SEGUIMOS CON LAS INJUSTICIAS

En este mundo raro, sin apenas valores en nuestras calles, y priorizando los intereses materiales, como el rescate de los bancos u empresas de aerolíneas afines al poder, cabe pensar que no funciona bien la justicia y me ha dado por pensar en Jesús, en qué opinaría de todo lo que hacemos por los demás. ¿Intentamos mejorar la humanidad y ayudar a los más débiles? ¿Empatizamos en la sociedad de los que se tienen que buscar la vida, como los que se la juegan al aspirar a un mundo mejor? Me temo que no. Todo vale para entrar en conflicto. Llevarnos bien parece algo imposible. Pensar en los demás como los que han afrontado la pandemia, en los sanitarios que han sufrido exceso de trabajo y que ahora ya no se cuenta con algunos de ellos, responde a lo mal que lo hacen los que gestionan lo público. Y así con los clientes ante los usureros de los bancos.  Véase, por ejemplo lo triste que resulta cuando la Administración obliga para dar una ayuda social a una persona, disponer de un número de cuenta, y entonces que el banco le cobre desde un 10% a 30%, si no cumple con unos requisitos como nómina, pensión, fondos u otros. Así pues  dice mucho del cinismo e impotencia a la que estamos sometidos los ciudadanos. El Ministerio de consumo debería hacerse cargo y no mirar para otro lado…. Sabiendo que el abuso de un  servicio con una reclamación no va a llegar a ningún sitio…

En este mismo sentido la justicia para las personas normales si es muy exigente o garantista; sin embargo para los delincuentes de cuello blanco o estafadores de “pacotilla” se burlan de la ciudadanía y no les pasa nada, bien porque los grandes pagan, sobornan, se declaran insolventes o consiguen que prescriban sus delitos (piénsese en grandes empresarios, personas famosas o políticos). O aquellos otros delincuentes de baja alcurnia, que viven acosta de los demás, engañando a unos y otros por incumplimiento de contrato, y porque saben que hasta 400 euros es una falta, y porque llevar un abogado y un procurador, puede costarle muchos mareos y quebraderos de cabeza a la víctima, para no o sí recuperar el dinero engañado. Jesúscristo, que es experto en sufrimientos, se preocuparía por los más desfavorecidos, incluso el Quijote por aquellas personas que lo están perdiendo todo, hasta las ganas de vivir. Por los nuevos pobres, esos que acuden por primera vez al auxilio social, a Cáritas, al Banco de Alimentos, a la Cruz Roja o a cualquiera de las instituciones que tratan de llegar donde el subsidio, ayudas e ingreso mínimo vital no alcanza. Por otra parte, la burocracia teje su tela de araña sobre la miseria y, mientras los funcionarios sanitarios, trabajadores y educadores sociales analizan documentos, las enfermedades físicas, y psíquicas cada vez más, y el hambre visita las casas,  consumiendo el alma de miles de españoles. Por tanto si Jesús o el Quijote volvieran, acudirían a los barrios para socorrer y enderezar tantos entuertos, que les llevaría por supuesto su tiempo. En definitiva, observarían el mundo de injusticias y mentiras en el que vivimos, sus rostros cansados, los cogería de las manos y los miraría a los ojos para insuflarles un poco de esperanza. Al menos, eso haría cualquiera que se precie y luche por los valores humanos.

Francisco Velasco Rey

baena

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