ECOS DE LA CALLE: EN TORNO A LOS DERECHOS HUMANOS
La lucha por los derechos humanos ha sido una constante para las almas sensibles de muchos hombres que al margen de sus ideologías políticas o religiosas, se han afanado altruistamente por la defensa y la igualdad de todos los hombres a lo largo de siglos. Mucho es lo que hemos avanzado en esta materia, mucho lo que está escrito y legislado, pero así y todo, el ponerlo en practica de manera fehaciente en muchos casos encuentra resistencia en algunos círculos o países anclados en conceptos egoístas y de supremacía impropios de nuestro siglo. Es aquí, donde la presión del mundo civilizado se ha de hacer notar, revisando los tratados, subvenciones y prebendas, en aras de la igualdad, sobre todo entre las mujeres, muchas veces sometidas y vejadas, sin representación social ni dignidad.
Poco a poco hemos avanzado; ya queda muy lejano el año 1888 cuando el 13 de mayo se abolió oficialmente la esclavitud mediante la Ley Áurea, siendo Brasil el último país en reconocerlo. En España había sucedido un poco antes, en 1886. Y en los EEUU, en 1865 ya terminada la guerra con la 13 enmienda de la Constitución.
El gran triunfo de la civilización sobre la anarquía y la barbarie fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aprobada por las Naciones Unidas en Diciembre de 1948, que dignificaban al ser humanos proporcionándole paz, dignidad e igualdad.
Otro triunfo de la humanidad, fue el logro y desarrollo de los diversos conveníos de la Convención de Ginebra, tratados internacionales que contienen normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra y proteger del caos y el atropello tanto a contendientes como al personal civil victimas de los conflictos armados, pero pese a ello, tristemente ahora, además de la injusta guerra de Ucrania tan masacrada y con tantos civiles muertos, además de soldados por ambos ejércitos, son muchos los países en los que sus ciudadanos mueren asesinados diariamente sin que una conciencia socio/moral a nivel mundial se pronuncie contundentemente para remediarlo. Pero si faltaba algo, la contienda entre Israel y Hamás ha surgido como una pesadilla más de esta angustiada humanidad.
Este es el mundo en que vivimos, pero suele decirse que para arreglar algo tenemos que empezar por nosotros mismo, poniendo los pies en el suelo y sin dejarnos llevar de modas, tendencias, eslogan ni manipuladores.
Es mucho lo escrito y lo legislado sobre los Derechos Humanos a través de los siglos en harás de las igualdades y derechos de los hombres, de las mujeres, de los niños, de los viejos, de los combatientes, de las victimas de la guerra, etc. etc. Pero todo ello de nada sirve, si la conciencia colectiva de los pueblos está adormecida, sobornada, vendida o arrebatada. Por mucho que se escriba de poco vale, si no se aplican a rajatabla sobre las manipulaciones de egoístas y opresores, sobre muchos poderosos, que no sabemos por qué, quizá por oscuros e inconfesable deseos, están decididos a que el entendimiento entre los seres de buena voluntad no llegue nunca a buen fin. De nada valen las lamentaciones, si un verdadero concepto de igualdad no arraiga culturalmente en nuestro modo de entender la sociedad, con independencia de sexo, raza, edad, nacionalidad o credo. El respeto por los derechos humanos, ha de nacer desde nuestro corazón, desde nuestra conciencia, sin dejar que la maldad, la doble moral, ni los intereses creados, adulteren ni manipulen a su antojo conceptos ni valores morales, solamente así, serán esa realidad mundial a la que aspiran todos con determinación y firmeza, porque no vale de nada disponer de legislación suficiente si a la hora de aplicar la justicia con rigor y ejemplaridad, nos tiembla la mano.
En diversos tiempos del ciclo de nuestra civilización, eminentes personajes, pueblos y naciones han sentido la necesidad de considerar la igualdad entre todos los seres humanos, mucho de ello, los más recientes, están plasmados en los acuerdos mundiales alcanzados en muchos aspectos de la convivencia humana, pero quizá la más destacada por su difusión y aceptación mundial ocurrió hace ya 2023 años, cuando se nos dio por un modesto carpintero, unas normas de vida para vivir lo más acertadamente la “igualdad de todos los seres” y por ende, la más elemental carta de los Derechos Humanos. Fue, en tiempos de la dominación Romana en Palestina, en un modesto pueblo llamado Nazaret. (para los creyentes, me estoy refiriendo a la “Segunda Persona de la Santísima Trinidad” y lo tenemos muy claro) , pero haciendo abstracción de todo, quiero dirigirme a todas las formas de pensamiento, a los ateos, los agnósticos, los existencialistas, etc. y solamente quiero resaltar un hecho histórico real, irrefutable e indiscutible, la existencia de una persona, en un tiempo y en un lugar y que recordemos las palabras y las normas de vida que por él, nos fueron dichas y recomendadas en defensa de la igualdad y la fraternidad humana y que nos sirvan para que reflexionemos en el grado de bienestar y de paz de que disfrutaríamos en este mundo, si esa teoría hubiera sido practicada y desarrollada verdaderamente de generación en generación con un auténtico deseo de integración y de igualdad entre todos los seres humanos.
Esperemos que la proximidad de esta Navidad nos induzca a ello.