Y ME HA VENIDO A LA MEMORIA

Y me ha venido a la memoria

Y en la madeja de mi memoria un recuerdo se pelea por salir…

  • ¡Esta niña se está comiendo el descascarillado de la barrotes de hierro del balcón!

La escuálida y ojerosa pequeña, se pega un festín con las cascarillas, que el oxido ha provocado en los barrotes torneados de uno de los balcones de una casa grande, destartalada, de largos pasillos e interminables habitaciones, cuartos y cuartuchos; de esas en las que se cuela el viento cuando quiere jugar con visillos y cortinas al corre corre que te pillo, mientras un gato dormita al calor que despide un brasero a través del faldón de una mesa camilla.

  • ¡Esta niña se está comiendo el óxido de los barrotes de hierro del balcón!
  • Eso es que le falta hierro…

Aún conservo el sabor de esos barrotes de hierro del balcón, en mi cerebro. Si señor…

En el patio de la casa cuartel de Almadraba, un edificio pequeño, viejo y descuajeringado, una niña de un año o dos de vida, se entretenía en roer con sus dientes de leche la cal desconchada de las paredes del zaguán de su hogar.

  • ¡Pero que estás haciendo! ¡Esta niña se está comiendo la cal de la pared!

-– Es que le falta calcio…

Y la niña con hierro, o sin hierro, con calcio o sin él, brincaba, bailaba, reía, lloraba, soñaba, comía – aunque poco — ,mojaba la cama, y como todos los niños, hacía caca en un orinal con forma de Pato Donal, pero lo que nunca supo ni sabrá, era si esos niños también se comían  el hierro oxidado y la cal de alguna pared…

Recuerdo una madre sosteniendo un vaso con un huevo pasado por agua y pedacitos de pan flotando en él. Su voz arrullaba a la niña, que permanecía de pie en una cuna de madera de palo rojo que su padre había hecho para ella, y la acunaba con el relato de un cuento; un cuento de una bella nena, y siete enanos habitantes de un bosque encantado, dueños y señores de una vieja mina de diamantes…

Y la madre narraba, y la pequeña comía poquito a poco sin ganas de comer hechizada por la historia de nena y  enanos, mientras el pantalón de su pijama blanco de diminutas estrellas rojas, se deslizaba por las piernas incapaz de mantenerse en su lugar al no parar quieta la chiquilla.

Recuerdo, y no recuerdos, ya que es el único que conservo del particular instinto maternal de la bella Sara. seguro que hay más… eso seguro, pero no conservo ningún otro de  esa temprana edad: ¿Los hay no es cierto bella Sara?

Y me ha venido a la memoria aquellos recuerdos de esa temprana edad…

Gudea de Lagash

I CERTAMEN DE ARTÍCULOS Y POESÍA PERIÓDICO DIGITAL GRANADA COSTA

Cada tres meses se entregarán dos premios: uno concedido en la vertiente de textos y otro para los poemas

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