda. Parece que la pesadilla de la Nochevieja se disipaba. Ahora eso sí, nunca olvidaré este inusual Fin de Año, que parecía no tener termino, lo puedo asegurar.
¡Gracias a Dios, llegó el primer día del año 2024!