Un Premio Literario y un Empujón de Confianza

Recientemente, recibí un galardón literario por parte del periódico GRANADA COSTA, que agradezco en especial

Quiero aprovechar este espacio para reflexionar sobre el verdadero artífice de toda esta magia: Don Miguel de Cervantes.

Es inevitable no sentir un agradecimiento profundo cuando se recibe un reconocimiento por el ejercicio de las letras, especialmente si uno tiene la suerte de estar, aunque sea de lejos, bajo la sombra de “Don Quijote de la Mancha”.

Ese caballero de la triste figura, que, entre otras cosas, nos enseñó a todos que la nobleza no reside solo en la sangre, sino en la verdad de los ideales, el coraje y la eterna capacidad de soñar. ¡Y vaya que soñó Cervantes! Pero sus sueños no solo fueron de gloria, sino de humor, ironía y una reflexión que nos hace reír y pensar a la vez. ¡Eso es lo que más admiro!

Cervantes, con su pluma afilada y su mirada crítica hacia la sociedad, logró que su inmortal obra, fuera mucho más que un simple libro de caballería. Logró que fuera un texto universal, que no entiende de épocas ni de fronteras, y que, sobre todo, jamás pierde su capacidad de hacernos sonreír.

Siendo honesto, me pregunto si Cervantes también sonrió en su época al ver la hilarante dualidad entre el caballero loco y su fiel escudero, Sancho Panza. ¡Porque, vamos, si hay algo que no podemos dejar de hacer al leer El Quijote es reírnos de nosotros mismos!

Al recibir este premio, no puedo evitar pensar que, en parte, es un pequeño tributo a la herencia cervantina. Una herencia que no solo es literaria, sino que está impregnada de una humanidad que se manifiesta en cada página del Quijote: la lucha contra los molinos de viento (que a veces se parecen tanto a nuestros propios miedos), el amor por lo imposible y la valentía de seguir adelante, incluso cuando el mundo entero parece no entendernos. ¿No es ese, en el fondo, el viaje de cada escritor?

Y qué mejor forma de hacerlo que con una sonrisa, como Cervantes habría querido.

Porque, aunque uno pueda estar a veces «luchando contra molinos de viento», siempre es mejor hacerlo con humor, sabiendo que, a fin de cuentas, es lo que nos puede salvar.

Así que, con una copa de vino (o de agua, si prefieren), alzo mi agradecimiento a Cervantes, al Quijote, a Granada Costa y a todos aquellos que, como yo, tenemos la suerte de caminar por los senderos de la literatura.

Y si algún molino se cruza en nuestro camino, que no nos falte la valentía ni la capacidad de reírnos de nuestra propia sin razón.

¡Gracias, Cervantes! Y, sobre todo, gracias a ti, querido lector, por unirte a esta celebración de palabras y sueños.

Francisco Ponce Carrasco