SOLILOQUIO DE AÑO NUEVO EN NUEVA YORK
Un año más cumplido,
y empiezo a contemplar
lo que dejo hecho y sin hacer;
intentando no reconstruir nada
en mi mente, perpetuamente dañada,
no sostener amistades desgastadas ,
ni excavar fragmentos de resentimiento
que, aún viejos, se resisten a su olvido.
No quiero desear lo que no está en mi destino
ni quiero quedarme en el dolor inevitable,
sino distanciarme de él con desapego
y poder yo crear mi propia fuerza.
Al dar sus primeros pasos el nuevo año
en esta madrugada del 1 de enero,
quiero ponerme a la labor de escudriñar
qué he podido, o no he podido hacer
hasta aquí, por la paz del Mundo
al enfrentarme a la diferencia.
¿Cuánto espacio he dejado en mi entorno
para la libertad? ¿La mía y la de otros?
Cuando he visto esta libertad disminuida,
ultrajada o abandonada a su suerte,
¿He hablado alto, claro?
Aquí estoy, en este tiempo de fiesta,
inspirada por la pereza y la abundancia,
pensando en los que no tienen nada
y, como siempre, no hago nada.
Aquí estoy, enfrentándome a la verdad,
en días en que la retórica domina la razón
a modo de serpiente por la pendiente.
Aquí estoy, delante de una muralla
que abre sus puertas, encendiendo
la antorcha que guie mi camino
hacia ese faro distante.
Y conforme me acerque a él,
pueda yo juzgarme a mí misma.
Quiero el arco que dispare esa flecha,
que pueda destruir esa ansia de poder
que todos llevamos dentro.
Y que mis palabras puedan así
convertirse en destellos de luz.