Alguien que ha leído el artículo que publiqué en el periódico Granada Costa el mes pasado  con el título “Vuelta a la Vida”, me llama por teléfono y me dice: “mi nombre es M. D. A. , tengo 84 años, soy comunista, ateo y pobre. He leído su artículo “Vuelta a la Vida” y quisiera preguntarle  sin que se ría ni lo tome a broma, ¿Puede un ateo ir al cielo, a ese lugar tan fantástico  que anuncian todas las religiones sin excepción, y que también dicen que son verdaderas?

Iba a contestarle que yo no soy experto en asuntos sociales ni en estas cosas de la tierra y menos aún en las del cielo pues no soy ni filósofo ni teólogo, además que esas cosas intangibles no están a nuestro alcance pues nos trascienden… Me interrumpió rogándome que no le contestara hasta que no me expusiera antes el porqué de la pregunta que a primera vista era contradictoria y por tanto estúpida, pues si niega la existencia de Dios es absurdo creer en la existencia del cielo o infierno. Así que continuó de esta manera: “quiero intentar justificar mi pregunta para que no parezca tan tonta. Mis estudios son de grado  medio (peritaje) como se denominaba en mi tiempo, pero mi agradecimiento y mi recuerdo eterno es para aquel maestro de pueblo que me enseñó a leer y a escribir y sobre todo el amor a la lectura que me ha acompañado toda la vida.

Aunque he comenzado diciendo que soy ateo creo que me he explicado mal, debiera decir que soy agnóstico, no me he definido por ninguna práctica religiosa porque según he leído,  en la  historia todas se han hecho por la violencia, por fraude, por emoción o por seducción, y pocas veces se han tenido en cuenta las leyes de la moral. Todas ellas en nombre de su Dios han cometido  violencias, crueldades y muertes. Unos han conseguido sus adeptos por medio del sable, otros por la hoguera o garrote vil, siempre en  nombre de un Dios de justicia, de paz, de misericordia, de caridad… pregonan la humildad y la pobreza y sus representantes elegidos como intermediarios entre Dios y los hombres viven en la opulencia, salvo excepciones, que son verdaderos héroes y santos. Todas las religiones afirman ser las verdaderas, todas tienen sus mártires y sus milagros, y en vez de respetarse, se odian y se matan y siempre envueltas en solemnes ceremonias. He dicho también que soy comunista, sí, pero nunca les he votado porque igual que las religiones, dicen uno cosa y  luego hacen otra. Bajo la capa de la igualdad y su preocupación por los pobres encuentran el secreto de ser ricos. No es necesario abundar sobre esto porque la evidencia no necesita demostración, está a la vista incluso para los ciegos.

              Desde siempre he intentado vivir en eso que hoy llaman valores y como termómetro de mis acciones y omisiones, mi conciencia y mis convicciones. Pero a pesar de eso ignoro si lo he hecho bien o mal. Siempre me he balanceado en la duda. Y mi lema ha sido mantenerme en la máxima que un poeta griego, Sófocles, pronunció hace 2400  años: “lo que puede aprenderse, lo aprendo; lo que puede encontrarse, lo busco; el resto se lo pido a los dioses”.

Algo muy parecido encuentro también en las palabras de Jesucristo: “ pedid y se os dará, buscad y hallareis, llamar y se os abrirá”. Pues esto es lo que yo intento ahora. ¿Y por qué?  Es muy simple y corta la respuesta: “cinco de mis amigos ha muerto en estos días de esa enfermedad del coronavirus, dos en una residencia de mayores, dos en su casa y otro en la misma calle como un animal abandonado cuando iba al hospital solo sin ninguna atención sanitaria en la casa, pues ya no podía aguantar más.

         Por lo visto, a pesar de las glorificaciones que los políticos hacen en las campañas electorales, los que pasamos de 70 años estamos abandonados a nuestra propia suerte, es mejor que nos muramos, en el otro mundo estaremos mejor que en éste. Así que como los recursos son escasos es más rentable aplicarlos a los más jóvenes, y los mayores dejarlos morir tranquilos en sus casas o residencias. Esto es lo que está ocurriendo.

         Confieso que lo que me ha empujado a llamarle ha sido el miedo, más por mi mujer que por mí. Vivimos solos en casa, ella con 79 años y yo con 84. Gozamos de buena salud, salvo los achaques que conlleva la edad. Mi mujer iba tirando con sus dolores de rodillas, que con sus paseíllos en el parque que tenemos cerca de casa se mantenía  bastante activa, pero ahora después de un mes de confinamiento ha quedado incapacitada para la deambulación con el consiguiente aumento de los dolores.

         El objeto de mi llamada es pedirle a usted que me pusiera en contacto con ese Sr. Dionisio que por lo que usted cuenta ha estado  próximo al otro mundo; supongo que él sabrá algo más que los que siempre hemos estado aquí. A mi edad y en mis circunstancias se suele ver todo con horizontes más amplios, y en un intento más de seguir las indicaciones de Jesucristo, “buscad y hallareis” y las de Sófocles “lo que no encuentro se lo pido a Dios”, pero no es fácil hablar con Dios cuando se hace  desde el razonamiento y la lógica, se necesita algo más.

         Tengo el presentimiento que la vida de mi mujer y la mía han cumplido ya su estancia en la tierra… Es la hora de partir y tengo miedo, sí, mucho miedo por la incertidumbre de lo que hay al otro lado. Por tanto, en mi circunstancia creo que es bueno volver a nuestros orígenes y olvidarnos de ateísmos, agnosticismos y decir como el buen ladrón del evangelio de San Lucas:”Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

Después de oírlo no supe qué contestar. Le leí las palabras que tenía subrayadas del libro que estaba leyendo en aquel momento de Teilhart de Chardin: “Tú, Señor Jesús, “en quien todas las cosas hallan su consistencia, revélate al fin, a quienes te aman, como Alma superior y Fuente física de la creación. ¿No ves que en ello va nuestra vida?”

                            ROGELIO BUSTOS

                   Granada a 20 de abril de 2020

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