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UNA OLA DE SEISMOS INQUIETA A GRANADA

Con la escasa autoridad que me asiste en el caso que nos ocupa, han venido a mi recuerdo los 18 días que pasé en Los Llanos de Aridane de la isla de La Palma (Canarias), cuando el volcán Teneguía nos gastó la pesada broma de tenernos tantas noches durmiendo en el coche aparcado junto al hotel Edén, de cuya habitación tuvimos que bajar en pijama y corriendo los cuatro pisos que deberíamos utilizar durante una semana de vacaciones. El terrible terremoto nos despertó a las tres de la madrugada y se sucedía con otros de manera discontinua día y noche, lo que nos obligaba a permanecer en la calle.

   Sabido era y así lo aseguraban las gentes del lugar, que se trataba de un volcán cercano de la Caldera de Taburiente.  Pasadas dos semanas, el volcán empezó a escupir por su cráter tanta lava multicolor como tenía almacenada en sus profundidades, cuyas piedras incandescentes discurrían imparables a gran velocidad, cual si fueran ríos de fuego hasta verter en el mar y ampliando con ello las playas del pueblo vistiéndolas de lava negra y ganando terreno al mar.

VOLCÁN TENEGUÍA

   No me sorprende que numerosos vecinos granadinos llenaran las calles de la capital, asustados, buscando algún lugar seguro para protegerse de la oleada de terremotos y escapando de sus casas en las que se mantenían confinados para protegerse de otra oleada no menos peligrosa como el covid, la crisis sanitaria que viene amenazando al mundo.

   Los habitantes de Granada que disfrutan de las maravillas que ha puesto a su disposición la naturaleza, conocen perfectamente que, en la zona donde viven, además de tantos privilegios,  están afectados  por la aproximación de las placas de Eurasia y África  que son las que ocasionan la deformación entre fallas que producen la actividad  sísmica; según los expertos versados de la  Universidad  de Granada,  “los terremotos que suelen producirse como los trescientos y más  tenidos en las últimas semanas desde diciembre, de  una magnitud 4 a 4,5 y cuya menor intensidad, evitan otros de dimensiones mayores, por lo que entienden que la zona  está lejos de que puedan producirse los de grandes magnitudes de  7 y 8 grados  como sucede en alejados países de nuestra geografía”.

   Granada capital se convirtió desde hace muchos años en una gran ciudad de altos edificios en el centro y periferia y cabe suponer el miedo y preocupación de tantos vecinos cuyas viviendas están situadas en las alturas y que en situaciones como las actuales tienen que evitar el ascensor y los de mayor edad no pueden permitirse bajar precipitadamente las escaleras de sus casas en edificios de diez o doce pisos.

   La prensa, radio y televisión venían aconsejando, y las autoridades exigiendo y amenazando con sanciones, para que se mantuvieran confinadas las familias en sus casas evitando contagios del dichoso coronavirus. Pero debido a los continuos terremotos que se vienen sucediendo desde hace casi un mes, esas mismas televisiones y autoridades, invitan a los vecinos a que desalojen sus casas de altura y preparan espacios y plazas al aire libre en las calles espaciosas, para evitar los derrumbamientos que pudieran producirse.

   Podemos entender el cambio de actitud de las autoridades dadas tan desgraciadas circunstancias, pero sería aconsejable a la vez, que permitieran y estimularan al vecindario, para que todo aquel que siendo de avanzada edad y viviera en inmuebles de altura, y disponga de casas de campo familiares, o chalés en los pueblos costeros, pudieran desplazarse y con ello poder descansar en esas   noches interminables que se sienten afectados por los continuos terremotos. Una ayuda que las autoridades sabrán valorar, para facilitar a los granadinos el desplazamiento que por su mayor edad lo puedan precisar.

Julián Díaz Robledo

Julián D r

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