Y después del 1 de Octubre, ¿qué…, se revalida la libertad de decisión, continuamos con una situación límite de Estado?
Ocurra lo que ocurra es complicado encontrar un rumbo adecuado. Pero al menos se debería intentar por ambas partes. Quizá se ha dejado de comunicar y explicar las diferencias de modo suficientemente claro, durante mucho tiempo después de la Constitución; pero el caso es que la confrontación ha tomado una dirección de disparate, bravuconería y lo que es peor hasta de polvorín, y acoso a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que nos recuerda un episodio vasco muy triste de nuestra historia. Principalmente porque no se debe admitir que haya vencedores y vencidos, pues la derrota estaría garantizada en un conflicto sobredimensionado ética o políticamente. Es un dilema consentir la rebelión o velar por el cumplimiento de la Ley. Asimismo el conflicto está incitando a la desobediencia o resistencia, a la vez que al control, sin que el desmán se avenga en razones.
Visto el problema del encaje espinoso a través de su evolución histórica, Cataluña y España no están capacitadas para entenderse pero están obligadas a ello si quieren mantener la convivencia. Habría que sustentarse de las fuentes del conocimiento, basadas en la empatía y aceptación de diferentes puntos de vistas orteguianos pues no puede haber una única visión del paisaje que ocupa un territorio, sino tantas visiones como sus habitantes. En este sentido aristotélico habría que pensar en no arrimar cada uno “el ascua a su sardina”, sino en buscar el término medio, acercarse cada uno en su postura. Asimismo carecen de las buenas y necesarias relaciones materiales y de afectividad de antaño y casi recientes, fuera de un matrimonio de conveniencia, que es lo que vienen haciendo desde 1980; pues para eso estaban y era impensable su separación como indicaba Pujol y en 2010 como también manifestaba Artur Más.
Lo triste de la historia no es que no se pueda evolucionar y cambiar de opinión; sin sospecha de que el infiel ha sido uno mismo; pero hasta el punto de servir de excusa para agredirse o sentirse maltrada alguna de las partes, como en este caso a la resentida Cataluña, es inverosímil y resulta difícil de comprender cuanto no menos cínico. Vistas así las cosas desde una perspectiva de enfermo imaginario, cabe plantearse que la bipolaridad es una enfermedad muy difícil de atajar cuando no imposible, por lo que no menos cabe preguntarse hasta cuando la disconformidad y la mentira de unos ambiciosos y corruptos de poder. Lo más triste es que había que ponerle el cascabel al gato o meterlo en un saco a sabiendas de que se puede enfurecer y arañar al que no tiene responsabilidad, y es víctima como siempre jugando con la inocencia e ingenuidad de todo un pueblo.
Y no queda otra que garantizar el cumplimiento de la legalidad o desobedecer a la misma, prevaricando. Pues lo que sí está claro es que se trata de un Referéndum ilegal sobre la secesión o independencia catalana, suponiendo un desafío en toda regla a nuestro Tribunal Constitucional, que evidentemente no va a permitir un Estado de derecho español, pues tal despropósito sería asumir la incompetencia y fracaso para gobernar, sin calcular los efectos y las nefastas consecuencias que está provocando al resto del pueblo español. Así pues parece que lo que tenga que ser ese día será, todo lo más, un grotesco simulacro o esperpento a la venezolana.
Lo que es indudable es que ya no se puede mirar para otro lado como ha ocurrido, esperando que con el tiempo el problema “semántico de la comprensión del desamor” se resuelva por sí solo; lo que es cierto es que el novio y la novia no se deben tirar los trastos a la cabeza, porque sin conciliación o con el despecho de tanta ira contenida o con odio se puede hacer mucho daño. Hay que contentar o empatizar pero sin carecer de garantía democrática, que proteja las libertades individuales; acaso unidos como hasta ahora mejor que con una revancha desproporcionada que se tenga que lamentar después. Ahora bien sin perjuicio de lo expuesto, se podría valorar la libertad de expresar sin menos cabo o respeto por lo que regula la máxima Norma. No obstante a los políticos les falta un poco de sensibilidad para canalizar el descontento y evitar la fractura social o herida entre España y Cataluña.
Han llegado a una situación límite, algo que nadie desea; pero no se puede actuar sin legitimidad política. Por tanto me atrevo a decir que hoy lo que está claro, es que ni con diálogo ni con permiso de votación ni mediación de la Constitución se va a arreglar algo que contente a ambas partes a no ser que eduquemos en atención a la diversidad, desde 1980 sin hacerlo. Juzguen ustedes y cordura por favor.
Francisco Velasco Rey