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“Yo seré la última”

Opinión

No suele defraudar el Papa a bordo de los aviones que le llevan a la Santa Sede después de un viaje, liberado de la presión de su agenda. Así sucedió, días pasados, cuando regresaba de Irak acompañado en el avión por un buen número de periodistas. El viaje había sido intenso e inolvidable. “No me imaginaba las ruinas de Mosul; me quedé sin palabras”, contó el Papa. Aun así, lo que más le conmovió fue el testimonio de una mujer en Qaraqosh. “Una mujer que perdió a su hijo en los primeros bombardeos en 2014, y dijo una palabra: ‘Perdón, yo los perdono’. Y pidió perdón para ellos. Según el Santo Padre, esta palabra, perdón, la hemos olvidado: “Sabemos condenar a lo grande, y yo el primero. Tenemos que perdonar. Esto fue lo que más me impactó en Qaraqosh”.

Pese a los riesgos, uno de los motivos que impulsaron al Papa a viajar a Irak, dijo a los periodistas, fue el libro ‘Yo será la última’ de Nadia Murad, la chica yazidí del norte de Irak, convertida con miles de otras mujeres en esclava sexual del “califato”, hasta que logró escapar. El Papa aconsejó a los periodistas, leerlo. Yo lo estoy leyendo.

El libro es una narración cruda y aterradora del genocidio religioso y la vida en cautiverio bajo el Estado Islámico de una joven superviviente yazidí. Con vívidos detalles y auténtica y desgarradora emoción, la autora relata no solo su inimaginable tragedia, sino también la de todo el pueblo, el suyo, que el resto del mundo ignora. Nadia Murad forma parte de esa historia larga e invisible de mujeres fuertes e indomables a las que ni la violación practicada como táctica de guerra ha podido doblegar, que siguen en pie y están dispuestas a romper el odio silencioso impuesto, y a exigir justicia y libertad para sus hermanas. Nadie cuenta los peores horrores a los que fue sometida. Una persona no comprende como un ser humano puede hacer sufrir tanto a otro ser. Y como una persona pueda aguantar tanto sufrimiento e ignomia. Habrá que llegar a la conclusión de que, entre todos los seres mamíferos que pueblan la tierra, el peor de todos, es el hombre.

Con 84 años, un corazón cansado, unas caderas temblorosas, el Covid desatado y la amenaza evidente de un posible atentado armado, Francisco se plantó en Irak con un mensaje tan sencillo como valioso: “La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo. La ofensa más blasfema es profanar el nombre de Dios odiando al hermano”. El Papa ha conseguido, además, que musulmanes chiíes y suníes, cristianos, mandeos y yazidíes rezasen junto a él en Ur, la cuna de Abraham.

 

Mateo Cladera

Periodista

Valenzuela

 

 

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