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VALIENTE, CREATIVA Y ROMÁNTICA: GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA

Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey 1814- Madrid, 1873), fue una novelista, dramaturga y poetisa cubana de antepasados canarios. Se hacía llamar coloquialmente Tula.  Residió en Cuba hasta 1836, después viajó por E.E.U.U., Londres, Francia Madrid y Sevilla donde está enterrada.

         Muy pronto descubre su vocación literaria y publica su primer libro de versos titulado “Poesías”, y colabora en varias revistas y diarios. Estrena dramas como “El príncipe de Viana” y “Alfonso Munio”. También publica varias novelas: “Dos Mujeres”, “Sab”, “La dama de gran tono”, “La baronesa de Joux”, etc.

         Su novela Sab fue la primera que  se publicó en lengua española, fue escrita en 1841, y es quizás una de las más sobresalientes. Escrita en pleno Romanticismo, aunque con tendencias realistas por el tema que trata: refleja la problemática de la esclavitud y las reivindicaciones de las razas oprimidas en la Cuba del siglo XIX.  Sab y Carlota son los principales protagonistas,  que representan el amor entre un esclavo mulato (Sab) y una chica de raza blanca. Una historia con final desdichado porque ella a su vez se  enamora de otro. Gertrudis cuenta esta historia de amor, no correspondido, entre otras cosas por la diferencia de clases. Esto le da un valor excepcional a la novela. Quizás aquí podemos ver algo de biográfico pues ella tampoco tuvo mucha suerte en el amor.  Las descripciones, los diálogos, enumeraciones y monólogos  a lo largo de la novela son de una  gran viveza y realismo.

         Ya en Madrid frecuenta los círculos literarios, entabla buenas amistades con la alta sociedad de la época, y se hace muy popular. Es una mujer atractiva, elegante…y su belleza se pone de moda. En las tertulias literarias llama la atención  oírla recitar sus versos con su voz dulce y femenina. Sabe  hablar con ingenio y gracia  e improvisa con soltura.  El éxito de Gertrudis Gómez de Avellaneda es completo,  como mujer y como poetisa. Fue presentada en el Liceo de Madrid y totalmente aceptada como la primera poetisa de España.  Su poesía se ha comparado con la de Louise-victorine Ackerman o la de Elizabeth Barret, por sus estados emocionales derivados de las experiencias amorosas.

Gertrudis_Gómez_de_Avellaneda

En 1844, en Sevilla conoció a uno de sus admiradores, un joven poeta: Gabriel García Tassara, la viva estampa del poeta romántico, galante y seductor. Era hijo de una ilustre familia andaluza. Estudió Leyes y Humanidades, y fue Diplomático en E.E.U.U y Londres. Tula lo ve con buenos ojos, le divierte, le atrae y se deja cortejar. Pero el poeta sevillano sólo quiere vivir una atrayente aventura hasta el final pues no buscaba una esposa. Este amor tiene mucho de juego y es una prueba de fuego para ella que tiende su mano  al amor de su vida sin que él le corresponda. Poco a poco la relación se va enfriando, la correspondencia entre ellos cada vez es más espaciada y Gertrudis le envía estos versos:

¡Heme aquí! ¡Tuya soy! Dispón destino

de tu víctima dócil. Yo me entrego

cual la hoja seca al raudo torbellino.

¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!

Tu capricho es mi ley; sacia tu saña;

pero sepas ¡Oh cruel! que no me engaña

la sonrisa falaz que hoy me concedes.

              Ahora  Gertrudis ya no es la mujer enamorada,  romántica y exaltada que afloraba  en las cartas pues  los mensajes  no son de amor sino de angustia. Cuando la poetisa descubre que va a tener un hijo, escribe a su amante  unas cartas escalofriantes para que  vea a su hija antes que muera. Pero Tassara no acudió a su llamada. En abril de 1845 nació su hija. Es una niña enfermiza que moriría poco antes de los siete meses.  Es una prueba durísima para Gertrudis que se confiesa cansada del mundo, de las calumnias, de las adulaciones y hasta de la vida.  A estos trágicos momentos corresponden algunos de los escritos más patéticos de la  escritora.

         Al poco tiempo conoce a D. Pedro Sabater, el Gobernador de Madrid, que le admira como  poetisa y como mujer, se enamoran y en 1846 se casan y se van a vivir a París. Pero su felicidad dura muy poco.   Él es sometido a una intervención quirúrgica a la que sobrevive poco tiempo.  Tula se retira al Monasterio de Nuestra Señora de Loreto, donde sufre accesos de locura, aún así escribió “Manual del Cristiano”; y en su desesperación compone elegías a su esposo como la siguiente:

¡Otra vez llanto, soledad, tinieblas!

………..

Tras luengos años de tormenta ruda

comenzaba a gozar de benigna calma;

mas ¡ay!,  que sólo por burlar el alma

                   la  abandonó el dolor.

La Avellaneda sigue escribiendo dando muestras de su enorme misticismo:

¡Tú eres, Señor, amor y poesía!

¡Tú eres la dicha, la verdad, la gloria!

¡Todo es, fuera de ti, sombra y escoria!

    Gertrudis se sumerge en una febril actividad literaria. Publica  varias novelas como El artista Baquero, La Doma del gran Toro o  Espatolino;  dramas: Alfonso Munio, Flavio Recadero, La hija de las flores y los  famosos poemas: Al Partir  y A Él  dedicado al gran amor de su vida, Ignacio de Cepeda.

A  ÉL

Te amé, no te amo ya: piénsalo al menos

¡nunca, si fuere error, la verdad mire!

que tantos años de amargura llenos

trague el olvido, el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo

una y otra vez pisaste insano …

Mas nunca el labio exhalará un murmullo

para acusar tu proceder tirano.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día

ves este adiós que te dirijo eterno

sabe que aún tienes en el alma mía

generoso perdón, cariño eterno.

         Tula participa en todos los actos literarios de la vida madrileña, conoce a  Fernán Caballero y Carolina Coronado.  Presenta su candidatura para la Academia apoyada por los votos del Duque de Rivas y Martínez de la Rosa, entre otros, pero es rechazada a pesar de los méritos conseguidos. Así mismo, fue premiada en su Cuba natal en enero de 1860, en un acto solemne,  el Liceo de la Habana le concedió el LAUREL DE ORO ESMALTADO.

Gertrudis Gómez de Avellaneda fue amante de la libertad, luchó  por la justicia social, escritora prolífica, vitalista, y poseía  una sensibilidad especial. Una mujer  excepcional,  avanzada para la época. En definitiva, una mujer valiente y soñadora  a la que se le puede dedicar esta frase: “A todas las mujeres que silenciosamente han construido la Historia”.

                   AURORA  FERNÁNDEZ GÓMEZ

                   Granada a 31 de marzo de 2020

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