BUCEANDO EN LAS ALMAS EL HONOR DE SU CONCIENCIA
El gran salón de reuniones era todo silencio. Un silencio, que se masticaba, pero en mi mente infantil no supe interpretarlo. Suavemente bajé el picaporte con intención de entrar, para enseñarle un juguete a mi bisabuelo Emilio, cuando bruscamente levantó la voz hacia mi abuela, con una autoridad inusual. Frené mis pasos, anduve hacia atrás y me apoyé, apenas sin respirar, en un lateral del portón.
Oía los resoplidos con su pipa chispeante. Ya sí, caí en la cuenta, que eran los resoplidos de enfado y contrariedad.
-Hija -le decía a mi abuela-. Pusiste tus ojos, en un hombre, que parecía lo que no era. Un caballero, eso sí, pero un caballero muy rojo, muy comunista, aunque vestido de chaqué.
Bajó su gran voz, como si temiese que alguien pudiera oírle…
-iQué íbamos a saber, que estaría de tratos con el gobierno republicano, es decir, que podría hasta formar parte de ese gobierno! ¡Un químico de gran reputación al servicio de la anarquía!
Su pipa, ahora, era aspirada profundamenteyexhaló una bocanada de humo que salió hasta el pasillo donde yo me encontraba agazapada.
-Hija, ¡qué nos podíamos imaginar que dirigiría la fabricación de armamento en la guerra!
-iEso no es cierto! -replicó mi abuela-. Solo imaginas…
Le miró quedándose muda como quien se sabe portadora de un Gran Secreto, el cual guardó durante años.
¡Quien me iba a decir a mí, su nieta, que sería desde mi más tierna infancia, la heredera de la historia de su vida! Lo que se puede contar, pasados muchos años, y lo incontable que quedará sellado en algún pliegue de mi memoria.
-Sí, sí -contestaba Emilio-. Defiéndele todavía. Lo llevó bajo el mayor sigilo todo…menos enamorarse de ti y tú de él. Apuesto que eso fue lo único que no tenía previsto. ¡Un comunista, enamorado, de la hija de un franquista hasta la médula!
Querida hija, apoyé por convicción, al que llegó a ser general de los ejércitos, Francisco Franco, mientras tú, llevabas un romance a través de la ventana del salón con el tal caballero. Nos hizo pensar que era de los nuestros. Y él parecía querer dejarnos con esa idea. ¡y le dejé pasar a nuestra casa! ¡y me pidió tu mano! Ni remotamente sospeché en la boda, todo lo que se me venía encima. Salvo por sus viajes de ida y vuelta a Madrid, que justificaba de trabajo. Lo que prometía iba a ser un matrimonio maravilloso, fue un marido «a la fuga».
Pepita, Josefa como la llamaba su padre cuando se enfadaba, se echó a llorar. Ella escuchó Otra Verdad. Y no se lo podía revelar a su progenitor. Sabía todo el entramado que se tejió alrededor de su marido y le había prometido no desvelarlo nunca.
- i Padre! -le contestó con un entusiasmo casi juvenil, defendiendo sus sentimientos.
- iPadre!-volvió a repetir……. Lo más cierto es que me quería y yo a él. ¡Qué me importan las
ideologías!
- ¿Qué te importan hija? -dijo pasándose la mano de la frente hacia la nuca y
saliéndose le los ojos de las órbitas-. ¿Acaso ves normal que una noche, después de un par de años de matrimonio y con dos hijos pequeñines te dijese que tenía que huir de España?
Muy probablemente estuviese en busca y captura. Y te pidió que te fugases con él y los dos niñitos a México.
La niñita, esa niña, jera mi madre!, que siempre pensó que mi abuela, debiera haber retenido a su marido. iAh, lo que no le había contado mi abuela a ella!
Todo era mucho más profundo, había razones y vivencias que mi abuela sabía directamente de él. i Dios mío! A mis cinco años oír aquello, me dejó perpleja.
Mi abuela, seguía queriéndolo, nunca entendí porque mi madre decía siempre que mi abuelo, su padre, había muerto.
Mi abuela, en uno de sus momentos más melancólicos, me enseñó las fotos de su marido, en unas plantaciones de tabaco y cafetales en México.
-Mi nietecita querida -me susurraba-. Lo que te voy a relatar es completamente cierto. Es un Secreto de abuela a nieta. No creas lo que dice tu madre. Su padre está vivo. Solo que enviaron una carta de defunción al gobierno español para que se olvidasen de él y lo diesen por fallecido.
Y hay otra versión real, diferente de lo que quiere creer tu bisabuelo.
Hacía meses que mi marido tenía todo preparado para salir de España. Antes de tomar tal decisión estuvimos hablando durante semanas él me confesó:
«Pepa, yo soy un científico, un químico experto en formulaciones y allí incluyo también de explosivos, cuyas investigaciones podían haber sido utilizadas para perforar galerías subterráneas, hasta la creación de explosiones controladas en laformación de infraestructura civil o militar de cimientos, puentes, presas… Vine a enterarme ob/igado a riguroso silencio,
cuando después de meses, mis fórmulas eran interpretadas y empleadas para armamento bélico.
Pepa, yo no soy un criminal. Soy un científico, que quiere aportar a la humanidad sus investigaciones. No me pueden manipular para susfines belicistas ideológicos. i He llegado al límite! Te quiero a ti y a los niños, pero iNo te imaginas dónde me han metido! No anhelo
vivir una vida en la quesé, que meses antes de estallar la guerrafui utilizado y ahora una vez todo en marcha, presionado a callar. No reconozco a esta España rota, vengativa lo que estoy
viendo me repugna. Si me quedo, y la guerra la ganan los franquistas, nos matarán a todos, pensando en que soy republicano. No es de recibo morir por algo que no soy, y además arrastrarte a ti y a nuestros hijos a ese desenlace, no sería justo. Quiero servir a la ciencia y a su avance en el mundo. No quiero la destrucción. Si me voy de España, podrán pensar que hui por cobardía o salvare/ pellejo. No sé cómo salir de esto y dejareste infierno de batallas. ¡Qué piensen lo que quieran! No debo seguir jugando, a un juego que no elegí. Ante todo, el Honor y la libertad de mi conciencia.»
-Sus últimas palabras antes de marchar, fueron: 11No sé quién ganará o perderá esta guerra. De entrada, solo veo muertos y más muertos. Familias rotas…Vente con los niños y empezaremos una nueva vida en otro país. Es mejor que me vaya, primero solo, por si pasase algo… Te dejo los pasajes de barco para ti y los pequeños. Dentro de tres meses nos reuniremos». Tal cual dijo se marchó. Y no tuve más remedio que decirle a mi padre, tu bisabuelo Emilio, que mi marido se había ido de España. Fue muy desagradable, porno decir que parecía como si me estallase una bomba en la cabeza. Todos los días eran amonestaciones. Tu bisabuelo veía una evidencia en el hecho de la fuga. Aquello se convirtió en una tortura psicológica, guardando su Secreto.
Pasaron los meses y no recibía cartas de él, o tal vez me las confiscaban. Al final, mi prima de Cáceres a los tres meses me entregó una i por fin! Pero la guerra estaba casi finalizando y se vislumbraba el bando «vencedor». Tu bisabuelo estaba muy contento. Yo vivía una pesadilla con la incertidumbre. Cuando abrí el sobre, me repetía las últimas palabras que me dijo: ªPepa, te quiero, vente pronto para volver a ser una familia».
Mi abuela se dio cuenta que sus movimientos de salida y entrada de la casa, sus idas y venidas estaban vigiladas.
-Mi niña -me miró con ojos llorosos-. Tu bisabuelo, por supuestamente protegerme, me alertaba de que no se me ocurriera escapar pues se quedarían con los niños. Me invadió un temor real de que me arrebatasen a mis hijos, al entregar los pasaportes para embarcar. La niña, itu madre!… fíjate, no hubieses nacido tú.
Fueron muchas las cartas que recibí de él, posteriormente durante un año, alentándome a salir, pero los ajustes de cuentas de un bando y otro fueron tremendos, en una guerra de guerrillas que parecía no tener fin. Se fusilaba, desaparecían personas, todo era caótico.
Un día, mi prima me entregó la que fuera una carta, en cierta forma, angustiosamente esperada. Y decía así:
«Querida Pepa, mi amor, la soledad y los dramas de la guerra que llevo en el corazón, me obligan a intentar equilibrar mi vida. Veo que el lógico temor que te embarga, al largo viaje, hace que no vengas y las amenazas que son fáciles de adivinar, tendrás por parte de la familia paterna.
Lo siento mucho, he decidido rehacer mi vida y casarme otra vez. Créeme que lo siento. Siempre serás mi gran amor…pero me hunde la soledad y los tiros que todavía resuenan en mi cabeza. Espero puedas perdonarme.>>
Mi abuela cogió pluma y papel con manos temblorosas y se decidió a contestarle:
<<Mi querido Emilio, ante todo, quiero que sepas que siempre estarás en mi corazón y lo que muchos convecinos y familiares vieron como una cobardía, para mí ha sido una heroicidad, porque antepusiste tu Honor y rectitud de conciencia, a venderte a una ideología por ambición de cargos políticos. Soy yo la que no tengo el valor de seguirte. El miedo a que les puedan hacer algo a los niños es superior a mí. Ten la paz de realizar en esa nueva tierra otra vida. Tienes mi Bendición, siempre te querré. Acuérdate de lo que hablamos la última vez: ªEn una guerra no hay vencedores ni vencidos. La guerra es un fracaso del hombre, un suicidio, una locura colectiva. Un negocio de pocos, destruyendo para después reconstruir. Y nosotros somos unas víctimas de las muchas, destrozadas.»>>
Pasaron muchos años… España estaba recomponiéndose, y posteriormente surgieron la diversidad de partidos políticos. Mi abuela los escuchaba discutir acaloradamente, en la radio o en la televisión sin llegar a acuerdos. Y me repetía lo mismo que a sus amistades:» No se puede caer en una espira/de violencia, no se puede volver a repetir otra guerra». Su experiencia vivida, la comprendí muy bien, desde mi infancia. Ella era para mí un libro abierto de historia. Esas historias vividas en propia carne, que testifican el horror de la guerra y que a su vez he tratado de transmitir a todas las personas con las que he coincidido en los distintos lugares que me ha tocado vivir, por una circunstancia u otra.
Quisiera añadir, que vivió toda su vida anhelando su Gran Amor. No volvió a casarse, pese a ser «viuda».
Sabía que él estaba del otro lado del Atlántico y tal cual me dijo: «Sueño encontrármelo en el más allá…»
El día antes de fallecer, lo nombraba continuamente …
¡Quiera Dios se reencuentren en la Eternidad!
Cristina Gómez-Tejedor Álvarez