LA ENFERMERA DEL DENTISTA – A TODA COSTA
Aquella tarde no había empezado bien
Las dos primeras citas habían telefoneado anulando su visita, por motivos personales una y la otra por trabajo.
El personal estaba de brazos cruzados, el día anterior, como siempre antes de marchar, habían dejado los dos gabinetes ordenados y a punto para comenzar la jornada siguiente.
Las enfermeras, en general, son mujeres de “buena pasta”, uno a veces se puede preguntar si serán humanas en su vida personal, porque en su trabajo suelen estar casi rayando en lo divino, son amables, simpáticas y el refugio del paciente haciéndolo todo fácil y alentador.
Esto nos conforta y es de agradecer siempre, pero si la visita es al dentista mucho más.
El doctor, caminaba por el pasillo, oculto por el paraban, que daba acceso a los gabinetes, algo contrariado por el tiempo en blanco que le había surgido…
- ¡Hola!, Buenos días –
La puerta de acceso se había abierto y un señor bien vestido y con una cartera portafolios en la mano estaba en la entrada.
La Recepcionista, con su mejor sonrisa le dijo:
- Ha tenido usted mucha suerte, pues una anulación repentina nos permitirá atenderle rápidamente.
- ¡Ah! – dijo el elegante caballero.
Las dos enfermeras, lo introdujeron en el gabinete sin pasar por la sala de espera, mientras le preguntaban:
- ¿Tiene alergias?, ¿Alguna enfermedad contagiosa?
- No… no… yo…
- Ya lo vemos, es usted un hombre fuerte y sano.
El señor, sin enterarse se vio sentado en el sillón clínico, con la luz del reflector en el rostro y en la boca el aspirador para absorber la saliva.
Por la puerta que comunicaba ambos gabinetes, apareció el odontólogo con la bata blanca, los guantes de goma y mascarilla del mismo color.
En su expresión había una mezcla de dulzura a la vez que de picardía como diciendo: “Ya te tengo posicionado”.
- A ver, abra bien la boca.
El paciente con el aspirador en la boca trataba de decir algo con cierto nerviosismo, mientras su visión se limitaba a la lámpara y las caras de enfermera y doctor que tenía prácticamente encima.
- Tranquilo, si no es nada, ya le hemos puesto la anestesia y pronto podremos tallar y empastar la muela.
- Hum….. hum… solo podía decir el paciente.
Hasta que con un ímprobo esfuerzo levantó las manos espantado y gritó:
- ¡Yo solo venía a ofrecerles un servicio de “alarma nuevo” !
Francisco Ponce Carrasco
Inesperadamente útil este post referente al
tema de la salud bucodental