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¿Por qué es tan difícil reconocer que nos equivocamos?

Era una pequeña ciudad. Él, un joven pintor llamado Timoteo. Era talentoso y apasionado por su arte, pero a menudo se sentía desanimado, porque sus pinturas no eran tan populares como las de otros artistas en la ciudad.

Un día, mientras caminaba por el mercado, Timoteo encontró un puesto que vendía pinceles mágicos. El vendedor le aseguró que estos pinceles le permitirían pintar obras maestras que atraerían la atención de todos. Timoteo, emocionado por la idea, compró un juego de tres pinceles mágicos, cada uno tenía un nombre grabado en latín. Ego, Superbia y Metu iudicati. El vendedor le advirtió sobre estos, no debía usarlos demasiado, solo en momentos de poca inspiración. Pero hizo caso omiso, corrió a su estudio para probarlos y ya no los soltó.

Timoteo creó pinturas increíbles con los pinceles mágicos. La gente comenzó a notar su trabajo. Pero no dejó de usarlos, quería más y más. Pronto, se convirtió en el artista más famoso de la ciudad. Sus pinturas se vendían por grandes sumas de dinero. Pero a medida que pasaba el tiempo, Timoteo comenzó a sentir que algo faltaba en su arte y en su vida. Aunque sus pinturas eran técnicamente perfectas, carecían de pasión y emoción.

Pasaron los años y a pesar de haber conseguido el éxito, se fue hundiendo en la infelicidad. Le era muy difícil reconocer que se había equivocado. Recordó que aquel vendedor le advirtió, pero pensó que ya era muy tarde para reconocer su error. Los seres humanos somos criaturas complejas, a menudo, hacemos cosas que luego lamentamos. Sin embargo, es muy difícil para nosotros reconocer nuestros errores. Este es un tema que ha sido abordado por filósofos, psicólogos y sociólogos durante siglos.

No reconocer nuestros errores puede tener graves consecuencias. Puede dañar nuestras relaciones, nuestro trabajo y nuestra salud mental. Cuando no reconocemos nuestros errores, estamos creando una barrera entre nosotros y los demás. también puede afectar a nuestra salud mental. Cuando nos sentimos culpables por nuestros errores, podemos experimentar ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas. Puede impedirnos aprender de nuestros errores, lo que puede conducir a que cometamos los mismos errores una y otra vez. Y lo que es más grave, puede traer trágicas consecuencia. La historia está llena de casos en los que, por no reconocer un error cometido, murieron miles de personas. Uno de los ejemplos más famosos fue el caso del Titanic. Era un barco de pasajeros británico que se hundió en el Océano Atlántico el 15 de abril de 1912, durante su viaje inaugural desde Southampton, Inglaterra, a Nueva York City. El hundimiento causó la muerte de más de 1.500 personas, lo que lo convirtió en uno de los desastres marítimos más mortíferos de la historia. Ahora se sabe que el hundimiento del Titanic podría haberse evitado si los capitanes del barco hubieran reconocido sus errores. El capitán Edward Smith, estaba al tanto de los informes de que había icebergs en la zona, pero decidió continuar con el viaje a toda velocidad. También se ha dicho que el capitán Smith sabia de un incendio en los depósitos de carbón que llevaba encendido desde que zarparon, pero decidió seguir con el viaje en vez de dar la vuelta. Ese incendio debilitó el casco justo donde impactó el iceberg.  

Entonces que es lo que sucede en nuestra psique para que resulte tan difícil. El caso de Timoteo no parece un caso muy serio, pero ¿qué hay de las personas en puestos de responsabilidad que tomaron malas decisiones sin reconocer su equivocación y esto tubo un coste muy alto en vidas humanas?

El vendedor ya le advirtió con los nombres de los pinceles, Ego, Superbia y Metu iudicati.

La ciencia y el estudio del comportamiento humano nos dice, que factores como nuestro ego, nuestro orgullo y nuestro miedo a ser juzgados son los que refuerzan este impedimento y ese era el significado de aquellos nombres en latín.

El primer pincel se llamaba ego. El ego es nuestra identidad, nuestra imagen de nosotros mismos. Cuando cometemos un error, nuestro ego se ve amenazado. No queremos admitir que nos equivocamos, porque eso significaría que tenemos que cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Admitir que nos equivocamos puede hacer que nos sintamos vulnerables, inseguros y poco inteligentes.

El segundo pincel tenía grabado Superbia, en latín significa orgullo, pero se refiere a ese orgullo negativo como creencia de que somos superiores a los demás. Cuando cometemos un error, nuestro orgullo se ve herido. No queremos admitir que nos equivocamos, porque eso significaría que somos inferiores. Es una emoción destructiva que puede dañar nuestras relaciones y sabotear nuestros objetivos.

El tercer pincel, Metu iudicati, significa miedo a ser juzgado. Cuando cometemos un error, no queremos que los demás piensen que somos malos o incompetentes. Por eso, preferimos ocultar nuestros errores o culpar a otros por ellos. Tememos lo que dirán los demás. Si admitimos que nos equivocamos, es posible que los demás nos juzguen, nos critiquen o nos rechacen. Este miedo puede llegar a abarcar otros miedos como el miedo al fracaso, es posible que tengamos que enfrentarnos a las consecuencias de nuestros errores, lo que puede ser aterrador, además de que, en nuestra sociedad es común que se premie el éxito y se castigue el fracaso. Esto puede hacer que las personas tengan miedo a equivocarse. Y por último el miedo a la vergüenza, cuando nos equivocamos, podemos sentirnos avergonzados y humillados.

Un día, Timoteo dejó de usar los pinceles mágicos y volvió a sus pinceles normales. Aunque sus pinturas ya no eran tan perfectas como antes, volvieron a tener la energía y la emoción que las hacían únicas. Timoteo se dio cuenta de que el verdadero valor de su arte no estaba en la perfección técnica, sino en la expresión de su corazón y su alma. Pero para volver a eso tuvo que reconocer su error y dar una explicación a sus seguidores que, aunque disminuyeron drásticamente, al menos volvió a ser feliz consigo mismo.

La moraleja de esta historia es que no debemos buscar la perfección a expensas de nuestra autenticidad y pasión. Lo que hace que nuestro arte, y nuestras vidas, sean valiosos es la singularidad y la emoción que aportamos a ellos. No debemos sacrificar nuestra voz y nuestra esencia en busca de la aprobación de los demás. Pero va más allá, si hemos errado, nos hemos equivocado en una decisión no perdamos más tiempo, cada vez se hará más difícil reconocerlo. Al contrario, aprendamos a admitirlo. Para eso en primer lugar, debemos ser conscientes de nuestro ego y ponerlo en su lugar, nuestro orgullo convertirlo en positivo, reconocer el error puede hacernos sentir orgullosos de nosotros mismos y sobre todo ahuyentar el miedo a que nos juzguen o al fracaso. Una vez que seamos conscientes de estos factores, todo será más sencillo.

En segundo lugar, debes ser capaz de aceptar que te equivocas. Esto no significa que seas una mala persona. Simplemente significa que eres humano. Todos cometemos errores.

En tercer lugar, debes ser capaz de pedir disculpas. Pedir disculpas no es un signo de debilidad. Es un signo de fortaleza. Cuando pides disculpas, estás demostrando que eres capaz de admitir cuando te equivocas y qué, estás dispuesto a aprender de tus errores.

Reconocer nuestros errores es una parte importante del crecimiento personal. Cuando somos capaces de reconocer nuestros errores, podemos aprender de ellos y mejorar como personas.

Los seres humanos somos criaturas complejas y a pesar de que se nos hace muy difícil reconocer nuestros errores, también es cierto que una de nuestras características más distintivas, es nuestra capacidad de aprendizaje. Aprendemos de nuestros errores y gracias a ello podemos mejorar y evolucionar.

Manuel Salcedo Gálvez

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