Y TODO OLÍA…
Todo olía a bizcocho. La cocina, el comedor, la entrada, y hasta el piso de arriba se encontraba perfumado del tufillo embriagador de la masa horneándose a ciento ochenta, ni un grado más, ni uno menos.
El fregadero hasta los topes de perolas, cacerolas, coladores y pucheros, esperando a un lavaplatos saturado de vajilla y en el ciclo de secado.
La tetera silbando sobre la encimera, feliz por el cosquilleo de la yerbabuena .
La cuchara sopera dando el salto del Ángel para hundirse en el té de Ceilán, y acunar en su regazo las hojas oprimidas como pequeños pedazos de papel, embrollados por unas manos nerviosas…
juguetonas. Después, se ahuecan y se abren en en el agua como brotes nuevos de primavera, exhalando su aroma sin prisas.
Una, dos, tres, cuatro, cinco… y una más, por ser crucial darle el punto de dulzura necesario.
Y hay que esperar…
Y el aire huele a bizcocho de naranja, y a té recién preparado reposando en la tetera.
Y hay que esperar…
A que el líquido ambarino juegue al ménage a trois, con el blanco del azúcar y la fragancia de la buenayerba . Es un juego rápido, intenso y algo fogoso, que no llega a tres minutos…
Y hay que esperar…
Al baile del escanciado en el colador de una tetera a la otra, porque hay otra, para recibir el té sin mácula ni pecado. Limpio, dorado, de paladar algo áspero y almibarado…
Una tetera y dos vasos, con hojas de yerbabuena tan fresca como el rocío de la mañana.
Y el aire huele a bizcocho y a primavera temprana.
Y el aire me trae tu aroma, a maderas y a pachuli…
Y el aire me trae tu voz segura profunda y hueca…
Y el aire huele a ese té, que una noche en Ramadán, me enseñaste a preparar…
Y un olivo y una higuera.
Y tus ojos seductores.
Y mi mirada perdida por no atreverse a mirarlos…
Y el aire huele…
Y el aire trae…
Y la noche y la darbuka.
Y los crótalos sonando.
Y la dulzura del rajta.
Y el lamento del rai.
Y la estrella más fugaz de las fugaces…
Y La media luna…
Y la arena de las dunas…
Y tus labios en el vaso, rozando la buenayerba, y el té empapando el Kilim.
Y tu recuerdo…
Y todo olía a bizcocho, la cocina, el comedor, la entrada…
Y el fregadero, y la orgía de cacharros.
Y tu recuerdo enredado en los aromas, que trae la noche, que el aire barre…
Y tu recuerdo.
¡Solo recuerdos!
Gudea de Lagash