Portada » LOS RECUERDOS SON TRAZOS DE LÁGRIMAS (SEGUNDA PARTE)

LOS RECUERDOS SON TRAZOS DE LÁGRIMAS (SEGUNDA PARTE)

Ana María López Expósito

Imagen1

Me vienen a la memoria imágenes de cuando visité la ciudad de Hong Kong en el 2005. De inmediato comprendí que era la ciudad que yo necesitaba conocer y saborear. Nunca vi tantos edificios juntos, tantas luces de colores, tantos carteles amontonados, tanta ciudad en medio de las montañas. La gente me pareció tan fashion, tan a la moda, tan bien vestida, tan… cool. Los empresarios lucían en sus trajes de primeras marcas, la gente joven se expresaba a través de los mensajes de sus cazadoras, las zapatillas de todos los colores y combinaciones posibles, las gafas de sol y sombreros se usaban de día y de noche, los tacones altos caminaban de acá para allá, los hombres usaban el rosa con total nauralidad, los cortes de pelo son modernos, las calles me parecían pasarelas…

Había ido a Honh Kong guiada por el impulso de: «escribir una novela en el futuro lo que me supuso aprovechar el tiempo y abrir al máximo los ojos, los oídos y la imaginación para descubrir todo lo que ignoraba todavía.! ¡La de sorpresas que da la vida! No me habría podido ni imaginar que, en el 2020, tendría lugar una revuelta, Sus protagonistas lo definen como «una revolución siglo XXI», es una revuelta llevada a cabo por millennials, por estudiantes. Y lo hacen con el arma que mejor manejan: Internet. O que llevan los carnés de identidad envueltos en papel de plata para que los agentes no localicen sus chips. Cientos de estudiantes sostienen sus móviles en alto mientras cantan ‘Do you hear people sing’, himno de protesta del musical Los miserables. Sin lugar a dudas reclamando libertad. Territorio vapuleado por grandes potencias.

         Wong Kar Wai uno de los cineastas más importantes del siglo nos transmite en su cine una visión romántica del espacio urbano de Hong Kong, que transmite una atmosfera sensual, que es capaz de atrapar al espectador entre sus callejones, hasta el punto de no querer –y no poder– salir de ellos. Esta visión va más allá de una simple anécdota visual; la ciudad habla y lo hace a través de las calles y sus peatones, de las luces y sus neones y de las tiendas veinticuatro horas, de los locales nocturnos, de los locales de comida rápida; como un refugio ante la caída de la noche y al que sus personajes acuden en la búsqueda por evitar la soledad. Hong Kong se ha convertido con Wong en un lugar tan mágico como París. Además, la aparición de elementos publicitarios, a través de carteles luminosos, sobre todo, también aporta una estética que recuerda a films como Blade Runner (Ridley Scott 1982) o al propio movimiento del Pop Art estadounidense encabezado por Andy Warhol, algo que también se convertirá en seña de identidad del autor. Todo esto viene a remarcar el reflejo de una ciudad que siente y padece lo mismo que sus personajes. El rodaje de su primera película “As Tears go By” (1989), tuvo lugar en el barrio de Wan Chai, que según relata el director, era un sitio destartalado lleno de viejos edificios, que pronto acabarían por derruir. La idea del cineasta era ofrecer la conservación de esas calles.

Imagen2

         En los elementos de acción, el cineasta ha evidenciado la capacidad para reinventar los convencionalismos del género, demostrando que se pueden hacer películas con cierta sensibilidad poética y sin dejar de ser violentas al mismo tiempo, algo que recuerda a otro director asiático, Takeshi Kitano.

              Si supervisamos la filmografía de Wong Kar-Wai, presenta personajes melancólicos, solitarios, meditabundos e incomunicados. No deja de ser lo más parecido que hay en el cine a un cuadro de Edward Hopper. Trata la perdida sentimental de una persona, todas tratan del desamor y de cómo el paso del tiempo puede afectar a este, ya sea a través de la imposibilidad de olvidar o del deseo de hacerlo. A continuación, les muestro unas palabras del cineasta:

         «Es verdad que mis personajes están terriblemente solos, pero quieren dejar de estarlo. Buscan desesperadamente algo, lo malo es que lo que buscan ya pasó. Ahí surge la nostalgia, la culpa y el dolor. Resultaría aburrida una película sobre un hombre guapo y una mujer guapa que se aman y se conocen en el momento preciso y son felices. ¿A quién le importa eso? Nosotros queremos saber qué les ocurre a esas personas que no se encuentran nunca, que sobreviven sabiendo que en realidad para ellos sólo existió aquel amor».

            Hay mucho de él mismo y de sus vivencias en sus películas. Apoyado por un ritmo pausado y que mueve a los personajes al ritmo de la música, y una serie de simbolismos, que acentúan mucho más la decadencia de unos personajes que parecen vivir en permanente aflicción. En 1962 el Festival de Cannes acogió con sumo entusiasmo el estreno mundial de “Deseando amar”, también conocida en España con su nombre anglosajón, “In The Mood For Love”, una de sus películas más conocida. Rodada en Hong Kong en 1962. Chow, redactor jefe de un diario local, se muda a un nuevo piso con su mujer. Allí conoce a Li-zhen, una joven que acaba de instalarse en el mismo edificio con su esposo. Ella es secretaria de una empresa de exportación y su marido está continuamente de viaje de negocios. Como la mujer de Chow también está casi siempre fuera de casa, Li-zhen y Chow pasan cada vez más tiempo juntos y se hacen muy amigos. Un día, ambos descubren algo inesperado sobre sus respectivas parejas…El cine no sería nada sin el amor, y pocos lo han capturado con la perfección formal y melancolía narrativa que esta singular película considerada por expertos como una obra de arte.

Imagen3

 La química entre los protagonistas es la base de la historia. Por otra parte‘Deseando Amar’ necesita para funcionar a sus dos brillantes actores protagonistas; Maggie Cheung y Tony Leung, con otros actores no sería lo mismo. Ambos están maravillosos, elegantes, impecables, de una forma que sólo podemos ver en una pantalla de cine, (¡qué grande es el cine!). Entorno claustrofóbico, con encuadres cerrados, planos indirectos con reflejos en los espejos, contrastan con las imágenes estilizadas de los protagonistas, planos abigarrados geométricos que acentúan la sensación de abstracción. La música nos transmite curvas, tristeza, así es el amor confuso. Los pasillos son zonas de tránsito, el director a veces nos confunde en el espacio. El vestuario de estampados de flores, raíces y plantas rompe con la geometría abstracta. ‘Deseando amar’ se mueve y desarrolla en ese terreno, en el amor que está, pero nunca llega. Como toda obra maestra, esta historia la cuentan las imágenes al mismo nivel que los diálogos o las acciones de los personajes. El autor del magistral trabajo hay que atribuírselo a los fotógrafos Christopher Doyle y Mark Li Ping-Bing, que nos lleva a un mundo onírico donde los callejones, las paredes descorchadas y los sucios espejos de las pequeñas habitaciones de los protagonistas derrochan melodrama y barroquismo. Cabe destacar los colores intensos y el humo de los cigarros que se entremezclan con el elegante andar de Maggie Cheung y las maneras de galán del Hollywood clásico de Leung.

Imagen4

         La música es otro de los elementos a tener en cuenta, hay varios temas musicales que adornan secuencias de una hermosa composición, pero destaca especialmente el Yumeji´s Theme, de Umebayasi Shingeru compositor japonés. Y es que el director de “Chungking Express” (1994) o “Happy Together” (1997) es único para componer sencillos planos de arrebatadora belleza, valiéndose de todos los recursos que tiene a su disposición (los mencionados o la cámara lenta que mueve a los personajes al ritmo de la música).

         Así mismo el uso de objetos con una determinada importancia simbólica, como si tuvieran vida propia, vinculando a dos personajes entre sí, como en el caso de Chungking Express (1994)–la presencia de un vaso de cristal que Ngor le entrega a Wah: «Sé que tarde o temprano los romperás todos, así que he escondido uno. Cuando necesites un vaso, llámame». Efectivamente, cuando Wah lo encuentra va rápidamente a entregárselo, porque es en ese momento cuando se da cuenta de que la ama: «Quería decirte que encontré el vaso». Además de la lluvia, el humo, esencialmente de cigarrillos, tendrá una carga poética: en todas las películas se muestra al protagonista fumando.

         Es imposible para el espectador occidental conocer al cineasta en profundidad, pero tal vez, empleó la comida como elemento útil para que el público no se perdiese en la progresión temporal de las historias. “Días Salvajes” (1990), “Deseando amar” (2000) y “2046” (2004) forman una trilogía que tienen sentido si se ven por separado, pero sugiero, que se vean las tres juntas para entender bien el gran trabajo poético de este cineasta asiático. Aparece un tríptico de personajes, a medio camino entre Hong Kong y Singapur, que nunca llegan a tiempo a ese amor tan deseado, como con frecuencia sucede en la realidad. Por allí se mueven los grandes rostros del gigante asiático: Chang Chen, Faye Wong, Carina Lau, Gong Li, Zhang Ziyi y, por supuesto, Leung y Cheung.

         A continuación, les muestro algunas opiniones en relación al cine de Wong Kar Wai:

Wong es, no hay duda de ello, un cineasta del romance y la melancolía. Pero lejos del sentimentalismo, su método revela una peculiar dialéctica en juego. 

“Hay cineastas que se entremezclan con tu vida y ya no logras separarlos. Esa elegancia, esos personajes que hablan con los objetos… 

En el cine del director hongkonés Wong Kar-Wai, como lo dice Peter Brunette, hay una especie de exploración lánguida de cómo el amor, en todas sus formas, puede ser a la vez glorioso y frustrante.

Según Isabel Coixet su amor por la perfección le eleva y le lastra.

            Con apenas una decena de largometrajes a sus espaldas, el cineasta hongkonés Wong Kar-Wai ha grabado a fuego su lugar en la historia del cine. Sus películas son reconocibles y únicas, con una puesta en escena propia y que no deja de fascinar filme tras filme. El visionado de su obra parece uno de esos pocos momentos en los que el arrebatamiento provocado por las imágenes que nos llegan al cerebro a través de la retina bloquea cualquier intento de expresar con palabras lo que se ve en pantalla. Imagino la experiencia de entrar en el rodaje de una de las películas de Wong y que me contratase como ayudante de dirección o fotógrafa haciendo primeros planos a los entornos, actores y actrices de la bella y fascinante ciudad de Hong Kong, tal que, empiezo ya a vislumbrar determinadas escenas cargadas de magnetismo y sensualidad y de fondo la banda sonora de Morricone o de Bach dispuestos a hacer una nueva obra maestra en la que tal vez los protagonistas vuelvan a encontrarse y…

         Sin lugar a dudas hay una actitud de renovación y aprendizaje en el cineasta de Shanghái, probablemente guiado por el puro instinto de seguir observando lo que sucede frente a él, en las calles y ciudades por las que caminan percibiendo olores de fideos, piña caducada… y a humo, o quizás dirija su mirada a través del cristal de las ventanas de su mítica ciudad, o tal vez, en el espejo en el que se mira cada día.

         Lo que cuenta Wong Kar-Wai en su filmografía me parece fascinante y me atrapa. Acabo de ver la trilogía por cuarta vez y sigo emocionada.

Deja un comentario