Vivir el presente
Por Rogelio Bustos Almendros
Me encontré al tomar el ascensor en la planta baja de mi casa, con mi vecino, el médico y, en los pocos segundos que transcurren hasta subir a su piso, me dijo: “Nuestros peores enemigos somos nosotros mismos; tu enemigo número uno eres tú mismo y el mío yo mismo”. Me quedé mirándolo no sé si con indiferencia o con sorpresa pero no dije nada. Él se bajó un piso antes que el mío, no obstante tuvo tiempo para decirme:”piensa en lo que te he dicho”. El ascensor continuó su camino y lo único que pensé fue: ¡Éste tío cada día está más loco! Se me ha olvidado decir que mi vecino, el médico, es especialista en Psiquiatría y ejerce en un hospital de Granada.
Nada más que entrar en mi casa suena el teléfono, era una amiga de mi mujer que me dice que tiene un gran enfado, y una preocupación que desde hace varios días la trae enferma. Le pregunto el motivo y me dice que porque su nuera está embarazada. Le digo: “eso es motivo de alegría y no de pena”. Me contesta que en otras circunstancias sí pero no en ésta porque no se habla con su nuera, es más, la odia. Le vuelvo a decir que ella no va a sufrir los dolores del parto sino la que tiene que parir. Y continua con su voz angustiada: “no pero tengo que asistir al bautizo y eso es peor que los dolores del parto”.
__ ¿Y cuándo será eso?, pregunto
__ Pues… dentro de cinco o seis meses.
No pude aguantar más y colgué el teléfono.
Fue en aquel mismo instante cuando empecé a reflexionar sobre las palabras de mi vecino el psiquiatra. Esta mujer empezó a sufrir seis meses antes de que se produjera el acontecimiento. Vivía sufriendo el futuro con demasiada antelación mientras el presente se le escapaba tontamente. Su peor enemigo efectivamente, ella misma. Son muchas las personas que se ven acosadas por ese enemigo oculto que tiene por nombre “preocupaciones”, que desgastan nuestras energías, minan nuestra salud, y nos hacen la vida miserable. Para las preocupaciones no hay medicamentos, son curables sólo por el mismo que las padece si son capaces de utilizar el pensamiento positivo.
Por el contrario, hay otros que viven el pasado, bien añorando tiempos mejores o lamentándose de aquello que pudieron hacer y no hicieron, o bien intentando revivir lo que fueron en otro tiempo y el aparente bienestar perdido. Y a este respecto el refranero español dice: “tiempo pasado traído a la memoria, da más pena que gloria”. Y así es, desaprovechamos por completo nuestro presente, nuestro ahora y nos perdemos en un laberinto de confusión y miedos, de nostalgias que no conducen a ninguna parte. La experiencia del pasado debe ser faro que nos alumbre y nos indique el camino, no puerto donde agarrarnos.
Recuerdo que desde niño siempre oía: “trabaja para el día de mañana, estudia para el día de mañana, ahorra para el día de mañana, incluso el casarse y después tener hijos era con vista al día de mañana, es decir, para que tuvieras a alguien que te cuidara cuando fueras viejo. Claro que después se sufría el tormento de la frustración.
En la actualidad se sigue haciendo todo para el futuro, palabra que siempre tienen en la boca los políticos ignorando que el futuro se hace en el presente. Construyendo para el presente ya se está haciendo el futuro. La única realidad verdadera es el presente. El pasado ha quedado atrás y el futuro no ha llegado todavía. El pasado es pasado, el futuro es desconocido, sólo el presente nos pertenece y es en el que hay que vivir.
Los antiguos romanos decían que cuando los seres humanos hacemos planes de futuro los dioses nos miran desde lo alto y se ríen de nosotros. Estamos viendo a diario el fracaso que supone echar cuentas para el futuro y más aún en estos tiempos de continuo y acelerado cambio; y mientras pensamos en el futuro dejamos de vivir el presente. La felicidad que es lo que buscamos en este mundo se nos escapa esperando ser felices en el futuro. Y sólo se puede ser feliz y gozar del presente y ¿Quién puede hacer que seamos felices ahora? __ Nosotros, nuestro enemigo personal número UNO.
El hoy es un regalo. Por eso se llama el presente. Cada mañana es un renacimiento, y por tanto lo verdaderamente importante es lo que vamos a hacer con este nuevo día.
Es un hecho cierto que nadie está libre de alguna preocupación pero hay que situarlas en el lugar que corresponde sin que nos anule y arruine la vida. Mi vecino, el médico psiquiatra ha realizado un cálculo aproximado de lo que le preocupa a la generalidad de las personas y da este resultado: el 40% son de cosas que jamás llegan a ocurrir; el 20% son cosas que ya no tienen remedio; el 15% son temores infundados; otro 15% son por motivos que carecen de importancia, y sólo el 10% son de cosas que verdaderamente tenían motivo de preocupación pero es también cierto que nuestra imaginación nos hace presentir temores y desgracias que raras veces llegan a suceder.
A cierta persona amiga que ha cumplido los 90 años le pregunté qué cambiaría de su vida si le fuera posible vivirla otra vez; contestó esto: “viviría libre de preocupaciones hasta donde pudiese, o por lo menos hasta que llegara el momento de preocuparme de verdad, en vez de preocuparme por anticipado; y diría más a menudo “te amo” y “lo siento”. Pero sobre todo si volviera a vivir de nuevo atraparía cada minuto… lo miraría… y lo vería realmente, lo viviría y sería mío para siempre”. ¡Cuánta razón tenía! No hay que olvidar que la moneda de nuestra existencia es el tiempo, y la sabiduría y el arte está en saber gastarlo.
Las preocupaciones forman parte de nuestra vida, por tanto, lo que procede es aceptarlas como parte inseparable de nuestra existencia. Y no tiene nada que ver que la persona sea rica o pobre, inteligente o torpe, débil o fuerte de carácter; afecta a toda clase de personas.
En la actualidad una de las preocupaciones más inquietantes es la económica, nos afanamos sin tregua por adquirir y acumular bienes materiales para tener a cubierto las privaciones o desdichas que acaso pueda traer el porvenir restando al presente el goce de esos bienes que nunca se llegará a disfrutar.
El escritor inglés Chesterton escribió:” Una de las características de los grandes santos es la virtud de la levedad. Los ángeles vuelan porque no les abruma con su peso los bienes materiales ni la excesiva estimación de sí mismos”.
Según estadísticas del año 1980, curiosamente, los que sufren más esta enfermedad de las preocupaciones son los ricos, porque sus muchos negocios se las crean, y por otra parte también el presente se les escapa sin goce alguno a pesar de disponer de todos los bienes materiales, siempre están en el mañana. Van a su bosque de pinos y sólo ven un tronco con tantas toneladas de madera que traducen a euros, se convierten en leñadores. En absoluto son capaces de ver la belleza del árbol ni el verde, o el temblor de sus hojas, ni los rayos del sol pasando entre los pinos, ni la variedad de aves que habitan en él, o la pureza del aire perfumado que respira, ni los cientos de florecillas que alegran el campo, o el canto de los pájaros que lo habitan. Su gozo, si es que lo siente, está en el bien material. Tal vez por eso dijo Martín Lutero que “ la riqueza es el más mezquino y pequeño don que en este mundo puede conceder Dios a un hombre. Por eso nuestro Señor da de ordinario las riquezas a los mayores pollinos, que no saben apetecer otra cosa”.
Para vivir con gozo el presente hay que pensar como aquella joven modelo de pasarela que quedó embarazada y en vez de desear que terminasen los 9 meses de embarazo con todas sus molestias y deformaciones de su cuerpo, disfrutaba de cada momento y pensaba que la maravilla que crecía dentro de ella era una oportunidad de su vida para ayudar a Dios a hacer un milagro.
Esto de preocuparse por el mañana no es nada nuevo. En el Nuevo Testamento, en San Mateo capítulo 6º versículo 34 podemos leer: “no os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán”.
Y termino con palabras del poeta francés Pierre de Ronsard:” Vive ahora; no aguardes a que llegue mañana. Coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida”.